jueves, 8 de diciembre de 2022

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA NUESTRA SEÑORA, el Dogma que conquistó España


          Antigua es la piedad de los Fieles Cristianos para con la Santísima Virgen María, que sienten en su alma, que en el primer instante de Su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los Méritos de Su Hijo Jesucristo, Redentor del género humano, y que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia la Fiesta de Su Concepción... 


Papa Alejandro VII, Encíclica "Sollicitudo Omnium Ecclesiarum", 
8 de Diciembre de 1661




          ...declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los Fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue  preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de Su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los Méritos de Jesucristo, Salvador del género humano. 


Definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, 
por el Papa Pío IX, 8 de Diciembre de 1854


EL DOGMA QUE CONQUISTÓ ESPAÑA


               Desde la Orden del Carmen teólogos y escritores defendieron la definición del Dogma Inmaculista, haciendo juramento público de defenderla aun a costa del derramamiento de la propia sangre. La Fiesta de la Inmaculada fue desde muy antiguo celebrada en la Orden del Carmelo, aparece ya en el Ordinal de Siberto de Beka de 1312. Entre los Carmelitas defensores de la Inmaculada Concepción debemos destacar al Padre Juan Baconthorp, inglés del siglo XIII , el italiano Miguel Aiguani y Felipe Ribot, catalán, ambos del siglo XIV, así como el Padre Fray Alonso Sobrino, sevillano, del siglo XVII.

               Este culto llegó a la Península Ibérica a través de Sicilia y el Sur de Italia , siendo la Corona de Aragón el primero de los reinos peninsulares en el que penetró el culto a la Inmaculada, debido a que estaba abierto al Mediterráneo y tenía fuertes contactos con Sicilia y el Sur de Italia . El papel de los Monarcas tanto aragoneses como castellanos, como posteriormente de los Austrias, fue fundamental en la difusión del culto a la Inmaculada Concepción. 

               En el caso de los monarcas aragoneses hay que destacar a Jaime I, que apoyó a San Pedro Nolasco para fundar la Orden de la Merced,- cuyo hábito es blanco en referencia a la pureza inmaculada de la Virgen -, o al Rey Juan I de Aragón, que en el año 1394 publicó su edicto a favor de la Inmaculada. "Así, Nos honramos con un corazón puro el misterio de la bienaventurada y feliz Concepción de la Santísima. Virgen, Madre de Dios; y Nos y todos los miembros de la real casa celebramos cada año la fiesta con toda solemnidad, del mismo modo que la han celebrado nuestros excelsas predecesores...". 

               El Rey Don Martín, hermano de don Juan I, impuso la pena de muerte a los que hablaran contra los créditos y pureza de la Concepción si no salen "en el término de diez días de la ciudad, villa o aldea en que pecaron, y en el de treinta días, a contar desde entonces, se marchen de nuestras tierras sin esperanza alguna de volver a ellas".

               Los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel eran miembros de la Cofradía de la Purísima Concepción de la Preservada Virgen, y lo fueron igualmente su nieto Carlos I de España y V de Alemania.

               El Rey Felipe II impuso ya como obligatorio a las Universidades españolas, por decreto de 24 de Enero de 1604, el hacer voto de defender el Misterio de la Concepción Inmaculada. El mismo voto o juramento hacían los demás estamentos, tanto civiles como militares, de España.

               A fines del siglo XVI e inicios del XVII, en España se produce una campaña a favor del Misterio Inmaculista, que tuvo por epicentro Andalucía, concretamente Granada, Córdoba y Sevilla, patrocinada por el arzobispo don Pedro Vaca de Castro y Quiñones, que primero lo fue de Granada y posteriormente de Sevilla. Esta campaña se plasmó en una serie de fiestas, procesiones y ceremonias que se organizaron a favor del misterio, tanto en Sevilla como en otras ciudades españolas. 

               El 8 de Diciembre de 1585 por aclamación fue nombrada la Inmaculada Concepción Patrona de todos los Tercios de Flandes e Italia, fundándose una Cofradía bajo el título de «Soldados de la Virgen, concebida sin mancha. 

               El fuerte vínculo de los súbditos del Rey de España con la devoción se expresó ya en los debates de la quinta sesión del Concilio de Trento en 1546 dedicada al pecado original. La delegación española, y más particularmente el cardenal Pedro Pacheco de Villena, obispo de Sigüenza, ya intentaron obtener la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Antes, en 1530, la Universidad de Valencia había sido la primera de la Monarquía hispánica en exigir el juramento en defensa de la creencia. Muchas la siguieron, generalmente en el siglo XVII. Entre ellas, las dos más reputadas de España Salamanca y Alcalá de Henares en 1618. También en 1618 se mandó en la universidad de México hacer fórmulas de juramento, finalmente impuestas en 1652. Y en 1619 la Universidad San Marcos de Lima dedicó “unas fiestas triunfales” a la Inmaculada Concepción. 



