miércoles, 22 de abril de 2020

ACERCARSE A LA CONFIANZA Y TUTELA DE SAN JOSÉ




          El Papa Pío IX, ferviente devoto del Patriarca San José, invocó su auxilio ante los numerosos frentes que se presentaban contra la Iglesia: la guerra entre Francia y Prusia, el proceso de la unidad de Italia, por el que el Papado fue desposeído de sus dominios territoriales, sin su mermado ejército, sin la Urbe y, como decía el mismo Pío IX, "prisionero en el mermado reducto romano."

          En aquel clima de temores y de miedos apocalípticos, el Papa se hizo eco de las peticiones de los fieles, de las elevadas por los Padres conciliares, y, justamente en la Fiesta de la Inmaculada de 1870, declaró a San José Patrono de la Iglesia, para que cuidara de ella, en aquellos tristísimos tiempos, como cuidó de su familia de Nazareth, verdadera y primera Iglesia naciente. 

          Años más tarde, el sucesor de Pío IX, el Papa León XIII, publicaría en la Fiesta de la Asunción de 1889 la primera (y única hasta ahora) Encíclica Josefina, la "Quamquam pluries", firmada con la  popular oración: "A vos, Bienaventurado San José", y con clara intención social, al igual que la autorización de la Fiesta de la Sagrada Familia. Pío XII, también con sentido social, instituyó la Fiesta de San José Obrero en 1955.


El Papa León XIII nos anima 
a seguir el Ejemplo de San José


               "...hombres de todo tipo y nación han de acercarse a la confianza y tutela del Bienaventurado José. Los padres de familia encuentran en José la mejor personificación de la paternal solicitud y vigilancia; los esposos, un perfecto de amor, de paz, de fidelidad conyugal; las vírgenes a la vez encuentran en él el modelo y protector de la integridad virginal. 

              Los Nobles de nacimiento aprenderán de José como custodiar su dignidad incluso en las desgracias; los ricos entenderán, por sus lecciones, cuáles son los bienes que han de ser deseados y obtenidos con el precio de su trabajo. En cuanto a los trabajadores, artesanos y personas de menor grado, su recurso a San José es un derecho especial, y su ejemplo está para su particular imitación. Pues José, de sangre real, unido en matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado el padre del Hijo de Dios, pasó su vida trabajando, y ganó con la fatiga del artesano el necesario sostén para su familia. 

               Es, entonces, cierto que la condición de los más humildes no tiene en sí nada de vergonzoso, y el trabajo del obrero no sólo no es deshonroso, sino que, si lleva unida a sí la virtud, puede ser singularmente ennoblecido. José, contento con sus pocas posesiones, pasó las pruebas que acompañan a una fortuna tan escasa, con magnanimidad, imitando a su Hijo, quien habiendo tomado la forma de siervo, siendo el Señor de la vida, se sometió a sí mismo por su propia libre voluntad al despojo y la pérdida de todo..."  


Papa León XIII, "Quamquam pluries"



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