Así le escribía el 15 de julio de 1915,
el Padre Pío de Pietrelcina a Ana Rodote:
"Que el buen Ángel Custodio vele sobre ti. Él es tu conductor, que te guía por el áspero sendero de la vida. Que te guarde siempre en la gracia de Jesús, te sostenga con sus manos
para que no tropieces en cualquier piedra,
te proteja bajo sus alas
de las insidias del mundo, del demonio y de la carne.
Tenle gran devoción a este Ángel Bienhechor. ¡Qué consolador es el pensamiento de que junto a nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni un instante ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar!
Este espíritu celeste nos guía y nos protege como un amigo
o un hermano. Es también consolador saber que este ángel
reza incesantemente por nosotros, ofrece a Dios
todas las buenas acciones y obras que hacemos;
y nuestros pensamientos y deseos, si son puros.
Por caridad, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente y siempre pronto a escucharnos y más todavía para consolarnos. ¡Oh, feliz compañía, si supiésemos comprenderla!"
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