En la Historia de la Iglesia, en la Vida de los Santos, encontramos un sinnúmero de manifestaciones marianas; desde los tiempos evangélicos, cuando Nuestra Señora vino en carne mortal a Zaragoza para manifestarse al Apóstol Santiago, pasando por la intervención de la Madre de Dios en la Batalla de Lepanto, la Virgen siempre Pura no ha dejado de intervenir en favor de aquellos que se acogían bajo Su protección. En Lourdes, se apareció como la Inmaculada, para confirmar Su alegría por el entonces recién proclamado Dogma que a todos enseña que la Virgen nació sin mancha de pecado original. En Fátima, en medio de La Gran Guerra, para dar consuelo y advertir a la humanidad de que no podía seguir de espaldas a Dios.
Como ya reseñé en artículos anteriores, el Mensaje de Fátima, en su conjunto, no ha conocido aún su plenitud, pues María Santísima prometió el 13 de Julio el advenimiento de Su Reino cuando dijo "Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará" y ese triunfo lo vaticinaron atrás Santos como San Luis Grignión de Montfort y lo aseguran en nuestra época Pontífices como el Venerable Pío XII, como cuando aseguraba que "la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial." (1)
Al igual que ocurriera en Lourdes (1858) y luego en Fátima (1917), la Virgen en Garabandal enseñó a las niñas a rezar, a persignarse correctamente, a ser piadosas y correctas cuando recitasen las oraciones; en Fátima, la Virgen María corrigió a Francisco por rezar mal el Rosario; en la aldea de las montañas de Santander, Nuestra Señora hizo lo propio con las niñas y tuvo además la gracia particular de pedir a las videntes que recitaran las oraciones con un ritmo sumamente lento, (ver el vídeo con el audio original al final del texto) como saboreando cada palabra, quedando envueltas en una dulce melodía. Testimonio de ello son los audios que aunque no son límpidos por la calidad de la tecnología de la época, son reflejo del amor que traspiraban aquellas voces infantiles.
La coincidencia con las Apariciones de Fátima no acaba ahí; en San Sebastián de Garabandal como en Cova de Iría, Nuestra Señora solicitó a las niñas sacrificios por los pecadores. En Fátima, en la Aparición de Julio, el pedido de la Virgen fue claro: "Sacrificaos por los pecadores..."; de igual modo, en Garabandal, en el Mensaje del 18 de Octubre de 1961 la Madre de Dios pidió "Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia" y en el del 18 de Junio de 1965, la Señora termina con un llamado en la misma línea, al que agrega una norma para todo buen católico: "Debéis sacrificaros más... Pensad en la Pasión de Jesús". La Virgen Santísima nos pide desde Garabandal a todos sus hijos, que seamos sacrificados y que tengamos siempre a la vista los dolores y padecimientos de Su Hijo en Su Cruel Pasión... ¿cómo no va a hacer semejante pedido la Madre de Dios si Ella fue la primera en adorar la Cruz del Calvario?. Imita también en esto a Nuestra Señora.
En Fátima, los pastorcitos quisieron cumplir con la llamada de Nuestra Señora al sacrificio usando una áspera cuerda que llevaban atada día y noche a la cintura, por dentro de la ropa; pasaban sed los días de calor y no pocas veces se abstenían del almuerzo. La Virgen se compadeció tanto de aquellas almas inocentes, que les aclaró que "Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiero que durmáis con la cuerda puesta, llevadla durante el día.” En modo parecido, en Garabandal las niñas tomaron en serio el pedido de la Virgen y comenzaron a usar una especie de cilicio en la cintura, que no apretaban demasiado "para que no hiciese daño" -en palabras de Conchita- pues las videntes no entendían el significado profundo de la palabra "sacrificio", que Nuestra Señora tuvo a bien explicarles después.
Conchita González, la principal de las videntes, escribió en su "Diario" en relación a los sacrificios que les pedía Nuestra Señora: "Un día, en una aparición de la Virgen, nosotras llevábamos puesto el cilicio, aunque muy flojo y, para que Ella se diera cuenta de que lo llevábamos (lo teníamos en la cintura), nos lo palpábamos de cuando en cuando. Al fin nos dijo: "Sí, ya sé que lo lleváis; pero no es eso precisamente lo que pido de vosotras ni lo que más me agrada, sino la fidelidad en la vida ordinaria".
Una vez más, he aquí un punto que habla de la veracidad de las Apariciones de la Virgen en Garabandal: la Santa Madre de Dios continua con su pedido a la oración y al sacrificio, entendiendo éste en el amplio sentido de una correcta espiritualidad, no como una mera penitencia corporal -que es buena y provechosa para el alma en determinados momentos, especialmente cuando mortificamos el apetito- sino que el auténtico sacrificio, como enseña la Santa Iglesia y recuerda Nuestra Señora, entraña el cumplimiento de la Voluntad de Dios en cada momento, "la fidelidad en la vida ordinaria", aceptando con alegría las circunstancias que se nos presenten en cada momento y entendiendo que todo es prueba y ocasión de santificar nuestra alma. El Padre José María Rubio, sintetizó muy bien esta aceptación de la Voluntad de Dios cuando enseñaba aquello de "Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace".
Nuestra Señora pidió a las videntes que recitaran las oraciones con un ritmo sumamente lento,
como saboreando cada palabra, quedando envueltas en una dulce melodía
como saboreando cada palabra, quedando envueltas en una dulce melodía
Cuando rezamos el Avemaría, en la segunda parte decimos "... ruega por nosotros, pecadores, AHORA y en la hora de nuestra muerte..."; ese AHORA hace referencia al tiempo presente, a hoy, a este momento justo, que estás con éste o aquél problema. Nos encomendamos a la Virgen Santísima sabiendo que Ella intercede por nosotros siempre, pero especialmente AHORA. Por eso, el Señor quiere tu AHORA, tu presente, tu sacrificio de hoy, tu buena resolución hoy, que seas fiel hoy y siempre, pero especialmente hoy.
Ojalá que en este Tiempo de Cuaresma recuerdes con frecuencia el pedido de la Virgen en Fátima y en Garabandal... sería tan bueno que la honraras cada día con el rezo del Santo Rosario... Ofrece a Dios los pequeños inconvenientes diarios, las pequeñas cruces que, como Cireneos, no nos ha tocado otro remedio que llevar, pero que si nos aferramos de la mano de la Virgen Santa, será cruz liviana y consuelo para aquellos Sagrados Corazones que sólo han sabido amarnos.
NOTAS ACLARATORIAS
1 Papa Pío XII, Carta Encíclica "Ad Caeli Reginam", Octubre de 1954.
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