El 26 de Enero de 1815, en medio de un éxtasis, los Ángeles transportaron a Isabel Canori a una sala donde vio a muchos eclesiásticos que “bajo el manto de bien, persiguen a Jesús Crucificado y a Su Santo Evangelio”, y que “como lobos rabiosos tramaban derribar al Jefe de la Iglesia de su trono”. Al poco tiempo de contemplar esta escena, se le mostró una visión mística sobre la Ira de Dios que la conmovió profundamente: “a ver el cruel estrago que la Justicia de Dios está por hacer entre aquellos miserables: con sumo terror, veía que alrededor mío fulguraban los rayos de la Justicia irritada. Vi edificios cayendo en ruinas. Las ciudades, provincias enteras, todo el mundo estaba en caos. No se oía otra cosa sino débiles voces implorando misericordia. El número de muertos era incalculable”.
No obstante, lo que más le impresionó fue ver a Dios indignado. En un lugar altísimo y solitario, vio a Dios representado por “un gigante fuerte y airado hasta el extremo contra aquellos que lo perseguían. Sus manos omnipotentes estaban llenas de rayos, su rostro estaba repleto de indignación: sólo su mirada bastaba para incinerar al mundo entero. No había ni ángeles ni santos que lo circundasen, sino sólo su indignación lo circundaba por todas partes”. Tal visión duró apenas un instante, porque, como cuenta Isabel Canori, “si hubiese durado un momento más, ciertamente yo habría muerto”.
LA IRA DE DIOS: LA MAYOR INFELICIDAD
Por la mismo época, Isabel Canori narra como vio a María Santísima “triste y dolorosa”. Le preguntó entonces la razón de su dolor. “La Madre de Dios se volvió hacia mí y dijo: «Contempla, oh hija, contempla la gran impiedad». Oyendo estas palabras, vi que unos apóstatas osadamente intentaban arrancar temerariamente a Su Santísimo Hijo de Su purísimo seno y de Sus santísimos brazos. Ante este gran atentado, la Madre de Dios no pedía más misericordia para el mundo, sino Justicia al Divino Padre Eterno; el cual, revestido de su inexorable Justicia y lleno de indignación, se volvió hacia el mundo. En aquel momento toda la naturaleza entró en convulsión, y el mundo perdió su recto orden, y se formó sobre la tierra la mayor infelicidad que se pueda contar o imaginar. Una cosa tan deplorable y aflictiva que dejará al mundo reducido a la última desolación”
EL CASTIGO A CAUSA DE LOS MALOS SACERDOTES
Isabel Canori Mora continuaba padeciendo en su cuerpo los Sagrados Estigmas de la Pasión cuando, una vez más Nuestro Señor, el 7 de Junio de 1815, le mostró el Castigo que atraían sobre la humanidad los malos sacerdotes, a los que la vidente Isabel llamaba “lobos rapaces con piel de oveja, […] acérrimos perseguidores de Jesús Crucificado y de Su Esposa, la Santa Iglesia”. “Me parecía -anotó en su Diario- ver a todo el mundo en convulsión, especialmente la ciudad de Roma. […] ¿Qué decir del Sacro Colegio? A causa de la variedad de opiniones, unos habían sido dispersados, otros abatidos, otros despiadadamente asesinados. De un modo similar o aun peor eran tratados el clero secular y la nobleza. El clero regular no sufría la dispersión total, pero era diezmado. Innumerables eran los hombres de toda condición que perecían en esa masacre, pero no todos se condenaban. Muchos eran hombres de buenas costumbres, y muchos otros de vida santa”
Continuará...
(Los textos resaltados en azul están extraídos del libro "Mi vida en el Corazón de la Trinidad, Diario de Isabel Canori Mora, esposa y madre", Libreria Editrice Vaticana, 1996)
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