domingo, 31 de marzo de 2013

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN




"Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite; con una verdadera resurrección que no admita ya ningún dominio de la muerte “surrexit Dominus vere” (Lc. 24, 34), “mors illi ultra non dominabitur” (Rom. 6, 9).

Jesús debe destruir en los individuos la noche de la culpa mortal
 por el alba de la gracia recobrada.

En las familias, a la noche de la indiferencia y de la frialdad
 debe suceder el sol del amor.

En los campos de trabajo, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de la incomprensión y del odio, la noche debe iluminarse como el día,
 “nox sicut dies illuminabitur”; y cesará la lucha, brillará la paz.

¡Ven Señor Jesús!


La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel, oh Señor, y haz que nuestra noche se ilumine como el día.

¡Cuántos corazones, oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú sólo vivirás y reinarás en los corazones!
 ¡Ven, oh Señor Jesús!

¡Hay tantos indicios de que tu vuelta no está lejana!


¡Oh María, que lo viste resucitado; María a quien el primer aparecer de Jesús quitó la angustia inenarrable causada por la noche de la pasión; María, te ofrecemos las primicias de este día!
 Para ti, Esposa del Divino Espíritu, Nuestro corazón y Nuestra esperanza.
 ¡Así sea!"


Papa Pío XII 
Pascua de Resureción, 
21 de Abril de 1957


 **      **      *    *  *      * *  *      **

viernes, 29 de marzo de 2013

VIERNES SANTO, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH ( IV )


espués que los alguaciles extendieron al Divino Salvador sobre la Cruz y habiendo estirado su brazo derecho sobre el brazo derecho de la Cruz, lo ataron fuertemente; uno de ellos puso la rodilla sobre su pecho sagrado, otro le abrió la mano, y el tercero apoyó sobre la carne un clavo grueso y largo, y lo clavó con un martillo de hierro. Un gemido dulce y claro salió del pecho de Jesús y su sangre saltó sobre los brazos de sus verdugos. Los clavos era muy largos, la cabeza chata y del diámetro de una moneda mediana, tenían tres esquinas y eran del grueso de un dedo pulgar a la cabeza: la punta salía detrás de la Cruz.


      Habiendo clavado la mano derecha del Salvador, los verdugos vieron que la mano izquierda no llegaba al agujero que habían abierto; entonces ataron una cuerda a su brazo izquierdo y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que la mano llegó al agujero. Esta dislocación violenta de sus brazos lo atormentó horriblemente, su pecho se levantaba y sus rodillas se estiraban. Se arrodillaron de nuevo sobre su cuerpo, le ataron el brazo para hundir el segundo clavo en la mano izquierda; otra vez se oían los quejidos del Señor en medio de los martillazos. Los brazos de Jesús quedaban extendidos horizontalmente, de modo que no cubrían los brazos de la Cruz.



      La Virgen Santísima 
sentía todos los dolores de su Hijo

     Estaba cubierta de una palidez mortal y exhalaba gemidos de su pecho. Los fariseos la llenaban de insultos y de burlas. Habían clavado a la Cruz un pedazo de madera para sostener los pies de Jesús, a fin de que todo el peso del cuerpo no pendiera de las manos y para que los huesos de los pies no se rompieran cuando los clavaran. Ya se había hecho el clavo que debía traspasar los pies y una excavación para los talones. El cuerpo de Jesús se hallaba contraído a causa de la violenta extensión de los brazos. Los verdugos extendieron también sus rodillas atándolas con cuerdas; pero como los pies no llegaban al pedazo de madera, puesto para sostenerlos, unos querían taladrar nuevos agujeros para los clavos de las manos; otros vomitando imprecaciones contra el Hijo de Dios, decían: "No quiere estirarse, pero vamos a ayudarle". En seguida ataron cuerdas a su pierna derecha, y lo tendieron violentamente, hasta que el pie llegó al pedazo de madera. Fue una dislocación tan horrible, que se oyó crujir el pecho de Jesús, quien, sumergido en un mar de dolores, exclamó: "¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío!".



      Después ataron el pie izquierdo sobre el derecho y habiéndolo abierto con una especie de taladro, tomaron un clavo de mayor dimensión para atravesar sus sagrados pies. Esta operación fue la más dolorosa de todas. Conté hasta treinta martillazos. Los gemidos de Jesús eran una continua oración, que contenía ciertos pasajes de los salmos que se estaban cumpliendo en aquellos momentos. Durante toda su larga Pasión el divino Redentor no ha cesado de orar. He oído y repetido con Él estos pasajes y los recuerdo algunas veces al rezar los salmos; pero actualmente estoy tan abatida de dolor, que no puedo coordinarlos. El jefe de la tropa romana había hecho clavar encima de la Cruz la inscripción de Pilatos. Como los romanos se burlaban del título de Rey de los judíos, algunos fariseos volvieron a la ciudad para pedir a Pilatos otra inscripción. Eran las doce y cuarto cuando Jesús fue crucificado y en el mismo momento en que elevaban la Cruz, el templo resonaba con el ruido de las trompetas que celebraban la inmolación del cordero pascual. 

      La hora del Señor había llegado: un sudor frío corrió sus miembros, Juan limpiaba los pies de Jesús con su sudario. Magdalena, partida de dolor, se apoyaba detrás de la Cruz. La Virgen Santísima de pie entre Jesús y el buen ladrón, miraba el rostro de su Hijo moribundo. Entonces Jesús dijo: "¡Todo está consumado!". Después alzó la cabeza y gritó en alta voz: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue un grito dulce y fuerte, que penetró el cielo y la tierra: enseguida inclinó la cabeza y rindió el espíritu.

