sábado, 11 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 11º

 

Yo encontraba nuevos recursos para pedir 
Piedad, Misericordia para Mis hijos


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a la Reinita Niña: 

               Heme aquí de nuevo junto a Tu cuna Mamita Celestial, mi pequeño corazón se siente fascinado por Tu belleza, y no sé separar la vista de una belleza tan rara. Cómo es dulce Tu mirada, el gesticular de Tus manitas me llama para abrazarme y estrecharme a Tu Corazón ahogado de amor. Mamita Santa, dame Tus llamas a fin de que quemes mi voluntad y así pueda contentarte viviendo junto Contigo de Voluntad Divina. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija Mía, si tú supieras cómo Mi Materno Corazoncito se alegra al verte junto a Mi cuna para escucharme, Me siento realmente Reina y Madre, porque teniéndote cercana no Soy una Madre estéril ni una Reina sin pueblo, sino que tengo a Mi querida hija, que Me ama tanto y que quiere que haga con ella el oficio de Mamá y de Reina. 

               Por eso tú eres la portadora de alegría a tu Mamá, mucho más que vienes a Mi regazo para que te enseñe a vivir en el Reino de la Divina Voluntad; tener una hija que quiere vivir junto Conmigo en este Reino tan Santo, es para tu Mamá la Gloria, el Honor, la Fiesta más grande. Por eso ponme atención hija mía querida, y Yo continuaré narrándote las maravillas de Mi nacimiento. 

               Mi cuna estaba circundada por Ángeles que hacían competencia para cantarme cánticos de cuna, como a su Soberana Reina, y como estaba dotada de razón y de ciencia infundida en Mí por Mi Creador, hice Mi primer deber de adorar, con Mi inteligencia y también con Mi vocecita de niña balbuceante a la Santísima Trinidad adorable, y fue tanto el ímpetu de Mi amor hacia una Majestad tan Santa, que sintiéndome languidecer deliraba porque quería encontrarme entre los brazos de la Divinidad para recibir Sus abrazos y darle los Míos. 

               Entonces los Ángeles, para los cuales Mis deseos eran órdenes, Me tomaron y llevándome sobre sus alas me condujeron a los brazos amorosos de Mi Padre Celestial. ¡Oh! con cuánto amor Me esperaba, Yo iba del exilio, y los pequeños momentos de separación entre Él y Yo eran causa de nuevos incendios de amor, eran dones que Me preparaba para darme, y Yo encontraba nuevos recursos para pedir Piedad, Misericordia para Mis hijos que viviendo en el exilio estaban bajo los azotes de la Divina Justicia, y llevada por el amor les decía: "Trinidad adorable, Yo Me siento feliz, Me siento Reina, no conozco que cosa sea infelicidad y esclavitud, sino sólo vuestro Querer que reina en Mí, son tales y tantas las alegrías, la felicidad, que pequeña como Soy no puedo abrazarlas todas, pero en tanta felicidad, una vena de amargura intensa hay dentro de Mi pequeño Corazón, siento en ella a Mis hijos infelices, esclavos de su voluntad rebelde. Piedad Padre Santo, Piedad, ¡ah! haz completa Mi felicidad, estos hijos infelices que llevo más que Madre en Mi materno Corazón, vuélvelos felices, haz descender al Verbo Eterno sobre la tierra y todo será acordado, Yo no descenderé de Tus rodillas paternas si no Me das el reescrito de gracia, de modo que pueda llevar a Mis hijos la alegre nueva de su Redención".

               La Divinidad quedaba conmovida por Mis plegarias y colmándome de nuevos dones Me decía: "Regresa al exilio y continúa Tus plegarias, extiende el Reino de Nuestra Voluntad en todos Tus actos, que a su tiempo Te contentaremos". Pero no me decían ni cuándo, ni dónde habría de descender. 

               Por eso Yo partía del Cielo sólo para cumplir la Divina Voluntad, esto para Mí era el sacrificio más heroico, pero lo hacía de buena gana para hacer que Ella sola tuviese el pleno dominio sobre Mí. Ahora escucha hija mía cuánto Me costó tu alma, hasta amargarme el inmenso océano de Mis alegrías y felicidad; cada vez que tú haces tu voluntad te vuelves esclava y sientes tu infelicidad, y Yo como tu Mamá siento en Mi Corazón la infelicidad de Mi hija, ¡oh! cómo es doloroso tener hijos infelices, por eso lo que más te debe importar es el hacer la Divina Voluntad, como Yo, que llegaba hasta alejarme del Cielo para que Mi voluntad no tuviese vida en Mí. 

               Ahora hija Mía continúa escuchándome, el primer deber en todos tus actos sea adorar a tu Creador, conocerlo y amarlo, esto te pone en el orden de la Creación, y ven a reconocer a Aquél que te ha creado; éste es el deber más santo de cada criatura, reconocer su origen. Ahora tú debes saber que éste Mi subir y descender al Cielo, este rogar, formaba la aurora en torno a Mí, que expandiéndose en todo el mundo circundaba los corazones de Mis hijos, para hacer que al alba surgiera la aurora, para hacer despuntar el esperado día sereno de la Venida del Verbo Divino a la tierra. 

El alma: 

               Mamita celestial, al verte recién nacida y darme lecciones tan santas, yo me siento raptar y comprendo cuánto me amas, hasta volverte infeliz por causa mía. ¡Ah! Mamá Santa, Tú que tanto me amas haz descender en mi corazón la potencia, el amor, las alegrías que Te inundan, a fin de que llena de ellas, mi voluntad no encuentre lugar para vivir en mí y libremente ceda el lugar al Dominio de la Divina Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme harás tres actos de adoración a tu Creador recitando tres Gloria Patri para agradecerle por cuantas veces tuve la gracia de Ser admitida a Su Presencia. 

Jaculatoria: 

               Mamá celestial, haz surgir la aurora divina de la Divina Voluntad en mi alma.



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