Qué otra, sino María es su consoladora en medio de aquellas penas, y quién su socorro, sino esta Madre de Misericordia? Santa Brígida oyó que Jesús decía a Su Madre: "Tú eres mi Madre, tú la Madre misericordiosa, tú la consoladora de los que están en el Purgatorio". Y la misma Virgen dijo a Santa Brígida que como un enfermo, afligido y abandonado en su lecho, se siente reconfortado con cualquier palabra de consuelo, así aquellas Almas se sienten aliviadas con solo oír su nombre.
El solo nombre de María, nombre de esperanza y de salvación es el que constantemente invocan en aquella cárcel sus hijas queridas, siéndoles de gran consuelo. Y después, dice Novarino, la Madre Amorosa, sintiéndose invocar por Ellas, las une a sus plegarias ante Dios, con lo que socorre a aquellas Almas, y así quedan como refrigeradas de sus grandes ardores, con celestial lluvia.
Pero María no solo consuela y socorre a sus devotos en el Purgatorio, sino que también rompe sus cadenas y los libra con su intercesión. Desde el día de su Gloriosa Asunción, en el que se cree que quedó vacía la cárcel del Purgatorio, como dice Gersón y confirma Novarino, diciendo basarse en graves autores, día en que María al entrar en el Paraíso, pidió a su Hijo poder llevar consigo todas las almas que estaban en el Purgatorio, desde entonces, dice Gersón, María tiene el privilegio de librar a todos sus devotos, de aquellas penas. Y esto lo afirma sin titubeos San Bernardino de Siena, diciendo que la Santísima Virgen tiene la facultad, con sus ruegos y con la aplicación de sus méritos, de librar las almas del Purgatorio y principalmente las de sus más devotos.
Lo mismo dice Novarino, opinando que por los méritos de María, no solo se tornan más llevaderas las penas de aquellas Almas, sino también más breves, abreviándose por su intercesión el tiempo de su Purgatorio. Para lo cual, basta que Ella lo pida.
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