viernes, 22 de abril de 2022

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. DÉCIMOTERCERA HORA

           

"...quien piensa siempre en Mi Pasión 
forma en su corazón una fuente, 
y por cuanto más piensa tanto más 
esta fuente sea grande, y como las aguas 
que brotan son comunes a todos, 
esta fuente de Mi Pasión que se forma 
en el corazón sirve para el bien del alma, 
para gloria Mía y para bien de las criaturas." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Picarretta, 
el 10 Abril de 1913


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...




DE LAS 5 A LA 6 DE LA MAÑANA 

DECIMOTERCERA HORA 

Jesús en la prisión


                Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro; el corazón me late fuerte y delira de amor. Dime ¿dónde estás? Ángel mío, llévame a casa de Caifás... Pero por más que busco, recorro e indago por todas partes, no te encuentro... Pronto, amor mío, mueve con Tus manos las cadenas con que tienes atado mi corazón al Tuyo y atráeme hacia Ti para que, atraída por Ti, pueda emprender el vuelo para ir a arrojarme en Tus brazos. 

               Amor mío, ya siento que me atraes, herido por mi voz y queriendo mi compañía... Pero veo que te ha puesto en la cárcel...Y mi corazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me lo siento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido. Te veo con las manos atrás atadas a una columna, con los pies inmovilizados y atados, con Tu Santísimo Rostro golpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbaras bofetadas recibidas...Tus ojos santísimos están lívidos, con la mirada cansada y apagada por la vigilia; Tus cabellos todos en desorden; Tu Santísima Persona toda golpeada, y hay que agregar que no te puedes valer por Ti solo para ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, oh Jesús mío, llorando y abrazándome a Tus pies exclamo: ¡Ay, cómo te han dejado, oh Jesús! 

               Y Jesús, mirándome, me responde: “Ven, oh hija, y pon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lo hagas tú junto Conmigo y pueda Yo así continuar mi vida en ti.” Y veo con asombro que en vez de ocuparte de Tus penas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorificar al Padre para darle satisfacción por todo lo que nosotros estamos obligados a hacer, y llama en torno a Ti a todas las almas para tomar sobre Ti todos sus males y darles todos Tus bienes...Y como ya hemos llegado al alba del nuevo día, oigo Tu Voz dulcísima que dice: “Padre Santo, te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo que me queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al día y el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de la gracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día, Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine en todos. Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quiero responderte por todas ellas, por sus pensamientos, por sus palabras, por sus obras, por sus pasos, etc... a costa de Mi Sangre y de Mi Muerte.” 

               Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yo te agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo que me quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos los corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol Divino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar en todos. 

               Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas por todas las primicias de los pensamientos, de los afectos y de las palabras que desde el principio del día no son ofrecidos a Ti para darte honor, y reúnes en Ti como si fueran uno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras de las criaturas, para dar al Padre la Reparación y la Gloria que ellas le deben. Jesús mío, Maestro Divino, ya que disponemos en esta prisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer no sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme toda en Ti. Por tanto, me acerco a Tu Santísima Cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tienen ni siquiera un pensamiento para Ti; y fundiéndome en Tu mente quiero reunir en Ti todos los pensamientos de las criaturas y fundirlos en Tus pensamientos para hallar suficiente reparación por todos los malos pensamientos y por tantas luces y santas inspiraciones sofocadas... quiero hacer de todos los pensamientos uno solo con los Tuyos para darte la verdadera Reparación y perfecta Gloria. 

               Afligido Jesús mío, beso Tus ojos cargados de lágrimas y de tristeza. Y como tienes las manos atadas a la columna no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con que te han ensuciado, y como es insoportable la postura en que te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados para reposar un poco...y yo quiero enjugarte los ojos y suplicarte  perdón, dándote reparación por todas las veces que no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte para ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacer y a dónde querías que fuésemos; y en Tus ojos quiero fundir los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar con Tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con la vista. 

               Piadoso Jesús mío, beso Tus oídos santísimos para repararte por los insultos de toda la noche, y mucho más todavía por el eco que resuena en tus oídos por todas las ofensas de las criaturas... y te pido perdón y te reparo por todas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos, fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, has repetido Tu llamada, pero en vano... Quiero fundir en Tus oídos los míos y los de todas las criaturas para darte una continua reparación completa. 

               Enamorado Jesús, beso Tu Rostro Santísimo, todo lívido e hinchado por los golpes... y te pido perdón y te reparo por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas de reparación, y nosotros, uniéndonos a Tus enemigos, te hemos dado bofetadas y salivazos... Jesús mío, quiero fundir mi rostro en el Tuyo, para restituirte Tu hermosura natural y darte entera reparación por todos los desprecios hechos a Tu adorable Majestad. 

               Amargado Bien mío, beso Tu dulcísima boca, dolorida por los golpes y abrasada por el amor... y quiero en Tu lengua fundir la mía y la de todas las criaturas, para reparar con Tu misma lengua por todos los pecados y las conversaciones malas que se tienen. Quiero, sediento Jesús mío, hacer de todas las voces una sola con la Tuya, para hacer que cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, Tu voz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas voces de pecado y las cambien en voces de alabanza y de amor. 

               Enamorado Jesús, beso Tu cuello oprimido por esas pesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pecho hasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos te tienen fuertemente atado a la columna. Tus manos ya están hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ataduras, tanto que de ellas brota sangre... Ah, Jesús encadenado, permíteme que te desate; y si gustas ser atado, te ato con las cadenas del amor, que siendo dulces te aliviarán en vez de hacerte sufrir... 

               Y mientras te desato, quiero fundirme en Tu cuello, en Tu pecho, en Tus hombros, en Tus manos y en Tus pies para poder reparar Contigo por todos los apegos y llevar a todas las almas las cadenas de Tu Amor, para reparar por todas las frialdades y llenar los pechos de todas las criaturas con Tu fuego, porque veo que es tanto el que Tú tienes que no puedes contenerlo; para reparar por todos los placeres ilícitos y el amor a las comodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y el amor al sufrimiento...

               Quiero fundirme en Tus manos para reparar por todas las malas obras y por el bien hecho malamente y con presunción, y dar a todos el perfume de Tus obras. Y fundiéndome en Tus pies, encierro todos los pasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos a todos para hacerlos caminar santamente. 

               Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndome en Tu Corazón, encierre todos los afectos, los latidos, los deseos, para repararlos Contigo y dar Tus afectos, Tus latidos y Tus deseos a todos, para que ninguno vuelva a ofenderte. Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido de la llave... Son Tus enemigos que vienen a llevarte... ¡Jesús, me siento estremecer! ¡Me siento helar la sangre porque Tú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! ¿Qué va a ser de Ti? Pero me parece oír también el ruido de las llaves de los Sagrarios... Cuántas manos profanadoras vienen a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazones sacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado a encontrarte... 

               Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme en todas Tus cárceles de amor para ser espectadora cuando Tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y repararte por las ofensas que recibes... Pero veo que Tus enemigos ya llegan, y Tú saludas al naciente sol, al último de Tus días, y ellos, al desatarte, viéndote lleno de majestad y que los miras con tanto amor, en pago descargan sobre Tu Rostro bofetadas tan fuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con Tu Preciosísima Sangre. Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolor te ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirte en todo lo demás de Tu Pasión.



Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por Mons. Giuseppe María Leo,
Arzobispo de Trani-Barletta-Bisciglie, y con Nihil Obstat 
del Canónigo Aníbal María de Francia





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