Dedicamos los días jueves a meditar el Misterio Eucarístico, la gran bondad que tuvo Nuestro Señor Jesucristo de quedarse en nuestros sagrarios, oculto bajo la forma de una sencilla hostia, pero en toda Su Gloria, rodeado de la Corte Celestial, invisible a algunos ojos humanos, que le adora sin cesar noche y día. Deseo que tú que lees esto, te conviertas en uno de esos adoradores del Señor en el Tabernáculo, donde tendrás preferencia si con humildad te arrodillas y le entregas tu corazón...
Recuerda además en tus oraciones, pedir hoy de manera especial por LA SANTIDAD SACERDOTAL, para que el Señor conserve en la fidelidad a los buenos sacerdotes y nos siga bendiciendo con el maravilloso regalo de Su Presencia en medio de la actual Apostasía.
La humildad es el fundamento y la medida del amor del alma y de su limpieza y hermosura. La humildad le atrae. La Virgen nos lo enseñó cuando dijo en Su cántico de alabanza a Dios: "Alaba mi alma a Dios, llena de gozo, pues ha hecho en mi maravillas, porque miró la humildad de su sierva." La humildad es el fundamento y la medida del amor, de la limpieza y de las ansias del alma por hacer la Voluntad de Jesús y estar unida en Amor hacia Él. Jesús es el Amor infinito, y llena de Su Amor y de las virtudes al alma humilde, y establece en ella Su morada de Amor. La humildad atrae al Rey del Cielo, que viene para santificar el alma, para vivir en el alma y hacerla un Cielo por las virtudes. Un Cielo donde Él mora y está siempre acrecentando la hermosura del alma y su amor.
Jesús en la Encarnación fue el modelo y el endiosamiento de la humildad. Siendo Dios, tomó la naturaleza para redimirnos. Y fue y es el gran modelo de la humildad en la Divina Eucaristía, convirtiendo la sustancia del pan y del vino en Su propio Cuerpo y Sangre con Su Divinidad, para ser la vida sobrenatural del hombre y divinizarle, y bajo las especies sacramentales mora después de la Consagración, y se da al hombre en Amor para levantar al alma a que tenga vida divina. Misterio incomprensible a la razón humana mientras vive en la tierra y que admirará y alabará eternamente en el Cielo.
Este Jesucristo de la Sagrada y Divina Eucaristía es el mismo, exactamente el mismo que el que está en el Cielo. En el Cielo me llenará de felicidad en Su misma felicidad, como llena de felicidad a los Ángeles y a los Bienaventurados. Pues Tú eres, Jesucristo, el Rey de la Gloria, teniendo como Dios la misma Gloria que el Padre y el Espíritu Santo, un sólo Dios y una única naturaleza divina e infinita en todas las perfecciones con ellos.
Aquí en la Divina Eucaristía, busco y quiero acompañarle y le pido me llene de Su Amor entregándole yo el mío todo y con ello vivir en la esperanza y en la confianza que da el Amor mutuo, esa misma felicidad del Cielo, pues Dios es la felicidad y el verdadero Cielo.
Aquí, en la Divina Eucaristía, vives, oh Jesús, conmigo y te haces mío, y me unes íntimamente a Ti, y me haces tuyo en Tu mismo Amor, y en compañía de la Virgen Tu Madre y mía., y te ame con Ella y con San José, en compañía de los Ángeles y Bienaventurados del Cielo.
Padre Valentín de San José, "La Divina Eucaristía, Su Comunión y prodigios"
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