"La intención del papa Pablo VI en relación a lo que comúnmente se llama nueva Misa, fue reformar la Liturgia Católica de tal manera que casi coincidiera con la liturgia protestante. Esto era con una intención ecuménica de Pablo VI de eliminar, o, al menos corregir, o, al menos mitigar, en la Misa, lo que era demasiado católico en el sentido tradicional y, repito, hacer que la Misa Católica se acercase más a la misa calvinista". Jean Guitton. (1)
"El Novus Ordo Missæ, tanto por las omisiones y cambios que introduce en el Ordinario de la Misa, como por muchas de sus normas generales que indican el concepto y la naturaleza del nuevo Misal, no expresa, en sus puntos esenciales, como debería, la Teología del Santo Sacrificio Eucarístico, establecida por el Sacrosanto Concilio de Trento en su Sesión XXII. Es este un hecho que la simple catequesis no consigue contrarrestar.
Los cambios que han precedido y preparado el Novus Ordo Missæ no han contribuido a aumentar la Fe y la Piedad de los Fieles. Al contrario, nos han dejado llenos de aprensión, una aprensión que aumentó por el Novus Ordo, por cuanto este favoreció la idea de que no hay nada inmutable en la Santa Iglesia, ni siquiera el Santo Sacrificio de la Misa.
Además, el Novus Ordo no sólo no inspira fervor, sino que extingue la Fe en las Verdades centrales de la Vida Católica, como la Presencia Real de Jesús en la Santísima Eucaristía, la realidad del Sacrificio propiciatorio, o el Sacerdocio Jerárquico". Monseñor de Castro Mayer, Obispo de Campos, 12 de Septiembre de 1969.
Cuando Pablo VI decretó el cambio de la Misa Católica, sólo el 17% de las oraciones de la Misa Tradicional se mantuvieron intactas en la Nueva Misa. Con el nuevo misal, fueron abolidas específicamente las oraciones tradicionales que describen los siguientes conceptos: la depravación del pecado; los lazos de la maldad; la grave ofensa del pecado; el camino a la perdición; el terror ante la furia del Rostro de Dios; la indignación de Dios; los golpes de Su Ira; la carga del mal; las tentaciones; los malos pensamientos; los peligros para el alma; los enemigos del alma y del cuerpo.
También se eliminaron las oraciones que describen: la hora de la muerte; la pérdida del Cielo; la muerte eterna; el castigo eterno; las penas y el fuego del Infierno. Se hizo especial énfasis en suprimir en la Nueva Misa las oraciones que describen el desapego del mundo; las oraciones por los Difuntos; la Verdadera Fe y la existencia de la herejía; las referencias a la Iglesia Militante, los méritos de los Santos, los milagros y el Infierno.
Con la excepción de una única genuflexión del celebrante después de la Consagración, prácticamente todas las demostraciones de respeto por el Cuerpo y la Sangre de Cristo que caracterizaban la Misa Tradicional, o han sido suprimidas, o hechas opcionales en la Nueva Misa.
Cuando los Protestantes en Inglaterra se separaron de la Iglesia Católica en el siglo XVI, ellos cambiaron la Misa para reflejar sus creencias heréticas. Los altares fueron reemplazados por mesas. El latín fue sustituido por la lengua vernácula. Las imágenes e iconos fueron retirados de las iglesias. El Último Evangelio y el Confiteor fueron suprimidos. La “Comunión” se distribuía en la mano. La Misa la decían en voz alta y de frente a la congregación. La música tradicional fue descartada y reemplazada por música nueva. Tres cuartas partes del clero de Inglaterra se fueron con el nuevo servicio.
Con el fin de enfatizar su creencia herética de que la misa no es un sacrificio, sino sólo una cena, los protestantes eliminaron el altar y pusieron una mesa en su lugar. En la Inglaterra protestante, por ejemplo, “el 23 de noviembre de 1550 el Concilio Secreto ordenó que fueran destruidos todos los altares en Inglaterra y reemplazados por mesas de comunión”. Esto también es lo que precisamente ocurrió en 1969, cuando Pablo VI promulgó la Nueva Misa, el Novus Ordo Missae.
"El mismo Dios, pues, y Señor Nuestro, aunque se había de ofrecer a Sí mismo a Dios Padre, una vez, por medio de la muerte en el Ara de la Cruz, para obrar desde ella la Redención Eterna; con todo, como Su Sacerdocio no había de acabarse con Su Muerte; para dejar en la Última Cena de la noche misma en que era entregado, a Su amada Esposa la Iglesia un sacrificio visible, según requiere la condición de los hombres, en el que se representase el Sacrificio cruento que por una vez se había de hacer en la Cruz, y permaneciese Su Memoria hasta el Fin del Mundo, y se aplicase Su saludable Virtud a la remisión de los pecados que cotidianamente cometemos...
Y por cuanto en este Divino Sacrificio que se hace en la Misa, se contiene y sacrifica incruentamente Aquel mismo Cristo que se ofreció por una vez cruentamente en el Ara de la Cruz; enseña el Santo Concilio, que este Sacrificio es con toda verdad propiciatorio, y que se logra por él, que si nos acercamos al Señor contritos y penitentes, si con sincero corazón, y recta Fe, si con temor y reverencia; conseguiremos Misericordia, y hallaremos Su Gracia por medio de Sus oportunos auxilios". Sacrosanto Concilio de Trento, Sesión XXII, 17 de Septiembre de 1562
NOTA
(1) Jean Guitton en una entrevista con Francesca Pini en 1998; filósofo del pasado siglo XX, amigo cercano de Pablo VI, presente en el Concilio Vaticano II y el único laico que pronunció un discurso en él.
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