sábado, 3 de diciembre de 2011

SANTUARIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


   María es la excelente obra maestra del Altísimo, cuyo conocimiento y posesión Él se ha reservado para Sí. María es la Madre admirable del Hijo, que tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer (1), como a una extraña, si bien en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.


   María es la fuente sellada (2) en que sólo puede entrar el Espíritu Santo, de quien es fiel esposa.


   María es el santuario y descanso de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y divinamente que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar su mansión en los querubines y serafines, y a ninguna criatura, por pura que sea, está permitido entrar en Ella sin un gran privilegio.


   Lo digo con los santos: La divina María es el paraíso terrestre del nuevo Adán, donde se encarnó por obra del Espíritu Santo para obrar en Él maravillas incomprensibles. Ella es el grande y divino mundo de Dios, que contiene bellezas y tesoros inefables.


   Es la magnificencia del Altísimo, donde ocultó, como en su propio seno, a su Unigénito, y con Él, todo cuanto hay de más excelente y precioso. ¡Oh, qué cosas tan grandes y tan ocultas ha hecho este Dios todopoderoso en esta criatura admirable, como Ella misma se ve obligada a confesar, a pesar de su profunda humildad: Hizo en mí favor grandes cosas el poderoso! (3). El mundo no las conoce, porque es incapaz e indigno.

(San Luis Mª. Grignión de Montfort, “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”)


(1) En la lengua que hablaba Cristo, mulier era palabra de amor y respeto. Usada por San Juan, puede aludir a la “Mujer excelsa” del Génesis.


(2) Cantar de los Cantares, 4, 12.


(3) San Lucas, 1, 49.

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