Estad siempre contentos los que os sentís hijos de María; sabed que Ella acepta por hijos suyos a los que quieren ser.
Alegraos! ¿Cómo podéis temer perderos si esta Madre os protege y defiende? Así, dice San Buenaventura, debe animarse y decir el que ama a esta Buena Madre y confía en su protección: ¿Qué temes, alma mía? Nada; que la causa de tu eterna salvación no se perderá estando la sentencia en manos de Jesús, que es tu Hermano, y de María, que es tu Madre.
Con este mismo modo de pensar se anima San Anselmo y exclama: “¡Oh dichosa Confianza, oh Refugio mío, Madre de Dios y Madre mía! ¡Con cuánta certidumbre debemos esperar cuando nuestra salvación depende de tan buen Hermano y de tan Buena Madre!”
Esta es nuestra Madre que nos llama y nos dice: “Si alguno se siente como niño pequeño, que venga a mí" (Pr 9, 4). Los niños tienen siempre en los labios el nombre de la madre, y en cuanto algo les asusta, enseguida gritan: ¡Madre, Madre!
Oh María Dulcísima y Madre Amorosísima, esto es lo que quieres, que nosotros, como niños, te llamemos siempre a Ti en todos los peligros y que recurramos siempre a Ti que nos quieres ayudar y salvar, como has salvado a todos tus hijos que han acudido a Ti.
San Alfonso María de Ligorio
LAS GLORIAS DE MARÍA
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