      Juan y las santas mujeres cayeron de cara sobre el suelo. El centurión Abenadar tenía los ojos fijos en la cara ensangrentada de Jesús, sintiendo una emoción muy profunda. Cuando el Señor murió, la tierra tembló, abriéndose el peñasco entre la Cruz de Jesús y la del mal ladrón. El último grito del Redentor hizo temblar a todos los que le oyeron. Entonces fue cuando la gracia iluminó a Abenadar. Su corazón, orgulloso y duro, se partió como la roca del Calvario; tiró su lanza, se dio golpes en el pecho gritando con el acento de un hombre nuevo: "¡Bendito sea el Dios Todopoderoso, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; éste era justo; es verdaderamente el Hijo de Dios!". Muchos soldados, pasmados al oír las palabras de su jefe, hicieron como él. Abenadar, convertido del todo, habiendo rendido homenaje al Hijo de Dios, no quería estar más al servicio de sus enemigos. Dio su caballo y su lanza a Casio, el segundo oficial, quien tomó el mando y habiendo dirigido algunas palabras a los soldados, se fue en busca de los discípulos del Señor, que se mantenían ocultos en las grutas de Hinnón. Les anunció la muerte del Salvador y se volvió a la ciudad a casa de Pilatos.

      Cuando Abenadar dio testimonio de la divinidad de Jesús, muchos soldados hicieron como él: lo mismo hicieron algunos de los que estaban presentes y aún algunos fariseos de los que habían venido últimamente. Mucha gente se volvía a su casa dándose golpes de pecho y llorando. Otros rasgaron sus vestidos y se cubrieron con tierra la cabeza. Era poco más de las tres cuando Jesús rindió el último suspiro. Los soldados romanos vinieron a guardar la puerta de la ciudad y a ocupar algunas posiciones para evitar todo movimiento tumultuoso. Casio y cincuenta soldados se quedaron en el Calvario.




VIERNES SANTO, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH ( II )


   
ecorrieron un tramo más de calle y llegaron a la cuesta de una muralla vieja interior de la ciudad. Delante de ella hay una plaza abierta, de donde salen tres calles. En esa plaza, Jesús, al pasar sobre una piedra gruesa, tropezó y cayó; la Cruz se deslizó de su hombro, quedó a su lado y ya no se pudo levantar. Algunas personas bien vestidas que pasaban para ir al Templo, exclamaron llenas de compasión: "¡Ah, mira este pobre hombre, está agonizando!". Pero sus enemigos no tenían piedad de Él. Esto causó un tumulto y retraso; no podían poner a Jesús en pie y los fariseos dijeron a los soldados: "No llegará vivo si no buscáis a un hombre que le ayude a llevar la Cruz". Vieron a poca distancia un pagano, llamado Simón el Cirineo, acompañado de sus tres hijos, que llevaba debajo del brazo un haz de ramas menudas, pues era jardinero y venía de trabajar en los jardines situados cerca de la muralla oriental de la ciudad. Estaba atrapado en medio de la multitud y los soldados, habiendo reconocido por su vestido que era un pagano y un obrero de la clase inferior, lo agarraron y le mandaron que ayudara al Galileo a llevar su Cruz. Primero rehusó, pero tuvo que ceder a la fuerza. Sus hijos lloraban y gritaban y algunas mujeres que los conocían, se hicieron cargo de ellos.



(Cireneo de Granada, España)

      Simón sentía mucho disgusto y vejación por tener que caminar junto a un hombre en tan deplorable estado como en el que se hallaba Jesús: sucio, herido y su ropa toda llena de lodo. Mas Jesús lloraba y le miraba con ternura, de modo que Simón se sintió conmovido. Le ayudó a levantarse y al instante los alguaciles ataron sobre sus hombros uno de los brazos de la Cruz. Él seguía a Jesús detrás, que se sentía aliviado de su carga. Se pusieron otra vez en marcha. Simón era un hombre robusto, de cuarenta años; sus hijos llevaban vestidos de color rojo. Dos eran ya crecidos, se llamaban Rufo y Alejandro: se reunieron después a los discípulos de Jesús. El tercero era más pequeño y lo he visto viviendo con San Esteban, aún niño. Simón no llevó mucho tiempo la Cruz sin sentirse penetrado de compasión y profundamente tocado por la gracia. 




**        *      ***      *       **

VIERNES SANTO, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH ( II )



a coronación de espinas se hizo en el patio interior del cuerpo de guardia. El pueblo estaba alrededor del edificio; pero pronto fue rodeado de mil soldados romanos, puestos en buen orden, cuyas risas y burlas excitaban el ardor de los verdugos de Jesús, como los aplausos del público excitan a los cómicos. En medio del patio había el trozo de una columna; pusieron sobre él un banquillo muy bajo. Habiendo arrastrado a Jesús brutalmente a este asiento, le pusieron la corona de espinas alrededor de la cabeza, y le atacaron fuertemente por detrás. Estaba hecha de tres varas de espino bien trenzadas, y la mayor parte de las puntas eran torcidas a propósito para adentro. Habiéndosela atado, le pusieron una caña en la mano; todo esto lo hicieron con una gravedad irrisoria, como si realmente lo coronasen rey. Le quitaron la caña de las manos, y le pegaron con tanta violencia en la corona de espinas, que los ojos del Salvador se inundaron de sangre. Sus verdugos arrodillándose delante de Él le hicieron burla, le escupieron a la cara, y le abofetearon, gritándole: "¡Salve, Rey de los judíos!". No podría repetir todos los ultrajes que imaginaban estos hombres. El Salvador sufría una sed horrible, su lengua estaba retirada, la sangre sagrada, que corría de su cabeza, refrescaba su boca ardiente y entreabierta. Jesús fue así maltratado por espacio de media hora en medio de la risa, de los gritos y de los aplausos de los soldados formados alrededor del Pretorio.



      Jesús, cubierto con la capa colorada, la corona de espinas sobre la cabeza, y el cetro de cañas en las manos atadas, fue conducido al palacio de Pilatos. Cuando llegó delante del gobernador, este hombre cruel no pudo menos de temblar de horror y de compasión, mientras el pueblo y los sacerdotes le insultaban y le hacían burla. Jesús subió los escalones. Tocaron la trompeta para anunciar que el gobernador quería hablar. Pilatos se dirigió a los príncipes de los sacerdotes y a todos los circunstantes, y les dijo: "Os lo presente otra vez para que sepáis que no hallo en Él ningún crimen".

