El 14 de Diciembre de 1927 la Congregación de Ritos publicaba el decreto por el que, por decisión del entonces Papa Pío XI, se declaraba a "Santa Teresita patrona especial de los misioneros, hombres y mujeres, existentes en el mundo". Se le confería este nombramiento "al igual que a San Francisco Javier, con todos los derechos y privilegios que comporta este título" (eran derechos y privilegios del culto litúrgico).
El año anterior, concretamente el 29 de Julio de 1926, el mismo Papa Pío XI la había declarado Patrona del Clero Indígena, conocida como "Obra Misional Pontificia de San Pedro Apóstol" y años atrás, el 30 de Abril de 1923, cuando Teresita aún era reconocida como Beata, había sido declarada Patrona de las Misiones Carmelitanas.
Santa Teresita entendió su vocación como misionera desde la contemplación: "Lo que venía a realizar en el Carmelo, lo declaré a los pies de Jesús-Hostia, en el examen que precedió a mi profesión: He venido al Carmelo para salvar almas y, sobre todo, para rogar por los Sacerdotes. Cuando se desea un fin, hay que emplear los medios necesarios para alcanzarlo. Jesús me hizo comprender que las almas me las daría por medio de la Cruz".
La conciencia misionera de la Santa de las rosas se reveló en la "conversión" de la Navidad de 1886; describiendo esta gracia, explicó "Como sus apóstoles, yo podía decirle: ‘Señor, he pescado toda la noche sin conseguir nada’ ... Él hizo de mí un pescador de almas, sentí un gran deseo de trabajar en la conversión de los pecadores, deseo que anteriormente nunca lo había sentido así…"Unos meses después, en julio de 1887, se verá confirmada en su vocación en la Catedral de Lisieux: "Un Domingo que contemplaba una estampa de Nuestro Señor en la Cruz, quedé impresionada por la sangre que caía de una de sus manos divinas; experimenté una grande pena pensando en la sangre que caía en tierra sin que nadie se apresurara a recogerla; y resolví de permanecer espiritualmente en pie al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que manaba, comprendiendo que después tenía que verterla sobre las almas... Quería dar de beber a mi Bien Amado y me sentía yo misma devorada por la sed de almas... Todavía no eran las almas de los Sacerdotes que me atraían, sino la de los grandes pecadores…"
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