jueves, 31 de agosto de 2017

SOY SEDEVACANTISTA PARA PERMANECER CATÓLICO

   
          NO PRETENDEMOS ESCANDALIZAR pero a veces es necesario defender ciertas verdades olvidadas, especialmente ante aquellos miembros de la Fraternidad de San Pío X, que no paran de atacar a los que optamos ser sedevacantistas para permanecer católicos.

        Los sedevacantistas, hemos optado por las catacumbas antes que traicionar la Fe colaborando o siendo sumisos con los herejes/masones que desde la muerte de Pío XII han usurpado la Sede Petrina.

        De reconocer al Papa como tal, le obedeceríamos sin reserva ni duda alguna. Por desgracia, el que ocupa la Cátedra de San Pedro, ni tan siquiera es sacerdote, ya que fue "ordenado" en el rito prefabricado del "Papa Montini"...



LA AUTORIDAD DE ROMA Y LA FRATERNIDAD DE SAN PÍO X

        "Pero si el sacerdote tradicionalista dice que la autoridad es revestida por Ratzinger (hoy Bergoglio) o el obispo del lugar, ¿cómo puede entonces afirmar que la Iglesia quiere que ejerza un apostolado no autorizado? Si la autoridad de Cristo reposa en el obispo del lugar, ¿cómo puede entonces la autoridad de Cristo querer que el sacerdote tradicionalista actúe contra el obispo del lugar? Si la autoridad de Cristo reside en Ratzinger, ¿cómo puede Cristo desear que un grupo de sacerdotes ejerza un apostolado en desprecio de Ratzinger?"

ACEPTACIÓN DEL "NOVUS ORDO" COMO MISA VÁLIDA

        "El deseo de colaborar con el Novus Ordo iba finalmente a entrar en conflicto con la resolución de mantener la Misa tradicional, y la Fe Católica en general. El Arzobispo, y con él la Fraternidad, iba a pasar veinticinco años de agonía, tratando de casar dos elementos contradictorios: el Novus Ordo y la Fe Católica. Y como el Novus Ordo está promulgado por el “papa”, el Arzobispo y la Fraternidad buscarán una vía media imposible, entre reconocer en él la autoridad de Cristo y resistir en él a la autoridad de Cristo."

        "Estas dos tendencias contradictorias de Monseñor Lefebvre, trabajar con el Novus Ordo, por un lado, y por el otro, preservar la Fe Católica, estarán en el origen de las dos tendencias que nacerán en Ecône: la línea de los blandos, los liberales, que pretendían comprometer la Fe Católica con el fin de obtener la aprobación del Novus Ordo; y la línea de los duros, que preferirán abandonar toda esperanza de aprobación por parte del Novus Ordo antes que comprometer la Fe."

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

        "Como dije hace diez años, en un artículo intitulado The Crux of the Matter, Monseñor dio a las dos facciones motivos de esperanza. Algunos actos y declaraciones se colocaban del lado de los blandos, otras del lado de los duros. El resultado fue que cada partido podía presumir de ser el intérprete de las ideas y de las tendencias de Monseñor."


   "En efecto, si es Monseñor Lefebvre quien tiene el mérito de haber armado y equipado este ejército de sacerdotes, es igualmente a él que pertenece la responsabilidad de haber llevado a estos sacerdotes –así como a los simples laicos que los asisten– a la trampa del gran enemigo. Esta trampa del enemigo consiste en atraer la resistencia al modernismo, haciéndola pasar por una rama tradicionalista de la religión modernista, una “High Church”, sobre el modelo de la rama conservadora del anglicanismo."


+Mons. Donald J. Sanborn
 (ordenado sacerdote por Mons. Lefebvre, el 29 de Junio de 1975
 y consagrado Obispo por Mons. Robert McKenna OP, el 19 de Junio de 2002)
Extractos de su artículo "Los Montes de Gelboé", en la revista Sodalitium n° 39, 1995).


