Opinan muchos que San Pedro entró en Antioquía al tercero o cuarto año de la muerte del Salvador; pero es más probable que
no fue hasta después de la conversión milagrosa de Cornelio centurión.
Noticiosos los Apóstoles de los rápidos progresos que hacia el evangelio
en aquella populosa ciudad, enviaron allí a San Bernabé, para que de
vuelta de Tarso, en compañía de San Pablo, cultivasen los dos la
cristiandad de Antioquía. Un año estuvieron en ella juntando el rebaño
antes que viniese el mayoral de los pastores, quien por consiguiente no
estableció su primera silla patriarcal hasta siete ú ocho años después
de la Pasión de Cristo, que viene a concurrir con el año de cuarenta.
Siete años gobernó San Pedro la Iglesia de Antioquía, hasta que
habiendo penetrado en el Occidente las luces de la fe, pasó a colocar su
silla en la capital de todo el universo, y fijó, según los eternos
designios de la Divina Providencia, el centro de la unidad y la cátedra
de la religión en Roma, que hasta entonces había sido la señora del
mundo.
Fácilmente se puede discurrir los maravillosos
progresos que haría el evangelio en Antioquía por el celo del Príncipe
de los apóstoles; mas no son tan fáciles de comprender ni de contar los
prodigios que obró por todo el tiempo que duró su residencia en aquella
ciudad. Basilio de Seleucia, que floreció en el año de 450, habla de los
milagros que obró San Pedro en Antioquía como de cosa notoria, sabida
de todo el mundo. A los Patriarcas de Antioquía se les da el título de
sucesores en la cátedra de San Pedro; en cuya atención eran respetados
como cabezas de todos los obispos de Oriente, y después de la Romana era
reputada aquella dignidad por la primera de la Iglesia.
Es
tan antigua en ella la fiesta de este día con el título de la cátedra de
San Pedro, que ya se celebraba en Roma hacía la mitad del cuarto siglo,
como se observa en un calendario dispuesto por el tiempo del Papa
Liberio, donde tal día como hoy se lee: Natalis Petri de Cathedra; es
decir, el día aniversario de la cátedra de San Pedro en Antioquía.
Creen algunos que la costumbre establecida ya en el testamento
antiguo, y tan religiosamente observada por la Iglesia católica en todos
tiempos, de celebrar cada año la fiesta de la dedicación de los templos
consagrados a Dios, movió a los fieles a celebrar también la de la
consagración de los obispos, templos vivos del Señor, y como el alma de
los otros templos materiales; pero especialmente a solemnizar la fiesta
anual del obispado del obispo de los Obispos, cabeza de todos los
pastores después de Jesucristo, su lugarteniente y príncipe de los
apóstoles, el gloriosísimo San Pedro.
(“Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año” del padre Juan Croisset)
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