Los padres de Teresa estaban aterrados frente a la visión de las misteriosas llagas que habían herido las manos, los pies y el pecho de su hija; tratan en vano de curar los santos estigmas, sin entender el origen divino de los mismos, por eso llaman al Dr. Seidl, que inmediatamente aplicó una pomada y vendó las llagas.
Teresa Neumann al poco tiempo de ser estigmatizada
El 17 de Abril de 1926, pocos días después de haber recibido el don de los sagrados estigmas, Teresa Neumann ruega a su Santa Teresita que le inspire, bien a ella o al doctor, el medio de mitigar aquellas dolencias. "Entonces sentí la impresión -escribe ella misma- de que los envoltorios se desprendían de las llagas. Al punto pedí a mi hermana que encendiese la luz. Después fui levantando con cuidado los apósitos, que cedían sin resistencia ni dolor ninguno. Hice venir a mis padres para que vieran mis llagas, que estaban ya secas, aunque no cauterizadas. La carne estaba enrojecida, recubierta solamente de una epidermis muy tenue y transparente."
A partir de aquella fecha, las llagas quedaron de esa manera, recubiertas con una película de piel sonrosada, pero abriéndose de nuevo con regularidad matemática todos los viernes, de cada semana, manando sangre en mayor o menor cantidad. El fenómeno seguirá reproduciéndose sin otra interrupción que la del tiempo comprendido desde la Pascua hasta el día de la Fiesta del Corpus Christi. Durante todo ese período de cada año, Teresa no sentirá dolor, ni las llagas se abrirán, ni manarán sangre. Así se irán adaptándose, transformándose todos los años, con arreglo a la marcha de la liturgia, coincidiendo con el sufrimiento y alivio con las épocas de pena y alegría de la Santa Iglesia.
Continuará...
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