      Jesús fue conducido cerca de Pilatos, de modo que todo el pueblo podía verlo. Era un espectáculo terrible y lastimoso la aparición del Hijo de Dios ensangrentado, con la corona de espinas, bajando sus ojos sobre el pueblo, mientras Pilatos, señalándole con el dedo, gritaba a los judíos: "¡Ecce Homo!". Los príncipes de los sacerdotes y sus adeptos, llenos de furia, gritaron: “¡Que muera! ¡Que sea crucificado!". – "¿No basta ya?", dijo Pilatos. "Ha sido tratado de manera que no le quedará gana de ser Rey". Pero estos insensatos gritaron cada vez más: "¡Que muera! ¡Que sea crucificado!".

      Pilatos mandó tocar la trompeta, y dijo: "Entonces, tomadlo y crucificadlo, pues no hallo en Él ningún crimen". Algunos de los sacerdotes gritaron: "¡Tenemos una ley por la cual debe morir, pues se ha llamado Hijo de Dios!". Estas palabras, se ha llamado Hijo de Dios, despertaron los temores supersticiosos de Pilatos; hizo conducir a Jesús aparte, y le preguntó de dónde era. Jesús no respondió, y Pilatos le dijo: "¿No me respondes? ¿No sabes que puedo crucificarte o ponerte en libertad?". Y Jesús respondió: "No tendrías tú ese poder sobre mí, si no lo hubieses recibido de arriba; por eso el que me ha entregado en tus manos ha cometido un gran pecado".

      Pilatos, en medio de su incertidumbre, quiso obtener del Salvador una respuesta que lo sacara de este penoso estado: volvió al Pretorio, y se estuvo solo con Él. "¿Será posible que sea un Dios? se decía a sí mismo, mirando a Jesús ensangrentado y desfigurado; después le suplicó que le dijera si era Dios, si era el Rey prometido a los judíos, hasta dónde se extendía su imperio, y de qué orden era su divinidad. No puedo repetir más que el sentido de la respuesta de Jesús. El Salvador le habló con gravedad y severidad; le dijo en qué consistía su reino y su imperio; después le reveló todos los crímenes secretos que él había cometido; le predijo la suerte miserable que le esperaba, y le anunció que el Hijo del hombre vendría a pronunciar contra él un juicio justo.

      Pilatos, medio atemorizado y medio irritado de las palabras de Jesús, volvió al balcón, y dijo otra vez que quería libertar a Jesús. Entonces gritaron: "¡Si lo libertas, no eres amigo del César!". Otros decían que lo acusarían delante del Emperador, de haber agitado su fiesta, que era menester acabar, porque a las diez tenían que estar en el templo. Por todas partes se oía gritar: "¡Que sea crucificado!"; hasta encima de las azoteas, donde había muchos subidos.

      Pilatos vio que sus esfuerzos eran inútiles. El tumulto y los gritos eran horribles, y la agitación del pueblo era tan grande que podía temerse una insurrección. Pilatos mandó que le trajesen agua; un criado se la echó sobre las manos delante del pueblo, y el gritó desde lo alto de la azotea: "Yo soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros responderéis por ella". Entonces se levantó un grito horrible y unánime de todo el pueblo, que se componía de gentes de toda la Palestina: "¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes!”.


**   *   ***   *   **

VIERNES SANTO, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH ( I )





      allándose Jesús con los tres Apóstoles en el camino, entre Getsemaní y el jardín de los Olivos, Judas y su gente aparecieron a veinte pasos de allí, a la entrada del camino: hubo una disputa entre ellos, porque Judas quería que los soldados se separasen de él para acercarse a Jesús como amigo, a fin de no aparecer en inteligencia con ellos; pero ellos, parándolo, le dijeron: "No, camarada; no te acercarás hasta que tengamos al Galileo". Jesús se acercó a la tropa, y dijo en voz alta e inteligible: "¿A quién buscáis?". Los jefes de los soldados respondieron: "A Jesús Nazareno". - "Yo soy", replicó Jesús. Apenas había pronunciado estas palabras, cuando cayeron en el suelo, como atacados por apoplejía. Judas, que estaba todavía al lado de ellos, se sorprendió, y queriendo acercarse a Jesús, el Señor le tendió la mano, y le dijo: "Amigo mío, ¿qué has venido a hacer aquí?". Y Judas balbuceando, habló de un negocio que le habían encargado. Jesús le respondió en pocas palabras, cuya sustancia es ésta: "¡Más te valdría no haber nacido!". Mientras tanto, los soldados se levantaron y se acercaron al Señor, esperando la señal del traidor: el beso que debía dar a Jesús. Pedro y los otros discípulos rodearon a Judas y le llamaron ladrón y traidor. Quiso persuadirlos con mentiras, pero no pudo, porque los soldados lo defendían contra los Apóstoles, y por eso mismo atestiguaban contra él. 


      Jesús dijo por segunda vez: "¿A quién buscáis?". Ellos respondieron también: "A Jesús Nazareno". "Yo soy, ya os lo he dicho; soy yo a quien buscáis; dejad a éstos". A estas palabras los soldados cayeron una segunda vez con contorsiones semejantes a las de la epilepsia. Jesús dijo a los soldados: "Levantaos". Se levantaron, en efecto, llenos de terror; pero como los soldados estrechaban a Judas, los soldados le libraron de sus manos y le mandaron con amenazas que les diera la señal convenida, pues tenían orden de tomar a aquél a quien besara. Entonces Judas vino a Jesús, y le dio un beso con estas palabras: "Maestro, yo os saludo". Jesús le dijo: "Judas, ¿tu vendes al Hijo del hombre con un beso?". Entonces los soldados rodearon a Jesús, y los alguaciles, que se habían acercado, le echaron mano. 

