La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de orar. Y le ordenó predicarlo para despertar la Piedad de los Cristianos y hacer revivir el Amor de Jesucristo en sus corazones. Para ayudarnos en la obra importante de nuestra predestinación, la Santísima Virgen ordenó exponer a los fieles que rezan el Rosario los Sagrados Misterios de la Vida de Jesucristo, no sólo para que adoren y glorifiquen al Señor sino también –y sobre todo– para que regulen su vida y acciones por las Virtudes de Jesús.
Jesucristo, Divino Esposo de nuestras almas, nuestro Amigo dulcísimo, desea que recordemos Sus beneficios y los apreciemos más que todas las cosas. Experimenta una gloria accidental -lo mismo que la Santísima Virgen y los Santos del Cielo -cuando meditamos con amor y devoción los Sacrosantos Misterios del Rosario, que constituyen los más visibles efectos de Su Amor hacia nosotros y los más ricos presentes que pudo hacernos. Pues, la Santísima Virgen y todos los Santos gozan por ellos de la Gloria.
El Santo Rosario –recitado con la meditación de los Sagrados Misterios– es un sacrificio de alabanza a Dios por el beneficio de nuestra redención y un devoto recuerdo de los Sufrimientos, Muerte y Gloria de Jesucristo. Por tanto, es verdad que el Rosario procura una gloria y gozos accidentales a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a los demás Bienaventurados porque ellos no desean nada tan importante para nuestra dicha eterna, como vernos ocupados en un ejercicio tan glorioso al Señor y saludable para nosotros.
Meditemos, pues, la Vida y Sufrimientos del Salvador mediante el Santo Rosario. Aprendamos a conocerlo bien y a reconocer sus beneficios, para que Él nos reconozca como hijos y amigos Suyos en el día del Juicio.
Todos los Cristianos tienen una sola Fe, adoran a un solo Dios, esperan una sola felicidad en el Cielo, reconocen un solo Mediador, Jesucristo... Deben todos imitar a este divino modelo y considerar para ello los Misterios de Su Vida, Sus Virtudes y Su Gloria. Es un error imaginar que la meditación de las Verdades de la Fe y de los Misterios de la Vida de Jesucristo es sólo para los sacerdotes, religiosos y cuantos se han alejado de los estorbos del mundo.
Si los religiosos y eclesiásticos están obligados a meditar las grandes Verdades de nuestra Sacrosanta Religión a fin de responder dignamente a su vocación, los laicos lo están igualmente, a causa de los peligros en medio de los cuales se encuentran diariamente. Deben armarse, por tanto, con el recuerdo frecuente de la Vida, Virtudes y Sufrimientos del Salvador, que los quince Misterios del Rosario nos representan.
La meditación de los Misterios de la Vida y Muerte del Señor constituye para cuantos la practican una fuente de los frutos más maravillosos. Hoy se quieren cosas que impacten, conmuevan y produzcan en el alma impresiones profundas. Ahora bien, ¿habrá en el mundo algo más conmovedor que la Historia maravillosa del Redentor desplegada en quince cuadros que nos recuerdan las grandes escenas de la Vida, Muerte y Gloria del Salvador del mundo? ¿Hay oraciones más excelentes y sublimes que la oración dominical - el Padrenuestro- y la salutación angélica?. ¡Ellas encierran cuanto deseamos y podemos necesitar!
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