El ejemplo de Santa Catalina de Siena debe interpelar nuestra propia relación con Cristo. Muchas veces buscamos encontrar en grandes manifestaciones la cercanía de Jesús, cuando en realidad Él se deja ver en las situaciones más cotidianas y humildes de nuestra vida…tal vez si contemplásemos siempre con los ojos del alma, sabríamos reconocer en todo momento su presencia a nuestro lado, sabríamos reconocer que en medio de lo cotidiano lo realmente extraordinario se manifiesta visiblemente ante nuestros ojos: la Santa Misa, allí Jesús vuelve a entregar sus manos y pies al desgarrador dolor causado por los clavos, su costado a la afilada lanza y su cabeza a las lacerantes espinas…todo herido, amoratado y ensangrentado…¿qué alma no podría compadecerse y moverse a piedad al contemplar tan bello rostro desfigurado por el dolor? No me cabe duda que Santa Catalina muchas veces tuvo esta visión de Jesús crucificado, es esta imagen la que recogió su alma y la impulso a vivir una vida en tan íntima unión con su amado. Quien ama a Cristo, no se contenta sólo con una vida de comodidad y alegrías, porque quien ama busca hacer propio todo lo que sea del ser amado, y los sufrimientos no son una excepción , es lo que escogió esta gran Santa, prefirió vivir escondida en Cristo, como otra crucificada, donándose a Él a través de una vida de sacrificios, trabajos, oración…una vida sencilla, humilde y pobre, una vida “despreciable” para quien solo busca la vanagloria del mundo, sin embargo, sabemos que la sabiduría de los hombres no procede como la sabiduría de Dios. Si se busca ser semejante a Cristo…debemos ser semejantes a Él en todo, y parte de eso, es amar la corona de espinas que constantemente Jesús nos ofrece llevar +
El ejemplo de Santa Catalina de Siena debe interpelar nuestra propia relación con Cristo. Muchas veces buscamos encontrar en grandes manifestaciones la cercanía de Jesús, cuando en realidad Él se deja ver en las situaciones más cotidianas y humildes de nuestra vida…tal vez si contemplásemos siempre con los ojos del alma, sabríamos reconocer en todo momento su presencia a nuestro lado, sabríamos reconocer que en medio de lo cotidiano lo realmente extraordinario se manifiesta visiblemente ante nuestros ojos: la Santa Misa, allí Jesús vuelve a entregar sus manos y pies al desgarrador dolor causado por los clavos, su costado a la afilada lanza y su cabeza a las lacerantes espinas…todo herido, amoratado y ensangrentado…¿qué alma no podría compadecerse y moverse a piedad al contemplar tan bello rostro desfigurado por el dolor? No me cabe duda que Santa Catalina muchas veces tuvo esta visión de Jesús crucificado, es esta imagen la que recogió su alma y la impulso a vivir una vida en tan íntima unión con su amado. Quien ama a Cristo, no se contenta sólo con una vida de comodidad y alegrías, porque quien ama busca hacer propio todo lo que sea del ser amado, y los sufrimientos no son una excepción , es lo que escogió esta gran Santa, prefirió vivir escondida en Cristo, como otra crucificada, donándose a Él a través de una vida de sacrificios, trabajos, oración…una vida sencilla, humilde y pobre, una vida “despreciable” para quien solo busca la vanagloria del mundo, sin embargo, sabemos que la sabiduría de los hombres no procede como la sabiduría de Dios. Si se busca ser semejante a Cristo…debemos ser semejantes a Él en todo, y parte de eso, es amar la corona de espinas que constantemente Jesús nos ofrece llevar +
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