      Judas quiso huir, pero los Apóstoles lo detuvieron: se echaron sobre los soldados, gritando: "Maestro, ¿debemos herir con la espada?". Pedro, más ardiente que los otros, tomó la suya, pegó a Malco, criado del Sumo Sacerdote, que quería rechazar a los Apóstoles, y le hirió en la oreja: éste cayó en el suelo, y el tumulto llegó entonces a su colmo. Los alguaciles habían tomado a Jesús para atarlo: los soldados le rodeaban un poco más de lejos, y, entre ellos, Pedro que había herido a Malco. Otros soldados estaban ocupados en rechazar a los discípulos que se acercaban; o en perseguir a los que huían. Cuatro discípulos se veían a lo lejos: los soldados no se habían aún serenado del terror de su caída, y no se atrevían a alejarse por no disminuir la tropa que rodeaba a Jesús.

      Tal era el estado de cosas cuando Pedro pegó a Malco, mas Jesús le dijo enseguida: "Pedro, mete tu espada en la vaina, pues el que a cuchillo mata a cuchillo muere: ¿crees tú que yo no puedo pedir a mi Padre que me envíe más de doce legiones de ángeles? ¿No debo yo apurar el cáliz que mi Padre me ha dado a beber? ¿Cómo se cumpliría la Escritura si estas cosas no sucedieran?". Y añadió: "Dejadme curar a este hombre". Se acercó a Malco, tocó su oreja, oró, y la curó. 

      Los soldados que estaban a su alrededor con los alguaciles y los seis fariseos; éstos le insultaron, diciendo a la tropa: "Es un enviado del diablo; la oreja parecía cortada por sus encantos, y por sus mismos encantos la ha curado". Entonces Jesús les dijo: "Habéis venido a tomarme como un asesino, con armas y palos; he enseñado todos los días en el templo, y no me habéis prendido; pero vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas, ha llegado". Mandaron que lo atasen, y lo insultaban diciéndole: "Tu no has podido vencernos con tus encantos". Jesús les dio una respuesta, de la que no me acuerdo bien, y los discípulos huyeron en todas direcciones. Los cuatro alguaciles y los seis fariseos no cayeron cuando los soldados, y por consecuencia no se habían levantado. Así me fue revelado, porque estaban del todo entregados a Satanás, lo mismo que Judas, que tampoco se cayó, aunque estaba al lado de los soldados. 

      Todos los que se cayeron y se levantaron se convirtieron después, y fueron cristianos. Estos soldados habían puesto las manos sobre Él. Malco se convirtió después de su cura, y en las horas siguientes sirvió de mensajero a María y a los otros amigos del Salvador.



**   *    ***    *   **

jueves, 28 de marzo de 2013

INSTITUCIÓN DEL SANTO Y AUGUSTO SACRIFICIO DE LA MISA


   El Misterio de la Sagrada Eucaristía, instituida por el Sumo Sacerdote, Jesucristo, 
y por voluntad de El constantemente renovada por sus ministros, 
es como el compendio y centro de la religión cristiana.


   Cristo Nuestro Señor, «sacerdote sempiterno, según el orden de Melquisedec»(1), «como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo» (2), «en la última cena, en la noche en que se le traicionaba, para dejar a la Iglesia, su amada Esposa, un sacrificio visible —como la naturaleza de los hombres pide— que fuese representación del sacrificio cruento que había de llevarse a efecto en la cruz, y para que permaneciese su recuerdo hasta el fin de los siglos y se aplicase su virtud salvadora para remisión de nuestros pecados cotidianos..., ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre, bajo las especies del pan y del vino, y las dio a los Apóstoles, constituidos entonces sacerdotes del Nuevo Testamento, a fin de que, bajo estas mismas especies, lo recibiesen, al mismo tiempo que les ordenaba, a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, que lo ofreciesen»(3).

   El Augusto Sacrificio del Altar no es, pues, una pura y simple conmemoración de la Pasión y Muerte de Jesucristo, sino que es un Sacrificio propio y verdadero, por el que el Sumo Sacerdote, mediante su inmolación incruenta, repite lo que una vez hizo en la Cruz, ofreciéndose enteramente al Padre, Víctima gratísima. «Una... y la misma es la víctima; lo mismo que ahora se ofrece por ministerio de los sacerdotes se ofreció entonces en la cruz; solamente el modo de hacer el ofrecimiento es diverso»



   Si la piedad privada e interna de los individuos descuidase el Augusto Sacrificio del Altar y los sacramentos, y se sustrajese al influjo salvador que emana de la Cabeza en los miembros, sería, sin duda alguna, cosa reprobable y estéril; pero cuando todos los métodos y ejercicios de piedad, no estrictamente litúrgicos, fijan la mirada del alma en los actos humanos únicamente para enderezarlos al Padre, que está en los Cielos, para estimular saludablemente a los hombres a la penitencia y al temor de Dios, y arrancándolos de los atractivos del mundo y de los vicios, conducirlos felizmente por el arduo camino a la cumbre de la santidad, entonces son no sólo sumamente loables, sino hasta necesarios, porque descubren los peligros de la vida espiritual, nos espolean a la adquisición de las virtudes y aumentan el fervor con que debemos dedicarnos todos al servicio de Jesucristo."

   En el tiempo sagrado en que la liturgia nos propone los dolorosísimos tormentos de Jesucristo, la Iglesia nos invita a subir al Calvario para seguir de cerca las huellas sangrientas del divino Redentor, para sufrir con El gustosamente la cruz y excitar en nuestro espíritu los mismos sentimientos de expiación y de propiciación, y para que todos nosotros muramos juntamente con El.

   Trayendo a la memoria estos Misterios de Jesucristo, pretende la sagrada liturgia que todos los creyentes participen de ellos de tal manera, que la Divina Cabeza del Cuerpo Místico viva con su perfecta santidad en cada uno de los miembros. Sean las almas de los cristianos como altares en donde, en cierto modo, revivan las diferentes fases del sacrificio que inmola el Sumo Sacerdote: es decir, los dolores y lágrimas, que limpian y expían los pecados; la oración dirigida a Dios, que se eleva hacia el cielo; la entrega y como inmolación de sí mismo, hecha con ánimo pronto, generoso y solícito; y, finalmente, la estrechísima unión con la cual confiamos a Dios nuestras personas y nuestras cosas, y en El descansamos, «pues la esencia de la religión es imitar a aquel a quien adoras» (4).




