En el siglo se llamó Adriana y nació en Francia en 1876. Educada en la fe católica desde niña, a los nueve años ya estaba determinada a ser religiosa. A los 20 años de edad, en 1896, ingresa en la Visitación de Dreux (Francia). A partir de 1902 fue bendecida con una serie de revelaciones místicas sobre el Amor Misericordioso de Jesús. Comenzó a escribir dichas experiencias sobrenaturales bajo el pseudónimo de “Sulamitis P.M.”.
En 1912, sin tener conocimiento particular de pintura, pintó el cuadro del “Amor Misericordioso”: Cristo crucificado en el centro, con los ojos en el cielo y en el fondo una gran Hostia con las siglas JHS; del Corazón de Jesús irradian unos rayos de luz que iluminan la Biblia que se encuentra al pie del crucifijo con el versículo: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado"; también al pie de la Cruz se encuentra una corona real que indica el despojo de Nuestro Señor de su Gloria Divina para asumir nuestra naturaleza mortal convirtiéndose en Siervo.
Desde 1915 la actividad literaria de Sor María Teresa fue aumentando considerablemente, y hacia el final de la Primera Guerra Mundial la doctrina del Amor Misericordioso, así como la imagen, ya se encontraba difundida por Francia y parte de Europa. En España, para poder difundir el mensaje del Amor Misericordioso, Sor María Teresa contó con la ayuda del Padre Juan Arintero González OP, Dominico español, publicando los mensajes en su revista “Vida Sobrenatural” a partir de 1922.
Sor María Teresa vivió en el monasterio de Dreux hasta 1940. Más tarde, a causa de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad se trasladó a Vouvant (y de nuevo a La-Roche-sur-Yon en 1997), donde después de una vida de dedicación y ocultación, murió en olor de santidad en 1943.
La doctrina revelada a Sor María Teresa presenta a Dios que sale al encuentro del pecador y busca su conversión, favoreciendo en el alma una actitud de confianza, abandono filial y correspondencia generosa a la gracia divina. Otros aspectos comprendidos son la infancia espiritual, la ofrenda de la propia vida, el valor de las pequeñas acciones hechas por amor y la oración por los sacerdotes y religiosos.
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