ecorrieron un tramo más de calle y llegaron a la cuesta de una muralla vieja interior de la ciudad. Delante de ella hay una plaza abierta, de donde salen tres calles. En esa plaza, Jesús, al pasar sobre una piedra gruesa, tropezó y cayó; la Cruz se deslizó de su hombro, quedó a su lado y ya no se pudo levantar. Algunas personas bien vestidas que pasaban para ir al Templo, exclamaron llenas de compasión: "¡Ah, mira este pobre hombre, está agonizando!". Pero sus enemigos no tenían piedad de Él. Esto causó un tumulto y retraso; no podían poner a Jesús en pie y los fariseos dijeron a los soldados: "No llegará vivo si no buscáis a un hombre que le ayude a llevar la Cruz". Vieron a poca distancia un pagano, llamado Simón el Cirineo, acompañado de sus tres hijos, que llevaba debajo del brazo un haz de ramas menudas, pues era jardinero y venía de trabajar en los jardines situados cerca de la muralla oriental de la ciudad. Estaba atrapado en medio de la multitud y los soldados, habiendo reconocido por su vestido que era un pagano y un obrero de la clase inferior, lo agarraron y le mandaron que ayudara al Galileo a llevar su Cruz. Primero rehusó, pero tuvo que ceder a la fuerza. Sus hijos lloraban y gritaban y algunas mujeres que los conocían, se hicieron cargo de ellos.
(Cireneo de Granada, España)
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