NOTAS

(1) Sal 109,4
(2) Jn 13,1.
(3) Conc. Tridentino, ses.22 c.l.
(4) San Agustín, De la ciudad de Dios VIII c.17.


Extractos de la Encíclica Mediator Dei, 20 de Noviembre de 1947


miércoles, 27 de marzo de 2013

LIGNUM CRUCIS, SANTA CRUZ DE CARAVACA



   La Santa Cruz de Caravaca es un ¨Lignum Crucis¨, es decir, un fragmento de la verdadera Cruz a la que Jesús Nuestro Señor fue crucificado. Se conserva en un relicario con forma de cruz de doble brazo horizontal, (de 7 y 10 cms) y de 17 cms. de alto. Tiene forma y tamaño de un pectoral grande. Según la Tradición perteneció al Patriarca Roberto de Jerusalén, primer Obispo de la Ciudad Santa una vez conquistada a los musulmanes por la Primera Cruzada (1099). 

   Ciento treinta años más tarde (1229), en la Sexta Cruzada, durante la estancia en Jerusalén del Emperador Federico II, el sucesor de Roberto en el Patriarcado, tenía posesión de la Reliquia. Dos años después la Cruz estaba milagrosamente en Caravaca. La Tradición de la aparición se remonta al 3 de Mayo de 1232, cuando la  Santa Cruz apareció en el Castillo-Alcázar de Caravaca. En aquel tiempo, reinaba Fernando III el Santo en Castilla y León, y Jaime I en Aragón. El reino taifa de Murcia estaba regido por el famoso Ibn-Hud, que se reveló contra los almohades y dominó gran parte de Al-Andalus. Es, pues, en pleno territorio y dominación musulmana, cuando se narra el hecho. 

   Entre los cristianos prisioneros de los musulmanes estaba el sacerdote Ginés Pérez Chirinos que, venido de Cuenca, predicaba el evangelio a la morisma. El Sayid interrogó a los cautivos sobre sus respectivos oficios. El sacerdote contestó que el suyo era celebrar la Misa, suscitando la curiosidad del musulmán, el cual dispuso lo necesario para presenciar dicho acto litúrgico en el salón principal del Alcázar. Al poco el sacerdote se detuvo y dijo que no podía continuar por faltar en el altar el crucifijo. Y fue al momento cuando, por la ventana del salón, dos ángeles transportaron un ¨Lignum Crucis¨ que depositaron en el altar, y así se pudo continuar la Santa Misa. Ante la maravillosa aparición, el Sayid y toda la corte se bautizaron. Después se comprobó que la Cruz era la del Patriarca de Jerusalén.


   A partir de entonces, la Santa Cruz de Caravaca contribuyó de una manera decisiva a dar identidad a estos territorios y se erigió en un centro de peregrinación y de fomento de la Catolicidad. De este modo la Vera Cruz marca un espacio fronterizo, ya que la aparición de la Cruz en Caravaca ocurrió en la época de la instauración de la nueva frontera de Castilla-León frente a la Granada musulmana, con la incorporación del reino taifa de Murcia a la soberanía cristiana.

   La aparición de la Cruz en Caravaca inspiró al nacimiento de las órdenes militares para luchar por la Reconquista de la España musulmana y de Jerusalen. Los cristianos que llegaban a Caravaca se sentían como ¨tocados y cobijados¨ por una fuerza sagrada. De ahí que muchos liberados del cautiverio acudieran a depositar sus cadenas, como exvotos, a la pequeña capilla interior de la fortaleza, en donde custodiaba la Cruz la Orden militar encargada del Castillo. La orden militar de los Templarios fue la primera que custodió y defendió el castillo y la Cruz, después de unos años de posesión directa por las tropas castellanas. 


   El Padre Cuenca, en su "Historia sobre la Santísima Cruz" (escrita en 1722), afirma que "apenas ha habido algún Pontífice que no haya concedido alguna gracia o indulgencia a la Cruz." Podemos citar, entre otros, la Bula del Papa Clemente VII (1392). Así mismo podemos enumerar el Decreto de Clemente VIII (1597), el de Paulo V (1606), las Bulas de los Papas Alejandro VIII (1690) y Clemente XI (1705). En 1736 se concede a la Cruz el culto de latría. Léon XIII, en el 4 de diciembre de 1893, ratifica los mismos privilegios de los siglos XV y XVII.


*  *  * * *      * *** *      * * *  *  *

viernes, 22 de marzo de 2013

NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE LOS DOLORES





La Devoción a Nuestra Señora de los Dolores se difundió de manera especial por las apariciones de Nuestra Señora a Santa Brígida de Suecia, a la cual confirmó grandes gracias para aquellas almas piadosas que la honrasen en sus Siete Dolores.


Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

1. "Yo concederé la paz a sus familias."

2. "Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."

3. "Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»

4. "Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."

5. "Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."

6. "Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.

7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno."


Hoy pues, es oportuna esta conmemoración de la participación dolorosa que la Virgen Nuestra Señora tuvo en la Pasión y Muerte de Su Hijo Jesús, celebración instituida por el Papa Benedicto XIII en 1727, recogiendo así la tradición devota de los siglos cristianos y extendiéndola oficialmente por todo el Orbe Católico. Entre los conmovedores textos de la Misa de hoy sobresale la célebre Secuencia, impregnada de una dulce y serena tristeza, que es el carácter predominante de esta celebración mariana.


EL ROSARIO DE LOS SIETE DOLORES

http://sicutoves.blogspot.com.es/2012/09/los-siete-dolores-de-nuestra-senora.html




* * *    S E C U E N C I A   * * *

Stabat mater dolorosa
juxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

 Cuyus animam gementem,
contristatam et dolentem,
pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
Mater Unigeniti.

Quae moerebat et dolebat,
Pia Mater cum videbat
Nati poenas incliti.

 Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

 Quis non posset contristari,
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?

Pro peccatis suae gentis
vidit Jesum in tormentis
et flagellis subditum.

Vidit suum dulcem natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.

Eia Mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

 Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.

Sancta mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

 Tui nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.

 Fac me tecum pie flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.

 Iuxta crucem tecum stare,
et me tibi sociare
in planctu desidero.

 Virgo virginum praeclara,
mihi iam non sis amara:
fac me tecum plangere.

Fac ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
fac me cruce inebriari,
et cruore Filii.

Flammis ne urar succensus
per te Virgo, sim defensus
in die judicii

Christe, cum sit hinc exire,
da per matrem me venire
ad palmam victoriae.

 Quando corpus morietur,
fac ut animae donetur
Paradisi gloria.

Amen.


martes, 19 de marzo de 2013

SAN JOSÉ, ESPOSO DE NUESTRA SEÑORA, PADRE PUTATIVO DE CRISTO Y PATRÓN DE LA IGLESIA UNIVERSAL



"Parece que Jesucristo quiere demostrar que así como San José
 lo trató tan sumamente bien a El en esta tierra, 
El le concede ahora en el cielo todo lo que le pida para nosotros. 
Pido a todos que hagan la prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es 
ser devotos de este santo Patriarca".
( Santa Teresa de Jesús )


Justus ut palma florebit;
sicut cedrus Libani multiplicabitur. 
Plantati in domo Domini,
in atriis domus Dei nostri florebunt.

El Justo florecerá como la palma;
y descollará cual cedro del Líbano,
plantado en la casa del Señor,
en los atrios de Nuestro Señor.

( Salmo 91 )


      De la estirpe real de David, originario de la ciudad de Belén, ejercía su trabajo de carpintero en Nazaret. Fue providencialmente dado como esposo virginal a Nuestra Señora, concebida por obra del Espíritu Santo.

      La misión de San José fue la de defender ante el mundo el honor de la Virgen Madre, al tiempo que le procuró sustento no sólo a Ella, sino a Su Divino Hijo Jesús, a quien adoptó como hijo legal; Nuestro Señor, estuvo siempre sujeto a la autoridad de su padre putativo San José, de ahí que muchos santos, como Santa Teresa de Jesús, tuviesen al Patriarca como fiel intercesor, creyendo que así como en la tierra Nuestro Señor obedeció a San José, no menos hará en el Cielo, donde el Purísimo Guardián de la Sagrada Familia tiene un lugar privilegiado entre los Santos.


***   LOS SANTOS Y SAN JOSÉ   ***



      Ireneo de Lyon señaló que San José, al igual que "cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la María es figura y modelo."

      San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

      San Bernardino de Siena  "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.



      Santa Teresa de Jesús"Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado." 
      Hacia el final de su vida, la mística fundadora decía: "Durante cuarenta años, cada año en la Fiesta de San José, le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes frutos van a conseguir"

      San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de San José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" San José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. San José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.


( La presente estampa ha sido preparada para ser impresa por quien lo desee; se recomienda doblar a la mitad y plastificarla. Recuerda cuántos beneficios puedes alcanzar de San José si das a conocer a otras almas estas hermosas oraciones en su honor )



viernes, 15 de marzo de 2013

VERA CRUZ DE GRAN CANARIA





A continuación les comparto el artículo que escribí sobre
 la Vera Cruz y la Magna Procesión Interparroquial del Viernes Santo 
y que los buenos hermanos de "Motril Cofrade",
 han tenido a bien publicar en su revista anual.

Para ver el artículo en PDF, pueden visitar la página de Motril Cofrade

www.motrilcofrade.com




ablar de Semana Santa en las Islas Canarias supondría comenzar un recorrido histórico-político que nos lleva a situar la llegada de la Fe Católica a la Montaña Roja, y  la costa del  Rubicón, al sur de la isla de Lanzarote, donde se realizaron los primeros asentamientos de la expedición de Juan de Bethencourt  y  Gadifer de la Salle en 1402, debido a la existencia de buenos fondeaderos, pozos de agua salobre y la posibilidad de cazar focas monje en la cercana Isla de Lobos; y donde hoy en día, en dicho lugar, aún se conserva la base de la primera iglesia construida en Canarias, San Marcial de Rubicón y también de la primera Sede de la Diócesis, San Marcial del Rubicón. La cual se trasladaría en 1485 a El Real de Las Palmas, asentamiento origen de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria desde 1478, fecha en la que se inició la Conquista de la isla de Gran Canaria por parte del Capitán de la Corona de Castilla, Juan Rejón. Esta ciudad crecería paulatinamente, constituyéndose el Obispado de Canarias, el primer Tribunal de la Santa Inquisición, la Real Audiencia de Canarias y la residencia de Capitanes Generales de Canarias; convirtiéndose durante los siglos XVI y XVII en la Capital de Canarias.


      Sería desde 1483, final de la Conquista de la isla de Gran Canaria, con la incorporación de la isla a la Corona de Castilla por parte de Pedro de Vera, quien logró el sometimiento de los aborígenes de Gáldar en la zona noroeste de la isla; cuando comenzaron las fundaciones conventuales de franciscanos y dominicos y fueron los religiosos de ambas órdenes, especialmente los franciscanos, los que más fomentaron el culto a la Pasión de Cristo.

    Se tiene constancia de que en el año 1524 el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria  mandó construir una ermita dedicada al Cristo de la Vera Cruz, Patrono de Las Palmas de Gran Canaria, y que sobre las ruinas de ésta se colocó solemnemente la primera piedra de la actual Iglesia Matriz de San Agustín el 6 de junio de 1786, llamándosele Matriz por ser la primera parroquia de esta Diócesis y la madre de todas las que posteriormente se fueron creando; y donde se rinde culto en la capilla del Santísimo al patrono de la ciudad.
   
