Nos dice Nuestro Señor Jesucristo de sí mismo en el Evangelio: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", y como en tanto se camina por Él, según explican los Santos, en cuanto se observa con exactitud su Santísima Ley, se reciben sus Sacramentos y se procura imitar sus ejemplos.
Por esto todo católico, para que más fácilmente observe sus Divinos Mandamientos y por este medio logre la vida eterna, hará todos los días, por la mañana y por la noche las prácticas devotas que se llaman "EJERCICIOS DEL CRISTIANO"; rezará al menos una parte del Santo Rosario ( cinco Misterios ), oirá la Santa Misa cuando buenamente pueda; consagrará un rato a la oración mental, aún cuando estemos en el trabajo.
Tampoco ha de faltar la lectura de algún libro piadoso o al menos, considerando las Sagradas Llagas de Nuestro Señor, que son "libro escrito con caracteres de sangre", que con penetrantes y enérgicas voces nos están diciendo: "Amor, amor a un Dios hecho hombre que nos amó hasta el extremo de dar la vida por nuestro amor, hasta el exceso de morir en el infame patíbulo de la Cruz."
Para los más fervorosos, recomendamos la práctica de "LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO", ampliamente difundida en este Blog, ya que muchas de sus publicaciones van acordes y de la mano de este sencillo esquema de piedad.
OFRECIMIENTO DE LA MAÑANA
Nada más despertarte, harás la señal de la Cruz, diciendo:
Por la señal + de la Santa Cruz,
de nuestros + enemigos
líbranos, Señor, Dios + nuestro.
En el nombre del Padre
y del Hijo + y del Espíritu Santo.
Amén, Jesús.
Después dirás:
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Levantado y vestido recitarás la siguiente oración:
En seguida rezarás la oración del Padrenuestro, Avemaría y Credo, y dirigiéndote a una imagen piadosa de Nuestra Señora le dirás:
¡Oh Virgen y Madre de Dios! Yo me entrego por hijo y esclavo vuestro, y en honor y gloria
de vuestra Pureza, os ofrezco mi alma y cuerpo, mis potencias y sentidos,
y os suplico me alcancéis la gracia de no cometer jamás pecado alguno.
Amén, Jesús.
Y rezarás a Nuestra Señora las Tres Avemarías.
De inmediato, encomiéndate a tu Ángel Custodio:
Ángel de Dios, Custodio mío:
Ya que la Soberana Piedad me encomendó a ti,
alúmbrame en este día, guárdame,
rígeme y gobiérname.
Amén, Jesús.
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