viernes, 5 de octubre de 2018

CRUCIFICADOS SIN CRUZ: ANNA SCHÄFFER de Mindelstetten


"Llevo en mí los estigmas de la Pasión de Cristo"

(San Pablo a los Gálatas, 6, 17)



LOS ESTIGMATIZADOS: MÍSTICA UNIÓN CON EL CALVARIO


          Desde aquella frase de San Pablo hasta nuestro días, pasando por todas las épocas, han existido muchas católicos que han padecido en su cuerpo las mismas heridas que sufriera era Nuestro Señor Jesucristo en Su cruenta Pasión. 

          Deseo recuperar los artículos que con el título de arriba, "Crucificados sin Cruz", comencé a escribir hace unos años sobre algunas almas místicas que habían sido agraciadas con el extraordinario don de los estigmas. En aquellos artículos me centré en la figura de Teresa Neumann, pero ahora me he decido a continuar la labor de dar a conocer el dulce martirio de los estigmas en otras almas, diversos casos más o menos conocidos, pero que de seguro servirán de testimonio que aún quedan almas que se configuran con Cristo hasta en Sus benditas heridas.

         Los estigmatizados, por su unión mística con Jesucristo-Víctima, se convierten también en altares vivientes, inmolándose día a día, en una crucifixión mística y corporal, donde no sólo padecen el dolor de los estigmas, sino los mismos sentimientos agónicos del Crucificado. Por todo ello, los estigmatizados han sido un medio de sostener la Justicia de Dios mediante la renovación permanente del Sacrificio del Calvario.



BREVE SEMBLANZA DE ANNA SHÄFFER DE MINDELSTETTEN (Alemania)


               Ana Schäffer nació el 18 de Febrero de 1882,  en Mindelstetten, pueblo del centro de Baviera (Alemania); era la tercera de ocho hijos del carpintero bávaro Michele Schaeffer y Teresa Forster. Familia de no muchos recursos, humildes, viven de las modestas ganancias del padre. Anna recibió educación primaria en las escuelas de Mindelstettene y a las 12 años hizo su Primera Comunión, en la que se consagró al Señor e hizo el propósito de convertirse en monja y ser misionera en tierras lejanas. Pero se necesita un poco de dote para ser bienvenido en una congregación religiosa, y para juntarla ella busca trabajo en Regensburg. Una familia acomodada lo toma para servir, y este es el primer paso hacia el cumplimiento del sueño.





               Pero también es la última, aunque Anna todavía no lo sabe. Un año más tarde, de hecho, su padre muere, y ella tiene que regresar a Mindelstetten para ayudar a la familia huérfana, con cinco hermanos y hermanas menores. Continuó trabajando, mientras los pequeños crecen y tal vez pronto no la necesiten tanto y pueda volver a la misión lejana ... Pero el 4 de Febrero de 1901, con diecinueve años, sucede que en la lavandería de la casa del bosque de Stammham, cerca de Ingolstadt, donde trabaja, una chimenea está a punto de caerse y Ana sube para ponerla de nuevo, pero cae a una tina de agua caliente con lejía y sufre graves quemaduras; la cuidarán en el hospital Kosching y luego en el centro médico universitario de Erlangen; pero hay muy poco que hacer contra las llagas que ha causado la acción corrosiva del detergente. Anna regresa a su hogar en Mindelstetten después de meses de hospitalización y se encuentra permanentemente discapacitada.

               Una desgracia tras otra: la familia está en ruinas, y Anna es prisionera de sus dolores. Todo esto a los 21 años, lo que crea una situación insoportable, incluso para ella, tan rica en fe. Y de hecho no acepta encontrarse así. Se rebela contra este sufrimiento desesperado y así lo manifiesta a su familia, a sus amigos, y al Padre Karl Rieder, su párroco, que sería además su Director Espiritual y quien la consolaría con el regalo de la Santa Comunión diaria.

               La conquista de la serenidad no ocurre sino tras un esfuerzo largo, lo que lleva a Anna a convencerse a sí misma: no es una condena sino una tarea que el Señor le ha confiado a ella: ser "misionera" así, desde la cama y desde las heridas. Finalmente, aquí está la aceptación,  no como una rendición, sino como un acto de voluntad: Anna ofrece sus sufrimientos al Señor. 

                Es a partir del Otoño de 1910 que comienzan las visiones sobrenaturales, "sueños" los llamará Anna, en los que se le aparece Nuestro Señor, que le comunica que acepta su ofrecimiento victimal y la convida a compartir con Él Sus Santas Llagas; Anna sólo le ruega que los estigmas no sean visibles. A partir de entonces, no pocas serían las veces que se reproducirían místicamente en su cuerpo, las Heridas de la Pasión. 

                De esta manera, Anna encuentra su verdadera vocación como Alma Víctima, que se convierte en co-rendentora con Jesús Crucificado por conquistar nuestro amor. Además de eso, Anna mantuvo una fluida correspondencia con almas necesitadas de consejos y oraciones, además de realizar pequeños trabajos de bordados para capillas e iglesias de la zona.

                En 1923 su enfermedad empeora, dejándola casi paralizada en la cama y sufre de un doloroso cáncer intestinal. Anna se sigue inmolando por amor a Dios y especialmente por las almas sacerdotales, porque siempre entendió la gran importancia de que los sacerdotes sean Santos.

                El 30 de Septiembre de 1925 sufrió una aparatosa caída de la cama y se golpea la cabeza, siendo el resultado la pérdida del habla... así, en silencio, recibe por última vez a Jesús Sacramentado el 5 de Octubre. Pese haber perdido el habla, después de comulgar alcanzó a decir, a modo de despedida en este mundo, "Jesús, yo vivo por Ti". 




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