sábado, 21 de septiembre de 2019

LA VIRGEN NUESTRA MADRE EN TODO VEÍA Y VIVÍA A DIOS...


               Sabemos que la Virgen fue Santísima, sí, pero la sencilla mujer de un pobre trabajador artesano. Toda humana, toda Santísima y por Santísima elegida para Madre de Jesús. Dios se encarnó en Ella.

               No la impidieron los sencillos, pobres y ordinarios quehaceres de su casita, también pobre, como no la habían impedido antes los trabajos duros de la limpieza del Templo, ser el alma más fiel, el alma más atenta a Dios, el alma pronta a cumplir con todo detalle la Voluntad de Dios y cumplirla con el mayor amor. La Virgen, en Su vida ordinaria y en su trabajo, fue el alma que más ha amado en la tierra y que más perfecta y efectivamente le ha estado ofrecida, y el alma que más ha amado a los hombres.




               La Virgen limpiaba Su casa, iba a por agua a la fuente de Nazaret, hacía Su comida para San José y para Jesús, buscaba la leña para el fuego, amasaba el pan casero en el horno doméstico y molía el trigo rudimentariamente. No podía quedar mucho tiempo libre a la Virgen, y el que le quedaba no lo empleaba en vagar.

               La Virgen no tenía criada. Las criadas son para ricos y ansiosos en comodidad, y la Virgen era pobre y trabajadora. No bajaban los Ángeles a servirla ni aun a ayudarla visiblemente en Sus quehaceres. La Virgen vivía lo sublime de la realidad de la vida con toda su dureza e ingratitud, pero con toda la virtud y amor de Dios, y sobrenauralizaba los trabajos y santificaba las ocupaciones. La Virgen era la criada de sí misma y la criada de Jesús y de San José. La criada siempre contenta, siempre amable y dulcísima, siempre abnegada y caritativa. La Virgen en Su cotidiano trabajo fue Santísima y la llena de gracia y virtudes.

               La Virgen fue alma de oración íntima, profundísima, constante; apartada de todo lo mundano y de todo lo social, estaba sumergida en Dios en silencio profundo de amor. Pero la Virgen se santificaba, con una maravillosa y altísima presencia de Dios y atentísima oración, en Sus continuas ocupaciones y en Sus trabajos humildes de fregar, coser, limpiar, hilar... Todo estaba a cargo de la Virgen; en todo procuraba el contento y el bienestar de San José y de Jesús. En todo veía y vivía a Dios.

               No leemos en el Santo Evangelio que la Virgen hiciera milagros. Sus milagros eran la sobrenaturalización de Sus trabajos. No leemos que anduviera recorriendo naciones ni visitando monumentos artísticos. Vivía recogida; aún después de la Ascensión de Jesús a los Cielos, a pesar de las magníficas cualidades y dones de la naturaleza con que Dios la había dotado, no la vemos ejerciendo el apostolado externo entre las gentes y en las naciones. Continuaba siendo la cocinera y criada de San Juan Evangelista. Y llegó a ser, por Sus virtudes, por Su oración, por Su amor a Dios y a las almas la Reina de los Apóstoles, sin dejar Su trabajo. ¿Cómo lo haría, con qué amor realizaría cada una de Sus obras? ¿Con qué amor y con qué sencillez y reverencia trataría con los hombres? La Virgen en todo miraba y veía a Dios...

Padre Valentín de San José, carmelita descalzo, eremita
 en el Santo Desierto de San José de las Batuecas




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