domingo, 22 de enero de 2012

NUESTROS PASTORES ( I ) FRANCISCO OROZCO Y JIMÉNEZ



   “Agotada su vida por la tarea ingente que realizó en defensa de la Iglesia tapatía, murió santamente, en esta Ciudad de Guadalajara, el gran Arzobispo, Doctor y Maestro, Don Francisco Orozco y Jiménez, el 18 de febrero de 1936.


   Nació en Zamora el 19 de noviembre de 1864. A los nueve años fue enviado a Jacona, al cargo educacional del Padre Antonio Plancarte Labasida (con el tiempo, Abad de la Basílica Nacional de Santa María de Guadalupe), y fue mandado luego a Roma, donde estudió Latín, Filosofía, Letras, Teología, Derecho Canónico y, en 1887, a los 23 años de edad, fue ordenado sacerdote”.


   Tras numerosos cargos desempeñados en la porción zamorana y en el Distrito Federal con ejemplar celo sacerdotal y apostólico, el 15 de agosto de 1902, en la Insigne Basílica de Guadalupe fue consagrado Obispo por el Arzobispo de México, Don Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera, y se le destinó a la Diócesis de Chiapas, con sede en San Cristóbal Las Casas.


   El Periodista Luis Sandoval Godoy, también Escritor y Cronista, refiere que, si con innegables merecimientos se habla de la vida y la obra de Fray Bartolomé de Las Casas en esa intrincada región en favor de los indios de su tiempo, ciertamente se le adeuda un amplio reconocimiento a la labor de Monseñor Orozco entre 1902 y 1912 en aquellos lugares. Y no únicamente en el primordial campo de la evangelización, el culto, la promoción y formación de las vocaciones consagradas, sino en la ardua tarea social, asistencial y de desarrollo de muy relegadas comunidades, por la vía de la educación, la salud, la construcción de caminos y la introducción de servicios entonces desconocidos allá como la luz, el agua y el drenaje.


   Precisamente por avalar el progreso integral de las etnias asentadas en su jurisdicción, y tomando en cuenta aquellos tiempos de agrias relaciones con el Estado, de manera despectiva, el Gobierno le endilgó el mote de “El Obispo Chamula”. En cambio, la Santa Sede, con el beneplácito del Episcopado Mexicano, lo premió transfiriéndolo como Residencial de la Arquidiócesis de Guadalajara, en reemplazo de su difunto antecesor y paisano michoacano, Mons. José de Jesús Ortiz y Rodríguez.


   No obstante la época azarosa nacional post-revolucionaria, el egregio Prelado hizo triunfal entrada a la Capital de Jalisco el 9 de febrero de 1913… Le aguardaban ardorosas pruebas. Entre las más punzantes: calumnias y descréditos; cinco destierros que le dolieron en el alma por tener qué abandonar a su grey (si bien casi siempre se las ingenió para reingresar a hurtadillas); y, sobre todo, la incomprensión y desacuerdo de algunos de sus hermanos Obispos mexicanos en cuanto a la interpretación y resolución del conflicto cristero.


   Pese a las continuas adversidades de los tiempos aciagos, el Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez nunca descuidó la atención y formación de los seminaristas, a muchos de los cuales envió a cursar estudios superiores a España e Italia. A los de aquí, los visitaba y alentaba en domicilios anónimos. Fomentó grandemente la devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe y también a la advocación de Nuestra Señora de Zapopan. Al primer Santo mexicano canonizado, Felipe de Jesús, le mandó construir un templo en su sitio de martirio: Nagasaki, Japón, y otro en el Sector Libertad de Guadalajara.


   Un hecho particularmente honorífico e inédito ocurrió el 12 de diciembre de 1933 en Roma. El Papa Pío XI asistió a la Solemne Misa, en la Basílica de San Pedro, acompañado de Cardenales, Arzobispos y Obispos (no había entonces Concelebraciones), que presidía el Arzobispo de Guadalajara en honor de Santa María de Guadalupe, declarada Patrona de América Latina y las Islas Filipinas.


  Durante el Movimiento Cristero, no dejó de recorrer su territorio, escondiéndose de sus enemigos, pero haciéndose presente entre sus fieles y los sacerdotes que habían permanecido con su rebaño. Escribió y difundió numerosas Cartas Pastorales llenas de doctrina y también de valentía. En el campo de la Acción Social, organizó Congresos de Trabajadores para el estudio y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia. Según lo permitieron las circunstancias, erigió varias decenas de Parroquias.


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