"Y una gran señal apareció en el Cielo: una Mujer, vestida del Sol, con la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (…) Oí entonces una fuerte voz que decía en el Cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el Reinado de Nuestro Dios y la Potestad de Su Cristo…»”.
(Apocalipsis, Cap. XI)
"¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso en que la excelsa María sea establecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús?
¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde el Espíritu Santo, al encontrar a su querida Esposa como reproducida en las almas, vendrá a ellas con la abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas de gracia..."
Por María ha comenzado la salvación del mundo y por María debe ser consumada. María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo”..."Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos."
"... porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente (…)
"... porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia (…) porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces “como un ejército en orden de batalla” sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.”
San Luis María Grignión de Montfort, "Tratado de la Verdadera Devoción"
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