La señal más infalible y más indudable para distinguir un hereje, un hombre de mala doctrina, un réprobo, de un predestinado, está en que tanto el hereje como el réprobo, no tienen sino menosprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor tratan de amenguar por medio de sus palabras y ejemplos, ora abierta, ora ocultamente y a veces con pretextos ingeniosos. Por eso ha dicho Dios Padre a María que no habitase en ellos, porque son falsos como Esaú.
Dios Hijo quiere formarse y, por decirlo así encarnarse todos los días por medio de su amantísima Madre, en los miembros místicos de su cuerpo, que son los justos, y por eso dice a María: Recibe a Israel por herencia (Eccli. 24,13). Lo que es lo mismo que si dijera: Mi Padre me ha dado por herencia todas las naciones de la tierra, todos los hombres buenos y malos, predestinados o réprobos; a los unos los guiaré con la vara de oro del amor; a los otros, con la vara de hierro de la justicia; seré el padre y defensor de los unos, el justo vengador de los otros y el juez de todos; pero Vos, mi carísima María, no tendréis como herencia y propiedad sino a los predestinados, representados por Israel, y como buena Madre suya, los criaréis y cuidaréis, y como soberana de los mismos, los guiaréis, gobernaréis y defenderéis.
Un hombre y un hombre ha nacido en Ella, dice el Espíritu Santo. Según la explicación de algunos Padres, el primer hombre nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo; el segundo es un hombre puro, hijo de Dios y de María, por adopción. Si Jesucristo, el Jefe de los hombres, ha nacido en Ella, los predestinados, que son los miembros de esa cabeza, deben también nacer en Ella por una consecuencia necesaria. Una misma madre no da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza: de otra manera sería un monstruo de la naturaleza; del mismo modo en el orden de la gracia, la cabeza y los miembros nacen de una misma madre; y si un miembro del cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de otra madre que no fuese María, que ha producido la cabeza, no será ya un predestinado ni un miembro de Jesucristo, sino un monstruo, en el orden de la gracia.
San Luis Mª Girgnión de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción
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