El pasado martes 7 de Junio, celebramos la memoria de la Beata Ana de San Bartolomé, la primera seguidora de Santa Teresa en su Reforma del Carmelo.
Movida por su inmenso amor a la Virgen y a la Iglesia, ingresó en el Carmelo de San José de Ávila en 1570, que sufría -como otros muchos conventos- cierta decadencia espiritual debido a la relajación de la Regla Carmelitana.
Animada por las ansias de Santa Teresa, fue su primera y más fiel seguidora en la aventura de la Reforma del Carmelo, con el único objetivo de volver a la Primitiva Regla de los Carmelitas.
Pronto se convirtió en su secretaria particular, además de su discípula predilecta y heredera del espíritu de reforma de Santa Teresa, por eso la acompañó en todas sus fundaciones.
Al morir la Santa Reformadora, viajó a Francia, donde, a ejemplo de aquella que se desgastó por devolver el Carmelo a sus orígenes, y movida por su amor a la Orden Carmelita, fundó varios conventos o “palomarcitos”.
Por pura obediencia a sus superiores, escribió su autobiografía, donde dejó constancia de las muchas gracias místicas con las que el Señor le bendijo durante toda su vida; es de reseñar que, al igual que su Maestra Santa Teresa, la Beata Ana de San Bartolomé tuvo un inmenso amor a la Humanidad de Jesús y al Misterio de la Santísima Trinidad.
Su vida toda fue la de una auténtica carmelita: vivió como perfecta esclava de amor de Nuestra Señora, y al igual que María Santísima, permaneció escondida en el silencio y la escucha de la voz de Dios.
Otra característica carmelitana que la distinguió fue su amor filial a la Santa Iglesia Católica, y todo ello pese a las persecuciones de las que fue objeto junto a Santa Teresa -incluso por miembros de su misma Orden.
Pese a su gran humildad y deseo de permanecer en un segundo plano, el Señor eligió a la Beata Ana de San Bartolomé para poner sobre sus hombros, el yugo del gobierno de los conventos que fundó, labor que desempeñó con finísima caridad, virtud de virtudes en las que siempre sobresalió.
Murió santamente en Francia, en 1622 y fue beatificada en 1917 por el Papa Benedicto XV.
Beata Ana de San Bartolomé, hija predilecta de Santa Teresa, ruega por nosotros.
Del Carmelo me gusta hasta las piedras.
ResponderEliminarGracias
Una Santa amistad, donde Dios es el centro y motor que las une...que bello...por estos días se a olvidado este alto valor, hay quienes que ni siquera cultivan una amistad y menos fundada en Dios. Este ejemplo que nos das a conocer Juan Diego, ciertamente debe movernos a nosotros a cultivar amistades sobre un cimento tan sólido como es Dios, gracias, un abrazo! +
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