Escudo Episcopal de Mons. Donald J. Sanborn



EL ALTAR DE NUESTRA MISA ES EL MISMO ALTAR DEL CALVARIO

    
      "Cuando te dirijas a la iglesia para oír la Santa Misa, piensa que vas al Monte Calvario para asistir a aquel Sacrificio sangriento que allí ofreció Jesús, pues el del Altar es el mismo que aquél, aunque con la diferencia de que en el Calvario se derramó la Sangre realmente (sacrificio cruento) y aquí, en el Altar, no se derrama (sacrificio incruento); allí en el Calvario se ofreció una sola vez y aquí, sobre el Altar, se ofrece todos los días...



...pero así éste como aquél le ofrece para salvarnos y redimirnos; en el Calvario se sirvió de la malicia de los judíos como de instrumentos, pero en el Altar se sirve del Amor excesivo con que nos ama, siendo este Amor quien le obliga a que renueve todos los días el mismo Sacrificio, y no una vez sola, sino tantas cuantas son las Misas que se celebran."
San Antonio María Claret
"Instrucción sobre la Santa Misa", en su libro "Camino recto y seguro".

miércoles, 30 de agosto de 2017

SANTA ROSA DE LIMA, CELESTIAL PATRONA DEL PERÚ


"Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones".

Papa Clemente IX



BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA

   Santa Rosa de Lima nació en el Virreinato del Perú (Imperio Español) en 1586, siendo la cuarta hija de una prole de trece hermanos. En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel Flores de Oliva, pero su madre, al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. El día de su confirmación en el pueblo de Quives, el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, la llamó Rosa sin que alguien pudiese darle noticia al arzobispo de este nombre tan particular e íntimo...

   Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. 

   Con los años, fue renunciando a los pretendientes y al matrimonio para entregarse por completa a Nuestro Señor. Tomó el hábito de las terciarias dominicas (túnica blanca y capa negra con velo de igual color) y se retiró a la soledad de una pequeña habitación, en donde viviría dedicada a la oración y a la penitencia; tan sólo abandonaba la celda para algún trabajo manual y para asistir a la Santa Misa.




   En múltiples ocasiones, los mismos familiares la consideraban equivocada en su modo de vivir. Alguna vez le protestó amorosamente a Nuestro Señor Jesucristo por todo esto, diciéndole: "Señor, ¿y a dónde te vas cuando me dejas sola en estas terribles tempestades?". Y oyó que Jesús le decía: "Yo no me he ido lejos. Estaba en tu espíritu dirigiendo todo para que la barquilla de tu alma no sucumbiera en medio de la tempestad".

   Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.

   Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.

   Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de Agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al Amadísimo Salvador. Tenía 31 años.

   El 5 de Abril de 1668 fue beatificada por el Papa Clemente IX, y 11 de agosto de 1670, su sucesor, Clemente X, declaraba a Santa Rosa, Celestial Patrona no sólo del Perú, (pues ya lo era por decreto de Clemente IX) sino de toda la América, Indias y Filipinas. Un año más tarde, después de haberse aprobado por la Sagrada Congregación de Ritos cuatro milagros obrados por su intercesión y debidamente comprobados, resolvió proceder a su canonización. Señalóse el día 12 de Abril para la augusta ceremonia. Fue voluntad del Papa que revistiera el acto inusitada pompa pues al lado de Rosa iban a ser elevados al honor máximo que la Iglesia concede a sus hijos, otros cuatro luminares de su Cielo: Cayetano de Tiene, Luis Beltrán, Felipe Benicio y Francisco de Borja.




martes, 29 de agosto de 2017

DEVOCIONARIO CATÓLICO: ACTO DE ENTREGA A NUESTRA SEÑORA

     A modo de devocionario virtual, iremos publicando (D.m.) las oraciones básicas que todo buen católico debe aprender y rezar con frecuencia. Algunas de ellas, están extraídas del libro "CAMINO RECTO Y SEGURO" del gran Apóstol San Antonio María Claret. Muy recomendable su rezo a diario así como su difusión, para lo cual nos podemos valer de la imagen que lleva la oración impresa. 



Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a Vos, y en prueba 
de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, 
en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de Bondad,
 guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.



(Del Devocionario de San Antonio María Claret,
 "CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO")


lunes, 28 de agosto de 2017

SAN AGUSTÍN, DE PECADOR A DOCTOR DE LA IGLESIA



BREVE BIOGRAFÍA DE 
SAN AGUSTÍN DE HIPONA

     San Agustín nació en Tagaste ( región enclavada en la que hoy es Argelia ) en el año 354. Hijo de un pagano, Patricio, y de una cristiana, Santa Mónica, modelo de madre y esposa cristiana. Desde niño destacó por su interés en conocer la Verdad, lo que le llevó a estudiar las diferentes corrientes filosóficas.
 

     Engañado por la doctrina de los maniqueos ( doctrina fundada por el filósofo persa Manes que se basa en la existencia de dos principios eternos,absolutos y contrarios,el bien y el mal ) la profesó en Cartago (374-383), Roma (383) y Milán (384). Los maniqueos eran sumamente rigoristas en las cuestiones de la moral, factor que terminó de convencer a San Agustín para convertirse en un fiel devoto de esta herejía.

     Pero pronto comprendió que la Verdad se encontraba en la Iglesia Católica, que enseña (contrariamente a la doctrina maniquea) que las cosas, estando subordinadas a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

     La convicción de haber recibido una señal divina lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San Agustín escribió sus primeras obras. En la Pascua del año 387, cuando contaba con treinta y tres años, fue bautizado por San Ambrosio, quien junto con Santa Mónica, hicieron ver a San Agustín que la Doctrina Católica era la única verdadera. El Santo Bautismo su primer paso en su consagración absoluta a la causa de Dios.


     San Agustín, ya convertido, se dispuso volver con su madre a su tierra en África, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero su madre, Santa Mónica, que tanto sufrió por su conversión a la Fe Católica, ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía morir tranquila; sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada :  

 
"¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco días después le invadió una fiebre y murió. Murió pidiendo a su hijo "que se acordara de ella en el altar del Señor". Murió en el año 387, a los 55 años de edad.

     En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el anciano Obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos.



     Tras la muerte de Valerio, hacia finales del 395, San Agustín fue nombrado Obispo de Hipona. Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció a la vez de Pastor, administrador, orador y juez.

     Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo de ser responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una encendida respuesta de San Agustín, recogida en La Ciudad de Dios, que contiene una verdadera filosofía de la Historia Cristiana.

     Durante los útimos años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África (iniciadas en el 429), a las que no escapó su ciudad episcopal. Al tercer mes del asedio de Hipona, cayó enfermo y murió en el año 430.

domingo, 27 de agosto de 2017

CON DIOS A SOLAS ( XXIII ) por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo

Cumplan estas MEDITACIONES-LECTURAS el fin que me he propuesto, o sólo resulten un poco de ceniza fría en lugar de brasa encendida, te las presento con el deseo de que Dios, por medio de ellas, te ayude y esfuerce a vivir santamente en tu retiro la vida espiritual, la vida verdaderamente santa y que más alegrías y dulzuras hace gustar aun en este mundo.


(Padre Valentín de San José, en el prólogo de "Con Dios a solas")




     Mi obligación es amar y vivir todas las obligaciones y obras que enseña el amor de Dios. Jesús nos dijo: "Aquel que me ama de verdad cumple mis mandamientos, y el primero de todos es amar a Dios con todas las fuerzas. El amor de Dios ha de ser mi guía y mi maestro; el amor de Dios me enseñará la abnegación y la caridad; el amor de Dios me está llamando para vivir en Dios y su vida y me enseña a buscarle y escucharle y acompañarle en la oración, que es trato de amor y ejercicio de amor.