El Rey Felipe IV jurando defender la Purísima Concepción de María

               Al Rey Felipe III corresponde el mérito de vincular la Monarquía y sus súbditos con el Misterio Concepcionista tras conocer la revelación de Fray Francisco de Santiago en el altar de la Concepción del convento sevillano de la Encarnación en 1614, y escuchar los argumentos de Mateo Vázquez de Leca y Bernardo de Toro, clérigos andaluces enviados a la Corte por Pedro de Castro al año siguiente. A este Rey se debe la fundación de la Real Junta de la Inmaculada Concepción en 1616.

               Su heredero, el Rey Felipe IV,  por Real Decreto del 21 de Abril de 1652,realza la Junta en defensa de la Concepción Inmaculada de la Madre de Dios, para pedir el reconocimiento del Misterio Mariano a la Santa Sede. Este enorme movimiento mariano, único en la historia de los Dogmas, se va a incrementar durante los siglos XVII y XVIII con el claro apoyo de los Reyes de España. A partir de 1779 se integra la Junta en la Real Orden de Carlos III. 

               El 23 de Abril de 1662, el mismo Rey Felipe IV emanó un decreto para que en los territorios de su dominio los predicadores, antes de cualquier oración sagrada, recitaran con el pueblo la siguiente jaculatoria: "Sea alabado el Santísimo Sacramento del Altar y la Concepción Inmaculada de la Virgen María, en el primer instante de Su ser".

               En Diciembre de 1695 Carlos II, hijo de Felipe IV y último Rey de la dinastía Austria, se implicó personalmente en el impulso de la definición dogmática. El Monarca escribió al Cardenal Luis Fernández de Portocarrero, presidente de la Junta de la Inmaculada y Arzobispo de Toledo que: “deseando continuar el fervoroso celo que los señores Reyes mi Padre y Abuelo (que están en Gloria) solicitaron el mayor culto de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, para obligar por medio de su auxilio a que su Hijo Santísimo mire con piedad las presentes necesidades de esta Monarquía, ordeno a la Junta de la Concepción me informe del estado que actualmente tiene este Soberano Misterio, y de los medios de que se podrá usar para adelantarle hasta su última definición, esperando que no omitirá reflexión ni diligencia que conduzca a fin tan importante y de mi primera devoción”.

               En 1696 el interés del monarca y las gestiones del Duque de Medinaceli en Roma, obtuvieron nuevos logros. La Congregación de los Ritos aprobó la aplicación del título de “Inmaculada” a la Concepción de la Virgen. En la Corte Pontificia se movilizaron los Cardenales afectos a la Corona española, entre los que destacaba el Cardenal Francesco del Giudice.



               En su testamento, cuya versión definitiva rubricó el 2 de Octubre de 1700, el Rey Carlos II no olvidó la devoción paterna ni propia a la Inmaculada. En la cláusula segunda el Rey mostraba su confianza en la Virgen como Abogada de los pecados y Medianera para obtener favor y gracia de la Divinidad. Carlos II declaraba su devoción: "...el soberano y extraordinario beneficio que recibió de la poderosa mano de Dios, preservándola de toda culpa en su Inmaculada Concepción, por cuya piedad he hecho con la Sede Apostólica todas las diligencias que he podido para que así lo declare, y en mis reinos he deseado y procurado la devoción de este Misterio y en conformidad de lo que ordenó el Rey mi señor, mi padre, la he mandado llevar en mis estandartes reales como empresa; y en mis días no pudiere conseguir de la Sede Apostólica esta decisión ruego muy afectuosamente a los reyes que me sucedieren, que continúen las instancias que en mi nombre se hubieren hecho con grande aprieto hasta que lo alcancen de la Sede Apostólica".

               Pasados los años y ya siendo España gobernada por el Rey Carlos III, accediendo a los deseos manifestados por las Cortes tomó el Rey como universal Patrona de toda la Monarquía a la Santísima Virgen en su Inmaculada Concepción; a instancias de este monarca, el Papa Clemente XIII, por Breve de 8 de Noviembre de 1760 y después mediante la bula "Quantum Ornamenti", de fecha 25 de Diciembre del mismo año, confirmó este Patronato de María en todos los dominios de España; concedió además el Papa una indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados a los Fieles que, debidamente dispuestos, visiten aquel día cualquier templo dedicado a Dios en honor de Su Santísima Madre. También, a instancias del mismo Carlos III, concedió el Papa Clemente XIII que en las Letanías de la Virgen se añadiese a continuación de la invocación "Mater intemerata" la de "Mater Immaculata".



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