     Ya en 1579  estaba establecida en la antigua ermita de Vegueta de la Vera Cruz una cofradía consagrada al culto del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, era una congregación de sangre en la que los hermanos se flagelaban mientras estaba la procesión en las calles de Vegueta. Años después, en 1857, llegó a Las Palmas el documento solemne suscrito por el cardenal Alejandro Farsenio, Obispo de Ostia, por el que se hacían partícipes a los hermanos de la Cofradía del Crucificado del monasterio de San Francisco de Asís de Las Palmas, de las gracias espirituales concedidos por el papa Gregorio XIII.

     La primitiva y única imagen que recibía culto en la antigua ermita era la del Cristo de la Vera Cruz. Se supone que fue modelada en los talleres artesanales del estado mexicano de Michoacán, empleándose para ello la médula de la caña de maíz y llevada a Gran Canaria a mitad del siglo XVI. En palabras del cronista Domingo José Navarro Pastrana la efigie "era de cartón, bien modelada, y tenía la cabeza cubierta con cabello natural, cuyos bucles, cayendo sobre el cuello, al moverlos el aire, producían respetuoso temor"

   Dicha imagen se salvó de los incendios de las iglesias conventuales de San Francisco y Santo Domingo junto a la efigie del Señor de la Humildad. Pero con el paso de los siglos la imagen se fue deteriorando, como ya en 1642, los capitulares de Santa Ana recogen en sus actas que la imagen presentaba un lamentable estado de deterioro y tuvo por tanto que restaurarse. Posteriormente la imagen fue sustituida, cuando hacia 1778 el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria encarga al imaginero grancanario José Luján Pérez la actual imagen del Cristo de la Vera Cruz, cuyo modelado finaliza en 1780. La imagen actual se venera en la Parroquia Matriz de San Agustín (en la capilla del Santísimo) desde 1814 y goza de gran devoción en el barrio de Vegueta y en Las Palmas de Gran Canaria en general.


     El Santísimo Cristo de la Vera Cruz es una bella efigie, desde la inclinación de la cabeza hasta la línea del torso que caen sobre los pies clavados y cruzados. Su perfecta anatomía, escuálida, sangrante le dan un vigor y dramatismo contenido. Es el Patrón del Ayuntamiento de la Ciudad y por lo tanto es el Patrono de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria conjuntamente con Santa Ana. En 1974 fue adoptado como Patrono por la Policía Local de la ciudad. Dicho titular  realiza su desfile procesional el Viernes Santo a las siete de la tarde, formando parte de la Procesión Magna Interparroquial.

   La Procesión Magna Interparroquial o también conocida como la Procesión del Santo Entierro, congrega cada año a más de cincuenta mil personas; en ella procesionan quince pasos de la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria. Desde la Parroquia de Santo Domingo, salen las imágenes de la Santa Predicación de Nuestro Señor Jesucristo y Lágrimas de Santa María Magdalena. El Cristo es obra de José Luján Pérez y fue encargada por la Cofradía del Rosario de Vegueta en 1802 y Santa María es obra de Silvestre Bello. Tras este paso sale el Santísimo Cristo del Granizo, obra de Tomás Calderón de la Barca que se estrenó en la Semana Santa de 1779 y después lo hacen los cinco de la Hermandad del Santo Encuentro. 
  
    Desde la Parroquia Matriz de Las Palmas, San Agustín, salen, el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, en la que antiguamente los miembros del consistorio acudían vistiendo una hopa de seda roja, como Hermanos de la "Esclavitud de la Vera Cruz". El Santísimo Cristo es acompañado por San Juan Evangelista, ambas imágenes son de José Luján Pérez. La imagen de Nuestra Señora de los Dolores, conocida popularmente como "La Genovesa", se denomina así por su procedencia de la ciudad italiana de Génova. Dicha talla estuvo en el Convento de San Agustín. 

    Desde la parroquia de San Francisco de Asís, sale el Santísimo Cristo de la Agonía en el Huerto, obra de José Luján Pérez realizada en 1802 que va acompañada por el soberbio Ángel con el Sagrado Cáliz de la Pasión realizado por el escultor valenciano Miguel Ángel Casañ en 1958 y estrenado el Lunes Santo de 1959, y los Santos Apóstoles obra de Arsenio de las Casas, tras dicho paso procesiona el Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia y San Pedro de las Lágrimas. El Santísimo Cristo es la imagen cristífera más antigua de la Semana Santa de Las Palmas ya que data el siglo XVI. Fue restaurado por José Luján Pérez en 1804, que realizó un San Pedro de las Lágrimas en el mismo año para que acompañara al Señor. Tras este paso hace su salida la Santa Cruz desnuda con San Juan Evangelista y Santa María Magdalena. San Juan Evangelista data del siglo XVII y la imagen de la Santa de Magdalena es de mediados del Siglo XX y procesionan juntos desde 1958 junto a la Santísima Cruz desnuda. Tras este paso tiene lugar el paso del Santísimo Cristo yacente que data de 1920 y se encargó en sustitución de una antigua talla del Señor Difunto. 

   El Sepulcro es una obra diseñada por el pintor Manuel Ponce de León, tallada en madera y sobredorada, de traza neogótica lleva adosadas pequeñas esculturas que representan a los cuatro Evangelistas y cuatro ángeles con las insignias de la Pasión, obra de José Lujan Pérez. Por último cierra el cortejo la protagonista de la Semana Santa de Las Palmas, la imagen más venerada y la más antigua de la ciudad, acompañada de su Pontifica y Real Archicofradía Nuestra Señora de la Soledad de la Portería Coronada, en un hermoso paso de palio. Cabe destacar que fue la primera imagen mariana en el archipiélago canario que salió bajo palio. Cuando las imágenes de las distintas parroquias van llegando a la Alameda de Colón se van uniendo los pasos cronológicamente según los acontecimientos de la Pasión de Cristo. Esta procesión es organizada por la Unión de Hermandades, Cofradías y Patronazgos de Gran Canaria y la Pontificia y Real Archicofradía de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería Coronada.

