domingo, 18 de diciembre de 2011

LA NAVIDAD DE SANTA CLARA DE ASÍS

   La noche de Navidad de 1252, el Niño Jesús transporta a Santa Clara lejos de su lecho de enferma, y el amor, que carece de lugar y tiempo, la envuelve en una experiencia mística que la introduce en el profundidad infinita de Dios. Tanto quería el Niño Dios ser contemplado y adorado por la Santa, que muy a pesar de los dolores y enfermedades que ella sufriera, Él mismo la transportó, para que ella con sus ojos pudiera contemplarle en esa Noche Santa, con sus labios alabarle y con su corazón amarle. Tal como el Niño Dios esperaba ser abrazado por el amor de Santa Clara, esta Noche Bendita que se aproxima, desea que nosotros le esperemos con el corazón dispuesto para amarle y adorarle.



Cómo, estando gravemente enferma Santa Clara,
fue transportada milagrosamente, en la noche de Navidad,
a la iglesia de San Francisco


Capítulo XXXV, Florecillas de San Francisco de Asís 


   Hallándose una vez Santa Clara gravemente enferma, hasta el punto de no poder ir a la iglesia para rezar el oficio con las demás monjas, llegó la solemnidad de la Natividad de Cristo. Todas las demás fueron a los maitines, quedando ella sola en la cama, pesarosa de no poder ir con ellas y tener aquel consuelo espiritual. 


   Pero Jesucristo, su Esposo, no quiso dejarla sin aquel consuelo: la hizo transportar milagrosamente a la iglesia de San Francisco y asistir a todo el oficio de los maitines y de la Misa de media noche, y además pudo recibir la Sagrada Comunión; después fue llevada de nuevo a su cama.


   Las monjas, terminado el oficio en San Damián, fueron a ver a Santa Clara y le dijeron:


-- ¡Ay Madre nuestra, sor Clara! ¡Cuánto consuelo hemos tenido en esta santa noche de Navidad! Pluguiera a Dios que hubieras estado con nosotras
Y Santa Clara respondió:


-- Yo doy gracias y alabanzas a mi Señor Jesucristo Bendito, hermanas e hijas mías amadísimas, porque he tenido la dicha de asistir, con gran consuelo de mi alma, a toda la función de esta Noche Santa y ha sido mayor que la que habéis tenido vosotras; por intercesión de mi padre San Francisco y por la gracia de mi Señor Jesucristo, me he hallado presente en la iglesia de mi padre San Francisco, y he oído con mis oídos espirituales y corporales todo el canto y la música del órgano, y hasta he recibido la Sagrada Comunión. Alegraos, pues, y dad gracias a Dios por esta gracia tan grande que me ha hecho. Amén.


Texto facilitado por la Hna. Úrsula, de la Tercera Orden de San Francisco.

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