jueves, 18 de mayo de 2017

LA CANONIZACIÓN DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ ( II )


SERMÓN PRONUNCIADO POR EL PAPA PÍO XI
con motivo de la Canonización de Santa Teresa de Liseux
el 17 de Mayo de 1925


     Siendo así, no debemos sorprendernos de que esta santa hermana se haya realizado tal como lo ha dicho Cristo: “Quien se haga como este niño será el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:4). La benevolencia divina la ha enriquecido con el don de una casi singular. Después de haber recibido en gran medida la verdadera doctrina de la fe de la enseñanza del catecismo, la ascesis del libro dorado de la Imitación de Cristo y de los volúmenes místicos de su padre San Juan de la Cruz, también alimentan su mente y su corazón con asiduidad la lectura de las Sagradas Escrituras, el Espíritu de la verdad le comunico y manifestó lo que suele esconder a los “sabios y orgullosos” y revela a “los más pequeños”; de hecho, ella – según el testimonio de nuestro predecesor- estaba dotada de tanta ciencia de las cosas celestiales que puede señalar a otros el camino cierto de la salvación. 




     Y a partir de esto que ofrece una rica participación de la luz y de la divina gracia encendió en Teresa un incendio tan grande de caridad que, portándola continuamente fuera del cuerpo, al final la consumió, tanto que, poco antes de salir de esta vida, ella podía decir con franqueza “No le he dado a Dios otra cosa que amor”. Resulta claro que por esta ardiente caridad, en la joven de Lisieux existía el propósito y el empeño “Trabajar por amor de Jesús, solo para complacerlo, para consolar su santísimo corazón y para promover la salvación eterna de las almas, que Cristo amó para siempre” que ella había comenzado a hacer, y obtiene  al momento de entrar en la patria celestial y se comprende ahora, fácilmente, con aquella mística lluvia de rosas, que por concesión divina, ella había prometido aún en vida y que ya ha derramado sobre la tierra y sigue derramando.

     Por lo tanto, venerables hermanos y amados hijosdeseo firmemente que todos los cristianos  sean dignos de participar en esta  gran efusión de gracias, patrocinada por la Pequeña Teresa;  Pero deseamos mucho más fervientemente  que todos los fieles que la miran con diligencia, se comporten como niños, porque si no son talescomo dice Cristo, serán excluidos del reino de los cielosSi todo descubrieran este camino de la infancia espiritual, todo el mundo verá lo fácil que es conseguir aquella corrección de la sociedad humana que hemos propuesto desde  temprano en nuestro pontificado y especialmente iniciando este Jubileo Máximo.

     Así que hacemos nuestra la oración con la que la nueva  Santa Teresa del Niño Jesús,terminó su preciosa autobiografía"Te rogamos, oh buen Jesúsque resguardes el gran número de las pequeñas almas y elige en la tierra una legión de víctimas, que sean dignos de tu amor”. Que así sea.




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