miércoles, 20 de agosto de 2025

SAN BERNARDO DE CLARAVAL, Doctor de la Iglesia, Fundador del Císter



                      San Bernardo (Bernardo Fontaine) nace aproximadamente en 1090 en el castillo de Fontaine-lès-Dijon, (Borgoña). Hijo de un caballero que formaba parte del círculo del Duque de Borgoña, Bernardo nació perteneciendo al estamento nobiliario, al igual que su progenitor, aunque no a sus rangos más altos.

                     Era el tercer hijo de los siete que tuvo el matrimonio. Ambos padres, aunque se cuenta que especialmente su madre, pronto advirtieron las extraordinarias cualidades intelectuales de su hijo y, por ese motivo, decidieron eximirlo de continuar la tradición familiar del oficio de las armas y hacer que se encaminara hacia una vida de estudio. Por ello, ingresó en la escuela de canónigos regulares de Châtillon-sur-Seine.

                      En el año 1112 o 1113 ingresaría formalmente en la Orden del Císter, fundada bajo la Regla de San Benito, acompañado de varios de sus hermanos y otras personas que siguen su fervoroso ejemplo.

                      Tan sólo dos años después de su ingreso en la Orden; en 1115, se fundan dos monasterios bajo los auspicios del Císter. Su fuerte personalidad llevó al Abad Esteban a encargarle la fundación del Monasterio de Claraval (Clairvaux). El Obispo de Chalons-sur-Marne, Guillermo de Champeaux quien le ordenó Sacerdote el 15 de Agosto del mismo año y le nombró Abad.

                      A partir del año 1119, el Císter inicia su expansión por Francia y otras áreas del continente europeo. A lo largo de su vida veremos como Bernardo combina armónicamente su faceta mística y la participación en la vida pública de la Iglesia, pues, pese a su deseo de llevar una vida de retiro espiritual, constantemente será reclamado como mediador, y su consejo se tornará imprescindible gracias a su sólida y esmerada formación teológica, además de ser el Predicador principal de la Segunda Cruzada.

                      Uno de sus monjes, llegaría a ser Papa y reinó con el el nombre de Honorio III. Aprovechando su amistad con San Bernardo, le solicitó al Santo que escribiese un tratado con las obligaciones de los Papas; el Santo Abad escribió varios libros al respecto llamados "De consideratione", obra que fue consultada con posterioridad por muchos Pontífices. En 1142 estableció la gran Abadía de Mellifont. En 1148 recibió a su amigo el Arzobispo San Malaquías, que cayó enfermo y falleció en los brazos de San Bernardo.

                     El Santo Abad Bernardo entregó su alma a Dios en su Abadía  de Claraval, el 20 de Agosto de 1153, cuando contaba 63 años de edad. No tardó en ser canonizado, en 1174, por el Papa Alejandro III; sería proclamado Doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830.

                     El amor que San Bernardo sentía por María Nuestra Señora quedó plasmado en aquellos versos que ya forman parte de la Piedad Tradicional "oh Clemente, oh Piadosa, oh Dulce Virgen María..." además de componer el conocido "Memorare", la súplica de los Esclavos de María.


EL DON DE LA MATERNIDAD DIVINA


                    "El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de Ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto, el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para Sí, entre todas, una madre tal cual Él sabía que había de serle conveniente y agradable.

                    Quiso, pues, nacer de una virgen inmaculada, Él, el inmaculado, que venía a limpiar las máculas de todos.

                    Quiso que Su madre fuese humilde, ya que Él, manso y humilde de corazón, había de dar a todos el ejemplo necesario y saludable de estas virtudes. Y el mismo que ya antes había inspirado a la Virgen el propósito de la virginidad y la había enriquecido con el don de la humildad le otorgó también el don de la Maternidad Divina.



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                    De otro modo, ¿cómo el Ángel hubiese podido saludarla después como llena de gracia, si hubiera habido en Ella algo, por poco que fuese, que no poseyera por gracia?. Así, pues, la que había de concebir y dar a luz al Santo de los Santos recibió el don de la virginidad para que fuese santa en el cuerpo, el don de la humildad para que fuese santa en el espíritu.

                    Así, engalanada con las joyas de estas virtudes, resplandeciente con la doble hermosura de Su Alma y de Su cuerpo, conocida en los Cielos por Su belleza y atractivo, la Virgen regia atrajo sobre Sí las miradas de los que allí habitan, hasta el punto de enamorar al mismo Rey y de hacer venir al Mensajero celestial.

                    Fue enviado el Ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en Su cuerpo, virgen en Su Alma, virgen por Su decisión, virgen, finalmente, tal cual la describe el Apóstol, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la Eternidad, predestinada y preparada por el Altísimo para Él mismo, guardada por los Ángeles, designada anticipadamente por los Padres antiguos, prometida por los Profetas".


San Bernardo de Claraval
"Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre"


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