( Viene de la primera parte, publicada el 18 de Noviembre )
LA POBREZA Y GENEROSIDAD DE UN CURA
Vivía austeramente, más bien pobre, sin nada y dándole a las cosas materiales la importancia que tienen, o sea, poca o ninguna. Ese desprendimiento de las cosas de este mundo sólo se apreciaba cuando uno entraba en su casa donde a veces, faltaba hasta lo fundamental.
Así, el coche que tenía, se lo habían regalado, de la casa parroquial de Santa María de Guía, donde tantos años pasó y que dejó perfectamente amueblada, no se llevó ni un cojín; es más, cuando llegó a su último destino, la Parroquia de Trapiche, durmió varios días en un colchón sobre el suelo… ¡no había ni cama!. Yo mismo le ayudé a pintar y adecentar aquella pobre casa, llena de humedades e imperfectos.
Recuerdo con especial cariño, aquél rosal que juntos plantamos, que tantas flores regalaba y que iban siempre derechitas junto al Sagrario; al cortarlas, no se paraba a olerlas, porque ni en esos lícitos gustos se deleitaba Don Nicolás.
Su escaso sueldo de párroco así como el dinero de los estipendios de la Santa Misa, lo empleaba con los necesitados; alguna que otra vez, yo mismo vi como pedía prestado para darlo a alguien que unos días antes le había hablado de la mala situación económica de la familia.
Por mi parte, sabiendo que Don Nicolás apenas tenía, cuando intuía que se iba a desprender para dar a otros, le insistía: -Pero Don Nicolás, acuérdese que hay que pagar esto o aquello. O bien le recordaba: -¡Que ya no le queda nada para la despensa de sus casa!. Pero de poco le servían mis advertencias. Y claro, se quedaba con menos que aquellos a los que ayudaba… una vez me confesó que llevaba tres días a base de café con leche porque no tenía ni un céntimo para más.
El bueno de Don Nicolás daba muy discretamente, ni los que estábamos cerca de él sabíamos cuando era generoso con un necesitado; tal era así que sólo me enteraba de sus locuras caritativas cuando la persona beneficiada me decía: -El otro día Don Nicolás me dio un saco de papas- o -Me ayudó a pagar la factura de la luz- y me insistían con cierto temor -No le digas nada, que me dijo que luego te enfadas con él…
“HE AMADO EL ESPLENDOR DE TU CASA”
Tampoco escatimaba en la liturgia, donde tenía por meta “dar todo lo mejor para el Señor”. Comprendía que teníamos que actuar como la Magdalena, que además de lavar los pies de Nuestro Señor con lágrimas, había que ungirlos al tiempo con valiosos perfumes. Con el poquísimo dinero que entraba en su última parroquia, la de San José de la Montaña, compró casullas de buen material, consiguió incienso de Sevilla, arregló candelabros, sustituyó el altar por uno antiguo al que devolvió todo el esplendor… y aún así, todo le parecía pobre para celebrar el Sacrificio de la Misa.
Andaba siempre de acá para allá pidiendo y casi limosneando objetos de culto que otros no quisiesen por viejos o estropeados, que luego él mismo se ocupaba de arreglar o buscar quien lo hiciese.
Tenía un gusto y cuidado exquisitos con todo lo referente a los objetos sagrados: procuraba guardar con mimo los vasos sagrados, que las casullas y albas estuviesen limpias y planchadas, los purificadores blancos como la nieve y que la limpieza de la iglesia, en particular la del presbiterio, fuese esmerada… el mismo Don Nicolás se ocupaba personalmente de esa labor, ya que entendía que Cristo, el Altar y el sacerdote, eran una misma cosa.
(CONTINUARÁ…)
Un santo que no está en los altares, pero que el Señor lo tendrá mimado en el cielo. ¡Qué envidia de alma!
ResponderEliminarFeliz día.
Verdaderamente admirable la vida y vocación de este santo sacerdote… Dios que todo lo ve, le dará la recompensa que merece en el día final. GRACIAS HERMANITO POR EDIFICARNOS LA VIDA DEL PADRE NICOLÁS GODOY HERRERA +
ResponderEliminar