    Realmente esta procesión se puede considerar un invento, de no hace muchos años. En un momento dado las autoridades eclesiásticas se dieron cuenta que la Semana Santa Capitalina había perdido interés, y que los fieles emigraban al sur de la isla llamados por el buen tiempo. Fue entonces cuando decidieron crear esta Magna Procesión que es la unión de tres procesiones, cada una de ellas con varios pasos. Crearon una procesión lo suficientemente llamativa como para lograr que los fieles no sucumbieran a las playas del sur y que los curiosos se acercaran a la procesión. La procesión transcurre por las calles de los históricos barrios de Vegueta y Triana, teniendo como salidas la Parroquia de Santo Domingo (cabecera de procesión), la Parroquia de San Agustín (centro de la procesión) y la Parroquia de San Francisco (cola de la procesión).  

    En el centro de la procesión desfila el Cristo de la Vera Cruz, Patrón de la Ciudad, y es éste quien centra nuestra atención. Antes de salir de su templo ya está formada la banda municipal, que está escoltada en ese momento por los maceros municipales.

    La imagen desde que sale está escoltada por la Policía Local con uniformidad de Gran Gala, ya que además de ser patrón de la Ciudad,  ya hemos dicho que también lo es de la propia Policía Local.
   
   Justo delante del trono procesiona el Sindaco Municipal. En otros municipios el Sindaco es el concejal más joven, sin embargo en Las Palmas de Gran Canaria es un vecino que fue nombrado en 1982 cuando por diversos motivos los concejales se negaron a salir en procesión y debía existir alguna representación oficial, con el tiempo todas las corporaciones han ratificaron el nombramiento y al volver los concejales a procesionar él pasó a ocupar la delantera del trono. Cómo símbolo de representación municipal luce medalla corporativa y fajín malva con el escudo municipal. Los concejales sólo procesionan con medalla corporativa.

   La corporación municipal procesiona en forma de U donde los brazos están formados por la oposición y la base por el grupo de Gobierno. El Alcalde o Primer Teniente de Alcalde preside esta formación portando el bastón de mando.

    Es importante  guardar la formación en U para mayor vistosidad protocolaria del desfile procesional. Los brazos de la U procesional están encabezados por los Maceros municipales que la salida del trono se posicionan adelantados al cortejo y dejan pasar al trono quedándose tras este y señalizando así el comienzo de la ubicación de los concejales.

    Los maceros, como todo el mundo saben son figuras que se otorgaban a las ciudades por Privilegio Real y siempre de dos en dos, Las Palmas de Gran Canaria tuvo cuatro igual que el Cabildo de la Isla, que los comparte porque en su momento fueron la misma administración, sin embargo por algún motivo en la ciudad menguaron y sólo quedan dos, el Cabildo como se podrá observar más adelante en alguna fotografía conserva los cuatro maceros originales.

    Como se ha dicho, el Obispo de la Diócesis y los miembros del Cabildo Catedral se incorporan a la procesión delante de la Catedral. Ven desfilar los tronos de la cabecera de la procesión, aquellos pertenecientes a la parroquia de Santo Domingo, y luego se incorporan a la Magna Procesión, convirtiéndose en cabecera de los tronos pertenecientes a la parroquia de San Agustín, donde desfila la Corporación Municipal. Esto hace muy llamativo el desfile del Cristo de la Vera Cruz, al tiempo que constituye el núcleo importante de toda la procesión, no podemos olvidar que se trata de un hecho eclesiástico y que en este punto se incorpora el Obispo de la Diócesis y su cúpula eclesiástica. 

      La procesión continua y cruza el barranco del Guiniguada, abandonando el barrio fundacional de Vegueta para entrar en el comercial barrio de Triana, justo en ese momento se incorpora el último cortejo procesional. Tras los tronos de la Parroquia de San Agustín, se incorporan los que salen desde la Parroquia de San Francisco, donde procesiona la Corporación Cabildicia ya que la Virgen de la Soledad de la Portería, Patrona del Cabildo Insular de Gran Canaria. Igualmente en este cortejo procesiona el Ejército del Aire, ya que ostenta el Alto Patronazgo del Cristo Yacente, así como el conjunto de autoridades asistentes.

      Tras procesionar por varias calles, entre ellas la comercial calle Mayor de Triana, el cortejo procesional vuelve a cruzar el Guiniguada para abandonar Triana y regresar a Vegueta. Al llegar a la Parroquia de San Agustín, el cortejo procesional de Santo Domingo sigue de largo camino de su Parroquia, sin embargo todo el conjunto que compone el grupo perteneciente a la Parroquia de San Agustín forma un pasillo de honor para el resto de la procesión.

     En la puerta principal de trono se ubica el Cristo de la Vera Cruz, a su izquierda el Obispo y la cúpula eclesiástica, a la izquierda de este conjunto la banda municipal de música. A la derecha del Cristo de la Vera Cruz, se ubican las otras dos imágenes que procesionan. Frente al Cristo y los miembros de la curia, forman en línea los miembros de la Corporación Municipal, escoltados en sus extremos por los maceros municipales, formando así un pasillo de honor y respeto para el cortejo procesional de la parroquia de San Francisco.

   Una vez está formado el pasillo de honor por allí van desfilando las diferentes imágenes del cortejo procesional de la Parroquia de San Francisco, con el Cristo Yacente escoltado por miembros del Ejército del Aire y la Virgen de la Soledad de la Portería como tronos principales.
      
      Al ser la Virgen de la Soledad de la Portería la Patrona del Cabildo Insular de Gran Canaria, tras ella desfila la Corporación Cabildicia de Gran Canaria, escoltada por los cuatro maceros.

     Tras el cortejo procesional de la Parroquia de San Francisco todos esperan a que el Cristo de la Vera Cruz vuelva a entrar en su templo, en ese momento el Obispo da por finalizada la procesión y se produce el saludo oficial entre los altos representantes eclesiásticos y los miembros de la Corporación Municipal. Una vez mas, como en tiempos pasados, Estado e Iglesia se unen bajo una única verdad: Jesucristo.


*  * *  * *   *  *  **  * *  *