Estos son los que han venido de gran tribulación,
y han lavado sus luengas ropas,
y las han blanqueado en la sangre del Cordero...
(Apocalipsis, cap. 7, vers. 14)
Cuando agonizaban aquellos muchachos, encharcados en su propia sangre, aparecían las primeras luces de aquel tenebroso 18 de Agosto de 1936. El más joven del grupo martirial apenas tenía 18 años, el mayor, 22. Crónica del Glorioso Martirio de los Carmelitas de Carabanchel, Madrid.
Eran las cinco de la mañana del lunes, 27 de Julio de 1936. Una pareja de guardias denominados de Asalto llaman al Convento de El Carmen de Onda (Castellón) comunicando la orden de un inmediato desalojo. Gran parte de la Comunidad estaba compuesta de estudiantes carmelitas, profesos simples los más, y de novicios; treinta en total. De dos en dos fueron conducidos al centro de Onda, en cuya Residencia se congregaron para rezar y cantar la Salve. Era un canto de despedida. Algunos no se volverían a ver nunca más.
Al partir desde Onda hacia Villarreal, de ambas comunidades ya solo eran 21; debían tomar el tren para Valencia y, desde allí, cada cual a su destino. Al llegar a la antigua ciudad de los Infantes el subprior P. Anastasio Ballester (1893-1936) fue detenido. Más tarde sería asesinado en el cementerio de Cuevas de Vinromá (Castellón).
Quedaban veinte de aquella expedición. Al llegar el tren al Cabañal todos son reconocidos como frailes y se les hace bajar, a todos menos al corista Fray Tomás González y al Hno. Fray Pedro Tomás Iglesias quienes siguieron camino hacia Madrid. Los dieciocho restantes, con el Provincial P. Sarría Colomer al frente, son conducidos a Valencia.
El P. Rafael Sarría y el Hno. Florencio Marquínez salieron para Algemesí; el primero sería asesinado en su ciudad natal y del Hno. Florencio jamás se supo nada. Lo mismo habría de acontecer respecto al Hno. Angelo Martín, perdido en la misma estación del Norte.
De los restantes: a nueve se los llevaron desde la estación a un cercano convento; eran todos casi niños. El destino era Madrid. Una vez en el tren, fueron hallados otros tres muchachos: los hermanos Fray Daniel García y Fray Aurelio García con Fray Adalberto Vicente; al P. Evangelista Muñoz Tornero (1906-1936) le vieron bajar en la estación de Albacete; sería asesinado en Almusafes (Valencia).
Los nombres de los ocho jóvenes religiosos que siguieron viaje hacia Castilla, aparte de los otros cuatro ya señalados, eran los siguientes: Fr. Alberto García, Fr. Francisco Pérez, Fr. Silvano Villanueva, Fr. Ángel Sánchez, Fr. Angelo Reguilón, Fr. Bartolomé Fanti Andrés, Fr. Ricardo Román y el Hno. Fr. Franco Arranz. Y Fr. Isidoro Garrido que se salvó por distracción del vigilante que lo perdió en el camino.
Amanecía el día 28 de Julio cuando ya se avistaba Madrid. Arribados que fueron a la estación de Atocha, no había manera de salir para Segovia, ni por la estación del Norte ni por autobús; era la del Guadarrama una zona de duros combates entre los dos frentes enemigos.
“-¿Qué hacemos con ellos?”, se dijeron los milicianos.
Se les acomodó en un asilo de ancianos del Paseo de las Delicias donde se sintieron seguros: se habían repartido escapularios y se los habían puesto. Allí permanecieron nuestros refugiados hasta el 14 de Agosto. Tres días más tarde, a las doce de la noche, un grupo de milicianos irrumpe de improviso en la sala donde dormían y se les ordena se vistan de inmediato y dejen todo equipaje en su sitio.
Fueron subidos a un camión y llevados al cementerio de Carabanchel Bajo. Allí les bajaron del camión y les fusilaron ante las tapias del camposanto. Sus cadáveres fueron dejados en ese lugar durante todo el día, desnudos. Más tarde los enterraron en dos tumbas separadas en el cementerio de Carabanchel, donde una vez terminada la guerra, en Julio de 1939, se colocaron sendas lápidas con sus nombres.
Cuando agonizaban aquellos muchachos, encharcados en su propia sangre, aparecían las primeras luces de aquel tenebroso 18 de Agosto de 1936. El más joven del grupo martirial apenas tenía 18 años, el mayor, 22.
En cuanto al P. Alberto María Marco Alemán (Francisco), el que aparece al frente de grupo de jóvenes carmelitas, sabemos que era natural de Caudete (Albacete) donde nació en 1894 y ejercía como prior del convento de la calle Ayala en Madrid cuando lo sorprendió la guerra.
El 20 de julio de 1936 fue clausurado el convento y el P. Alberto fue conducido a la llamada Checa de Fomento. El 3 de Septiembre, tras indecibles traslados e interrogatorios, ingresó en la prisión. El 28 de noviembre de 1936, con treinta compañeros, más fue conducido a Paracuellos del Jarama (Madrid), donde fue fusilado.
¡VIVA CRISTO REY!
¡ARRIBA ESPAÑA!
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