     El amor de Dios es santo y la santidad misma; tiene por fruto las virtudes. El que ama pertenece al corazón de la Iglesia. La santidad es amor y al amor está ofrecida esta mi Orden y tiene por fin vivir las obras del amor. 

     Si quiero ser el corazón de la Iglesia, como es mi deber y el fin de mi Orden, quedo obligado a vivir ininterrumpidamente escondido en el pecho y el Amor de Dios. Mostraré mis pulsaciones y mi amor por las obras que realice. Dios me ha señalado como fin en su Iglesia amar, expiar, comunicar calor y vida a todos los demás miembros del Cuerpo Místico de Cristo, llorar los pecados, apostasías e incredulidad de todos los hombres sin excepción; rogar por los apóstoles del Señor para que sean santos y por todos los católicos, para que sean fieles y por todas las almas, para que vengan a vivir la luz de Cristo.



sábado, 26 de agosto de 2017

LA SABATINA A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

          LA SABATINA es como piadosamente se llama a las oraciones que se dedican a Nuestra Señora del Carmen los Sábados, por la Promesa que Ella misma pronunciara, asegurando la liberación del Purgatorio de los devotos de Su Escapulario el sábado siguiente a su muerte.



Acto de Consagración a Nuestra Señora la Virgen del Carmen

(Para ser realizado los Sábados, por aquellos que vestimos Su Bendito Escapulario)


Virgen del Carmen, llevamos sobre nuestro pecho Vuestro Santo Escapulario, signo de nuestra consagración a Vuestro Corazón Inmaculado. Madre querida, somos Vuestros hijos, unos hijos de Vuestra entera pertenencia.
Nuestra consagración, Señora, nos exige una entrega sin reservas a Vuestra Sagrada persona, una dedicación generosa a Vuestro servicio, una fidelidad inquebrantable a Vuestro amor y una solicita imitación de Vuestras virtudes. Queremos vivir, conforme al viejo ideal carmelitano: en Vos, con Vos, por Vos y para Vos. 
Gracias a Vuestro Bendito Escapulario, Virgen del Carmelo, somos miembros de Vuestro cuerpo místico del Carmelo y participamos de la consagración comunitaria de la Orden a Vos, que sois su cabeza. Nuestra consagración se une pues, a la Orden de toda la Familia Carmelitana y acrecienta así su valor y eficacia. 
Santa María, Abogada y Mediadora de los hombres, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son Vuestros hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagraros la Iglesia y el mundo, nuestras familias y nuestra amada Patria.
Os consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los tentados, los perseguidos, los marginados, los presos, los desterrados, los enfermos, los hambrientos….Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos del todo Vuestros ahora en el tiempo; que los sigamos siendo también un día en la Eternidad.
Así sea.

Antífona

Hoy recordamos a Nuestra Señora la Virgen María, Madre Hermosa del Carmelo. Hoy los hijos de Su amor cantamos Sus misericordias. Hoy la Estrella del mar brilla ante Su pueblo como signo de esperanza y de consuelo.

Oración
Señor Dios Nuestro, que habéis honrado a la Orden del Carmen con la advocación especial de la Bienaventurada y siempre Virgen María, Madre de Vuestro Hijo; conceded a cuantos hoy celebramos su recuerdo que, guiados por Su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.






viernes, 25 de agosto de 2017

EL SANTO MONARCA LUIS IX, REY DE FRANCIA

"Nosotros, los hijos de la Iglesia, no podemos de ninguna manera 
ocultar las heridas hechas a nuestra Madre,
 menosprecio hacia ella, sus derechos violados... 
 luchar hasta la muerte, si es necesario, 
por nuestra Madre, con armas que son adecuadas; 
no con escudos y espadas, pero con oraciones y lágrimas delante de Dios "

(San Luis, IX de ese nombre, Rey de Francia)



     Nació en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado Rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.

      En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

      Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234.  


