El 2 de Marzo de 1923, mientras Sor Josefa se disponía a bajar al taller de costura, tuvo la gracia de ver a Nuestro Señor en la escalera.
-”¿A dónde vas , Josefa?”.
- A la ropería, Señor, a planchar los uniformes”.
-”Pues ve a tu cuarto, porque quiero que escribas”.
Una ligera sombra de contrariedad oscurece su alma; calla y toma el camino de su celda. Al llegar, Jesús ya la está esperando. Su Infinita Sabiduría ha leído en el interior de Josefa lo que ella no se ha atrevido expresar.
-”¿Quién te ha creado?”- le pregunta.
-”Vos , Señor”.
-”Quién te ha dado más pruebas de amor? ¿Quién, como Yo, ye ha perdonado y está dispuesto a perdonarme todavía?”.
Josefa, llena de confusión no sabe cómo expresar su arrepentimiento.
-”Sí, humíllate, Josefa, besa el suelo y no me resistas más”.
Nuestro Señor prosigue con su Mensaje:
-”Escribe ahora para mis almas. Quiero manifestarles la amargura de que estaba poseído Mi Corazón durante la Última Cena. Pues si era grande mi alegría de hacerme compañero de los hombres hasta el fin de los siglos y alimento divino de las almas, y veía cuántas me rendirían homenaje de adoración, de reparación y de amor… no fue menor la tristeza que me causó el ver cuántas habrían de abandonarme en el Sagrario y cuántas no creerían en la presencia real…
“¡En cuántos corazones manchados por el pecado tendría que entrar… y cómo Mi Carne y Mi Sangre así profanadas, habían de convertirse en causa de condenación para muchas almas…!
“¡Ah! ¡Cómo vi en aquel momento, todos los sacrilegios y ultrajes y las tremendas abominaciones que habían de cometerse contra Mí! ¡Cuántas horas había de pasar sólo en el Sagrario! ¡Cuántas noches! ¡Cuántas almas rechazarían los llamamientos amorosos que, desde es morada, les dirigía…!
“Por amor a las almas, me quedo prisionero en la Eucaristía, para que en todas sus penas y aflicciones puedan venir a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el amigo más fiel: mas ¡ese Amor que se deshace y se consume por el bien de las almas, no ha de ser comprendido…!”
Precioso! el testimonio de Sor Josefa mueva nuestros corazones a amar y adorar con sincero amor la viva presencia de Nuestro Señor en la Santa Eucaristía...su divino corazón, está deseoso de ser consolado por nosotros y tantas veces nos negamos de hacerlo por comodidad! +
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