Siempre que nombramos al Esposo de María Santísima, pensamos en el Espíritu Santo que lo fue realmente, pero nos olvidamos de que San José también lo fue, y lo fue como lo mandaban las leyes hebreas de su época. Él fue en la tierra el esposo verdadero, legitimo y único de la Virgen. Fue su compañero en su vida.
Padre putativo de Jesús, Cabeza de la Sagrada Familia. Él vivió en la tierra con dos personajes celestiales, Jesús y María, las dos únicas personas que no tendrían ninguna clase de pecado, ni siquiera el original. Él vivió junto a ellos las penalidades para encontrar posada en Belén; las inquietudes y sufrimientos de la huida a Egipto y de su regreso, los gozos y los dolores de todo cuanto les pasaba y estaba anunciado.
San José fue un hombre singular, excepcional, escogido por el Padre Celestial para hacerlo en la tierra padre de su Unigénito. San José es y será para todos los tiempos un modelo a imitar.
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Amado San José, haz crecer en mi la fe; que en ella buscaré la esperanza y caridad, Amén.
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