En la autobiografía que por obediencia escribió Santa Catalina Labouré, reflejó algunas experiencias sobrenaturales con las que el Cielo la bendijo, a destacar la de la Aparición de Nuestra Señora con la conocida como "Medalla Milagrosa", pero todo envuelto en un profundo amor a Jesús Sacramentado: "...después fui favorecida con otra gran gracia, la de ver a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, que lo vi todo el tiempo de mi seminario, exceptuadas las veces en que dudaba (es decir, cuando me resistía); entonces, la vez siguiente ya no veía nada, porque quería profundizar y dudaba de este misterio y creía equivocarme. El día de la Santísima Trinidad, Nuestro Señor se me apareció como un Rey, con la Cruz sobre su pecho, en el Santísimo Sacramento, fue durante la santa Misa en el momento del Evangelio, y me pareció que la Cruz se caía a los pies de Nuestro Señor, y me pareció que Nuestro Señor era despojado de todos sus ornamentos, todos caídos por tierra. Ahí fue cuando tuve los pensamientos más negros y más tristes, ahí fue cuando pensé que el rey de la tierra se vería perdido y despojado de sus vestiduras reales, todos los pensamientos que tuve no sabría explicarlos…"
Santa Catalina Labouré cuenta como el 18 de Julio de 1830, a las 11:30 de la noche, se despertó, porque alguien la llamaba. Descorrió las cortinas de su cama y vio a un niño, que le dijo: "Ven a la capilla, la Santísima Virgen te espera. No tengas miedo. Todas duermen profundamente".
Sor Catalina se viste rápidamente y sigue al niño que la conduce a la capilla. Después de una breve espera, el niño le anuncia: "La Santísima Virgen". Y aparece una Señora hermosa que, después de haberse postrado ante el Sagrario, va a sentarse en el sillón. Catalina, entonces, de un salto se pone de rodillas a su lado con las manos apoyadas en su regazo. Y ella misma escribe: "Fue el momento más dulce de mi vida. Me es imposible expresar lo que entonces experimenté… Ella me explicó cómo debía comportarme en las pruebas de la vida. Luego con la mano me indicó el Sagrario y me dijo que debía arrodillarme y abrir allí mi corazón, que en ese lugar encontraría todo el consuelo que necesitaba…"
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