LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedica el día Viernes al Sacratísimo Corazón de Jesús y a meditar la Pasión de Nuestro Señor, devociones que van de la mano, pues de cierto el Corazón de Jesús padeció como ninguno por nosotros, y aún hoy nos aguarda en el Sagrario, sufriendo nuestra ausencia e indiferencia.
En este tiempo de Cuaresma, urge además que nos adentremos en las Llagas del Redentor, y la mejor manera de sobrellevar los problemas cotidianos, sean temporales o espirituales, es meditar asiduamente la Pasión de Cristo Nuestro Señor y si además usamos de un arma complementaria como la que te voy a presentar, seguro que tu devoción por la Pasión de Nuestro Señor irá en aumento en estos días de penitencia cuaresmal.
Antes que nada, lee atentamente estas palabras del gran Doctor San Alfonso María de Ligorio, un verdadero enamorado y divulgador de la Pasión. Luego, podrás ver qué facil es rezar la CORONA DE LAS CINCO LLAGAS, que tantos beneficios y consuelos traerá a tu alma, pues meditando la Pasión de Cristo Nuestro Señor, entenderás cuánto necesitamos refugiarnos en Aquéllas Benditas Heridas.
Nuestro tiempo no es tiempo de temor ya que somos testigos de un Dios que ofreció la vida para lograr hacerse amar. La pasión de Jesús fue llamada un exceso, por lo cual nadie que la medite podrá seguirle a medias.
Si quieres crecer en la vida del espíritu, piensa todos los días en los padecimientos del Señor porque pensando en ellos es imposible que no te llenes de amor y fortaleza; amor capaz de relativizar los demás efectos en comparación con el suyo, y fortaleza para sobrellevar con gozo las pruebas y las cargas inevitables de la vida.
¿Quién podrá desesperarse o irritarse por lo injusto de sus sufrimientos viendo a Jesús herido y despedazado? ¿Quién rehusará sujetarse a las exigencias del bien común al recordar a Cristo obediente hasta la muerte? ¿Quién podrá temer si se abraza a la cruz de Nuestro Redentor?
Se lamentaba Santa Teresa de que algunos libros le hubieran aconsejado dejar de meditar la pasión, porque la humanidad de Cristo hubiera pudiera impedirle la contemplación de su divinidad; y consciente del error exclamaba: "Oh Señor y bien mío, Jesús crucificado, me parecía haberte hecho una gran traición, pues ¿de dónde me vinieron todos los bienes sino de vuestra cruz?".
Decía San Pablo que solo ambicionaba saber la ciencia de la cruz, es decir, el amor que ella encierra: "Pues no quise entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1 Co 11,2).
Preguntado San Buenaventura de dónde sacaba tan copiosa y excelente doctrina como ponía en sus obras, dijo mostrando un crucifijo: "Este es el libro que me dicta todo lo que escribo. Aquí he aprendido lo poco que sé".
¿Dudarías de consagrarte por entero al Redentor si verdaderamente conocieras el misterio de la cruz? ¿Cómo habiéndote amado hasta la locura no ha logrado aún gobernarte el corazón? Ten presente que "Cristo murió por todos, para que los que viven no vivan para sí, sino para El que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5,15) .
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