En todo lo que hace y en todo lo que se agencia busca para sí todo lo más pobre. Vedle en su vida pobre; ora arrodillado sobre el duro suelo; come el pan de cebada del pobre; vive de limosna; viaja como los menesterosos, y como ellos sufre, sin poder satisfacer,muchas veces, las necesidades del hambre y de la sed; su pobreza le hace despreciable a los ojos de los grandes y de los ricos; esto no obstante, no vacila en decirles:“Vae vobis divitibus : ¡Ay de vosotros, ricos de la tierra!” (Lc 6, 24).
A los Apóstoles, al ser discípulos pobres como Él, les prohíbe que tengan dos túnicas ni repuesto de provisiones, ni dinero, ni siquiera un palo para defenderse. Muere abandonado y despojado hasta de sus pobres vestiduras; para sepultarle le envuelven en un sudario prestado y le ponen en un sepulcro ofrecido por caridad. Aun después de su Resurrección se aparece a los Apóstoles con el pobre y humilde aspecto de otras veces.
Finalmente, en el Santísimo Sacramento el amor de la pobreza le lleva hasta velar la gloria de su divinidad y el esplendor de la humanidad gloriosa; para aparecer más pobre y no tener cosa que le pertenezca, se despoja de toda su libertad y movimiento exterior, así como de toda propiedad: se halla, en la Eucaristía, como en las entrañas de su Santa Madre, envuelto y oculto en las Santas Especies,esperando de la caridad de los hombres la materia de su Sacramento y los objetos del culto: ésta es la pobreza de Jesús; la amó e hizo de ella una compañera inseparable.
Continúa pobre en el Sacramento, a pesar de su estado glorioso, a fin de ser siempre nuestro modelo vivo y visible.De manera que la pobreza, que en sí misma no es amable, ya que es una privación y un castigo, aparece llena de encantos en Jesucristo, que la ennoblece y hace de ella la forma de su vida, el fundamento de su Evangelio y la primera de sus bienaventuranzas, su heredera divina...
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