lunes, 2 de junio de 2014

EL CUARTO DE HORA DE ORACIÓN, según Santa Teresa de Jesús ( VI )


Instrucción que Santa Teresa de Jesús
 da a un alma acerca de la oración


DIÁLOGO ENTRE SANTA TERESA ( T ) Y UN ALMA ( A )

SOBRE LA NECESIDAD DEL DIRECTOR ESPIRITUAL





   A. Luego, ¿me es necesario un director que me guíe en el camino de la oración? 

T. Absolutamente necesario. Y si no lo tienes, debes procurártelo desde hoy, y a el oír como un Ángel que te enviase Dios, y nada hacer sin su consejo. En veinte años, hija mía, no hallé yo 
confesor que me entendiese: los más me abonaban los pasatiempos y conversaciones que tenía, y por esto no adelanté en la virtud hasta que hallé uno bueno. 

   A. ¿Dónde hallaré uno cual conviene? 

T. Para confesar, todos los sacerdotes son buenos; mas no todos lo son para dirigir a toda clase de personas. No pierdas esta virtuosa libertad de escoger director, tú que vives en el mundo. “Entre mil, decía mi consultor el Venerable Ávila, apenas hallarás uno”. Porque debe ser, en primer lugar, letrado o sabio, pues buen letrado nunca me engañó: y mi alma sufrió muchísimo con los medio letrados, y no progresó en el camino de la virtud hasta que halló un sacerdote letrado que la entendiese y la enseñase oración. Pide con instancia a mi Señor y Padre San José te envía un buen director para tu alma, y si no lo hallares, toma al Santo bendito por tu especial director en el camino de perfección: y si acudes a él en todas tus dudas con humildad y confianza, ten por cierto que no errarás camino, y adelantarás mucho en poco tiempo. Mi alma no supo orar con perfección hasta que me enseñó mi Padre San José, maestro de oración, de recogimiento y de familiar trato con Dios. 

   A. ¡Bendito sea mi verdadero Padre y Señor San José, que socorre en toda necesidad y a quien 
tanto debe mi alma! Él y Vos seréis mis maestros y principales directores en el camino de la 
oración; y con esto y la obediencia a mi confesor, espero no errar. Ahora comprendo, Madre mía, por qué se nos encarga en nuestro Reglamento sea nuestra oración muy continua para éstos que nos dan luz, o sea para que haya santos y sabios ministros del Señor. 

T. Un buen maestro, sabio, temeroso, que previene los peligros, es todo el bien que un alma 
espiritual puede acá desear. Mis hijas todas tienen especial encargo de encomendarlos todos los días al Señor. ¿Qué seríais sin ellos entre tan grandes tempestades como ahora tiene la Iglesia? Además importa mucho que tu director sea avisado y de buen entendimiento, y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras, es de grandísimo provecho; mas si no se pueden hallar las tres cosas juntas, las dos primeras importan más. 

Has de mirar que sea de espíritu esforzado y no cobarde, y que no sea tal tu maestro que te enseñe a ser sapo, o a cazar lagartijas, o andar como pollo trabado, esto es, que no te anime a hacer cosas grandes en el servicio del Señor. Una vez le hayas hallado tal, procura tratar con él con toda claridad, y confianza las cosas de tu alma, y síguele en todo y no errarás, y adelantarás mucho en la virtud, y vivirás en gran paz. 

Si no obedeces a tu confesor, hija mía, aunque te parezca que trabajas mucho y te fatigas para andar por el camino de la perfección, te sucederá lo que al caminante que da grandes pasos, pero fuera del verdadero camino. Cuanto más anda, más se fatiga en vano, porque más se aparta del último fin. ¡Oh hija mía! ¡a cuántas que se precian de ser mis hijas, las tiene el demonio y su amor propio engañadas! ¡Pobrecillas! se afanan mucho, y recogen poco o nada para el cielo, porque obran por capricho, o lo que es peor, contra el dictamen de su director. No seas tú una de éstas, pues las hijas verdaderas de Teresa de Jesús se han distinguido siempre por la obediencia perfecta a sus superiores. 

   A. Prometo hacerlo siempre así, Madre mía; prefiero levantar pajas del suelo por obediencia que hacer milagros y las más grandes cosas contra ella, porque obedeciendo a los que Dios ha puesto en su lugar sé de cierto que jamás erraré, y por consiguiente, que iré al cielo.

T. Así imitarás mi ejemplo, que a pesar de las visiones y revelaciones obraba siempre, no lo que el Señor me enseñaba privadamente, sino lo que me mandaba por la persona de los confesores. 

   A. Así lo haré siempre con el favor de Dios. Tampoco imitaré la conducta de aquellas jóvenes 
inconsideradas que cuentan todo lo que les dice su confesor, y hacen materia de conversación y hasta de pasatiempo lo que les manda o prohíbe su director. No, Madre mía, sino es en caso de probada necesidad, guardaré secreto, como debo de las cosas que para bien de mi alma me dice el director; pues así como él debe guardar secreto riguroso de lo que digo, no es justo que por pasatiempo yo descubra lo que me ordena para mi santificación. 


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