En la Cuaresma de 1923, Nuestro Señor reveló a Sor Josefa Menéndez los sentimientos de Su Corazón durante su Sagrada Pasión. Sor Josefa recibía de rodillas las confidencias de su Maestro y mientras El hablaba, las escribía. Estas páginas contienen, en parte, esas divinas confidencias.
Josefa, Esposa y víctima de Mi Corazón,
voy a hablarte de Mi Pasión,
para que sea el objeto constante de tu pensamiento
y de Mis confidencias con las almas.
Mira cómo este hombre, confundido y enredado en sus propios lazos, no sabe qué hacer de Mí, y para apaciguar el furor del populacho manda que me hagan azotar.»
Así son las almas cobardes, que faltas de generosidad para romper enérgicamente con las exigencias del mundo o de sus propias pasiones, en vez de cortar de raíz aquello que la conciencia les reprende, ceden a un capricho, se conceden una ligera satisfacción, capitulan en parte con lo que la pasión exige. Y para acallar los remordimientos, se dicen a sí mismas: — Ya me he privado de esto, —sin ver que es sólo la mitad de lo que la gracia les pide. Sólo diré una palabra... Alma querida, como Pilatos me haces flagelar. Ya has dado un paso... Mañana darás otro... ¿Crees satisfacer así tu pasión? No...; pronto te pedirá más, y como no has tenido valor para luchar con tu propia naturaleza en esta pequeñez, mucho menos la tendrás después cuando la tentación sea mayor. Miradme, almas tan amadas de Mi Corazón, dejándome conducir con la mansedumbre de un cordero al terrible y afrentoso suplicio de la flagelación...
Sobre mi cuerpo ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los verdugos descargan cruelmente, con cuerdas embreadas y con varas, terribles azotes. Y es tanta la violencia con que me hieren, que no quedó en Mí un solo hueso que no fuese quebrantado por el más terrible dolor... La fuerza de los golpes me produjo innumerables heridas... Las varas arrancaban pedazos de piel y carne divina... La Sangre brotaba de todos los miembros de Mi Cuerpo, que estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre.
No rehuyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo. Permití que me coronasen de espinas y que Mi cabeza sufriera cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello que las rebaja a los ojos de las criaturas. Consentí que pusieran sobre Mis hombros un manto de escarnio y que me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su condición.
No rehuyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo. Permití que me coronasen de espinas y que Mi cabeza sufriera cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello que las rebaja a los ojos de las criaturas. Consentí que pusieran sobre Mis hombros un manto de escarnio y que me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su condición.
No, almas queridas, no hay camino, estado ni condición humillante cuando se trata de cumplir la Voluntad Divina...; no queráis resistir, buscando con vanos y soberbios pensamientos el modo de seguir la Voluntad de Dios haciendo la vuestra. Ni creáis que hallaréis la verdadera paz y alegría en una condición más o menos brillante a los ojos de las criaturas... No; sólo la encontraréis en el exacto cumplimiento de la Voluntad Divina y en la entera sumisión para aceptar todo lo que Ella os pida.
Extraído de "Un Llamamiento al Amor", Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús
a la humilde religiosa Sor Josefa Menéndez
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