Grande es la dignidad de los sacerdotes, pero no menor la obligación que sobre ellos pesan. Los sacerdotes suben a gran altura, pero se impone que a ella vayan y estén sostenidos por extraordinaria virtud; de otro modo, en lugar de recompensa se les reservará gran castigo, como opina San Lorenzo Justiniano (...). San Pedro Crisólogo dice a su vez que el sacerdocio es un honor y es también una carga que lleva consigo gran cuenta y responsabilidad por las obras que conviene a su dignidad (...).
Todo cristiano ha de ser perfecto y santo, porque todo cristiano hace profesión de servir a un Dios Santo. Según San León, cristiano es el que se despoja del hombre terreno y se reviste del hombre celestial (...). Por eso dijo Jesucristo: Seréis, pues, vosotros, perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto [Mt 5, 48]. Pero la santidad del sacerdote ha de ser distinta de la del resto de los seglares, observa San Ambrosio (...), y añade que así como la gracia otorgada a los sacerdotes es superior, así la vida del sacerdote tiene que sobrepujar en santidad a los seglares (...) y San Pedro Pelusio afirma que entre la santidad del sacerdote y la del seglar ha de haber tanta distancia como del cielo a la tierra (...).
Santo Tomás enseña que todos estamos obligados a observar cuantos deberes van anejos al estado elegido. Por otra parte, el clérigo dice San Agustín está obligado a aspirar la santidad (...). Y Casiodoro escribe: “El eclesiástico está obligado a vivir una vida celestial” “El sacerdote está obligado a mayor perfección mayor perfección que el que no lo es”, como asegura Tomás de Kempis (...), pues su estado es más sublime que todos los demás. Y añade Salviano que Dios aconseja la perfección a los seglares, al paso que la impone a los clérigos (...).
La dignidad y la santidad sacerdotal de San Alfonso María de Ligorio
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