      Ya Rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, Conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

      En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la Historia. Las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. En la política, San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Sabía que el gobierno es más un deber que un derecho; el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

      Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del Reino.

      El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra.

      San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

      Fue exquisito en su trato, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.


LA SANTA CORONA DE ESPINAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

      Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la Cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

      A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con Nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

      En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente, el Papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo Crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

      En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, Conde de Champagne y Rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

     Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

     Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el Rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

     El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta. Sin embargo, cuando el ejército, es atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió por fin, retirarse, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros.




     Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

     A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

     Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El Papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

     En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

     Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del Rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

     El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el Legado Pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

     Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).



Francisco Martín Hernández, San Luis Rey de Francia
en Año Cristiano, Tomo III, Madrid, Editorial Católica (BAC 185), 
Año 1959, pp. 483-489.



jueves, 24 de agosto de 2017

"...YO NO QUIERO MÁS QUE UN CAMINO, EL QUE LLEVA AL SAGRARIO"


     Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos el día de hoy al Misterio Eucarístico y a orar insistentemente por la santidad de nuestros sacerdotes.

     Para ayudarnos a meditar sobre la Presencia Real de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía, traemos algunos extractos del libro "EL ABANDONO DE LOS SAGRARIOS"; pido a Dios que su lectura anime a todos a conocer los escritos de este Santo Obispo que quiso vivir y morir pregonando la alegría de tener a Nuestro Señor, escondido en el Sagrario, como fuente de gracias si a Él acudimos con espíritu de entrega y sacrificio, al igual que en el Calvario.




     ¿Hay abandono de Sagrario? Para responder con rigor lógico, distingo dos clases de abandono de Sagrario: uno que pudiera llamarse exterior y otro interior o espiritual. Llamo abandono exterior a la ausencia habitual y voluntaria del Sagrario por parte de los católicos que lo conocen y pueden ir a visitarlo […] El abandono interior es ir al Sagrario con el cuerpo y no con el alma. Ir a él y no estar en él...

     ¡Oh, Dios mío! ¡Los Sagrarios abandonados! ¡Sagrarios de llaves enmohecidas de no servir; de vecinos que no conocen ni las palabras Eucaristía, Comunión, Santísimo Sacramento! Los Sagrarios sin niños que cariñosamente alboroten. Sin doncellas que perfumen con su pureza y su recato. Sin viejecitas que se consuelen. Sin lágrimas de arrepentidos. Sin suspiros de amadores. Sin rodillas de agradecidos. Sin... ¡Dios mío, Dios mío, sin nada que te halague, que te confiese, que te haga sentir! ¡Sin nada!. 

     Si fuéramos consecuentes con nuestra fe en la Presencia Real de Jesucristo en nuestros Sagrarios, ¡cómo deberíamos pensar, querer, sentir y proceder de manera distinta a la forma en que pensamos, queremos, sentimos y procedemos!.

     Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los saciaré de pan..."




     ¡Ay! abandono del Sagrario, ¡cómo te quedaste pegado a mi alma! ¡Ay! ¡qué claro me hiciste ver todo el mal que de ahí salía y todo el bien que por él dejaba de recibirse!. 

     El Evangelio no es sólo la historia de las mayores finezas y generosidades divinas, sino la de los mayores abandonos humanos […] ¡Eucaristía! ¡Evangelio siempre nuevo y siempre vivo! ¡Historia viviente de finezas y generosidades divinas, pero sin fin! ¡Hombres! ¡hombres!, ¿será también la Eucaristía la historia de vuestros grandes abandonos?.... 

     ¿Verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca?”. 

     De mí sé deciros que aquella tarde en aquel rato de Sagrario, entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que antes no había ni soñado […] Ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo, para quererlo yo por todo el pueblo. Emplear mi sacerdocio en cuidar a Jesucristo en las necesidades que su vida de Sagrario le ha creado. Alimentarlo con mi amor. Calentarlo con mi presencia. Entretenerlo con mi conversación. Defenderlo contra el abandono y la ingratitud.