Ahondemos en los sentimientos de agonía de Jesús en su oración en Getsemaní; acompañemosle en sus afrentas en el Sanedrín; contemplemos con dolor y contricción la crueldad de sus verdugos flagelándole...¿cómo no conmovernos con tal injusticia?. Deberíamos ser nosotros quienes padeciésemos semejantes penas por nuestros pecados.
Permítanme traerles una vez más las Revelaciones de Nuestro Señor a Sor Josefa Menéndez; en este breve extracto de las mismas, el Sagrado Corazón se queja a la humilde monja de lo miserables y apegados que podemos ser aquéllos que más debiéramos amarle:
“Hay almas cristianas y muy piadosas, detenidas por un afectillo, un apego, que les impide correr por el camino de la perfección. Si otra alma ofrece sus obras y sacrificios, uniéndolos a mis méritos infinitos, les alcanza que salgan del estado en que están y adelanten en la virtud”.
“Otras almas viven en la indiferencia o en el pecado, ayudadas del mismo modo, recobran la gracia, y se salvan. Otras, y no tan pocas, viven obstinadas en el mal y ciegas en su error. Se condenarían, pero las súplicas de un alma fiel consiguen que la gracia toque, al fin, su corazón. Y si su flaqueza es tan grande que han de volver a caer en su vida de pecado, me las llevo a la eternidad, y así las salvo”.
"Un Llamamiento al Amor"
23 de Marzo de 1921
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Precioso texto. Gracias
ResponderEliminarEnhorabuena por el nuevo aspecto.