Isabel Canori Mora nació en Roma el 21 de Noviembre de 1774, en el seno de una familia de posición acomodada, profundamente cristiana y diligente en la educación de sus hijos.
Estudió con las Hermanas Agustinas de Cascia (1785-88), donde destacó por su inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de penitencia. De regreso a Roma, tuvo una vida tranquila hasta que en 1796 -cuando tenía 21 años- se casó con el joven abogado romano Cristóforo Mora.
En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística.
El Señor le hizo alcanzar la madurez para recibir las visiones y las ilustraciones sobre el destino de la Iglesia. Recibió en forma clara los estigmas de la Pasión de Cristo, y en sus visiones vio las tremendas batallas que tendrá que sostener la Iglesia en los Últimos Tiempos bajo el poder de las tinieblas.
El Señor le hizo alcanzar la madurez para recibir las visiones y las ilustraciones sobre el destino de la Iglesia. Recibió en forma clara los estigmas de la Pasión de Cristo, y en sus visiones vio las tremendas batallas que tendrá que sostener la Iglesia en los Últimos Tiempos bajo el poder de las tinieblas.
EXPERIENCIA CON EL PURGATORIO
"El 2 de Noviembre de 1822 recordé que comenzaba el octavario por los Fieles Difuntos y oré al Señor con fervor por ellos. Le dije: Dame la llave de esta horrible cárcel, como otras veces te has dignado darme, porque siento un gran deseo de sacar del Purgatorio a aquellas Almas Santas. Os suplico esta gracia por los méritos infinitos de vuestra Pasión y Muerte...El Señor me dijo: Preséntate a aquella cárcel y dales la consoladora noticia de que pronto estarán conmigo en el Paraíso. En aquel momento, aparecieron tres ángeles, que me acompañaron a la cárcel del Purgatorio...
No me es posible decir la alegría y consolación de aquellas Almas y cuánto fue su agradecimiento y alabanza a la infinita Misericordia de Dios. Al día siguiente, fui a la iglesia y estuve más de tres horas orando por las Almas del Purgatorio y el Señor se dignó mostrarme el triunfo de Su Misericordia y vi a aquellas Almas que en filas, acompañadas de sus Ángeles Custodios, entraban gloriosas y triunfantes en el Cielo.
Todos los días del octavario ocurrió lo mismo y así por nueve días... Se puede decir que en nueve enormes hileras (una cada día) se despobló el Purgatorio. No puede haber vista más bella que ésta y que demuestra la infinita Misericordia de Dios y el gran triunfo de los infinitos méritos de la Preciosísima Sangre de Jesucristo“.
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