INSTRUCCIÓN SOBRE
EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA
La Santa Misa es la mejor de las cosas en las que puede ocuparse un católico, ora para alabar a Dios, ora para darle gracias por los beneficios recibidos, ya para alcanzar lo que necesita para salvarse, ya para darle satisfacción por las faltas cometidas.
Dice San Juan Crisóstomo que "en la Misa el cristiano no ora solo sino que con él oran los ángeles, los Santos, hasta el mismo Jesucristo". ¡Felices aquellas personas que la oyen devotamente, no sólo en los días festivos y de precepto, como es deber suyo, sino también todos los demás días, porque atesoran grandes méritos para este y para el otro mundo.
San Luis, Rey de Francia, oía dos Misas cada día; San Isidoro la oía también todos los días antes de empezar su labor, como lo hacían igualmente otros muchos Santos que sería largo de contar. Haz tú lo mismo, católico muy amado, aún cuando no seas rico ni holgado, sino un pobre jornalero, cual lo era San Isidro Labrador. Acuérdate del adagio que dice:
"Por oír Misa y dar cebada,
Quizá no tanto el temor de atrasar tus quehaceres o la falta de tiempo, como el temor del "qué dirán" los mundanos y murmuradores, será lo que te impida oír todos los días la Santa Misa. Si es así, te digo que ningún caso haz de hacer de ellos, como nos enseña Jesucristo; no les des oidos, pues siendo ciegos pretenden ser lazarillos; son como el perro del hortelano, que ni comen las berzas ni las dejan comer.
Por cierto que cuando tú te presentas en casa de algún señor para pedirle alguna gracia no te cuidas de los perros que a su entrada están ladrando; pues lo mismo es indispensable que hagas con estos perros del mundo, que pretenden amedrentarte con los aullidos de sus críticas y burlas para que no entres en la Casa del Señor de Cielos y Tierra en la cual te ha conceder todo género de gracias temporales y eternas.
No olvides que el templo es la Casa de Dios y la Puerta del Cielo en la que has desear entrar, y menos has de echar en olvido que allí no entrarán los perros, que son los hombres malos, sino más bien serán arrojados afuera, según afirma San Juan.
Hasta de María Magdalena sabemos que mientras prodigó algún día el dinero en las vanidades, diversiones y locuras mundanas, en vez de criticas recibió aplausos; pero luego, que con heroica resolución, trató de consagrarse toda al servicio de Jesucristo, mil lenguas serpentinas arrojaron su veneno contra ella y, ¡quién lo creyera!, hasta los mismos Apóstoles, siguiendo a Judas, criticaron su proceder; de suerte que fue preciso que el mismo Jesucristo se hiciera su abogado y defensor.
Créeme, pues, católico; oye Misa cada día, sin faltar a tu obligación doméstica y desprecia cuanto digan los mundanos o los que así mismos se llaman espirituales. Día vendrá en que Jesús se hará tu defensor, como lo fue entonces de la Magdalena.
"CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO"
San Antonio María Claret.
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