sábado, 28 de septiembre de 2019

LA VIRGEN NUESTRA MADRE LLEVABA EN SÍ MISMA LA ALEGRÍA INFINITA


               Sabemos que la Virgen no se quejaba de la pobreza y escasez que encuentra en Belén. A Su Niño y a Su Dios, tiene que ponerle en pesebre y no limpio, por no haber otra cosa más digna. La Virgen no se queja ni impacienta cuando inesperadamente tiene que ir a Egipto o volver de allí, encontrando quizá ya ocupada Su casita de Nazaret. 





               No se impacienta en los contratiempos de Su vida ordinaria ni aun al ver a Su Hijo en la Cruz, aunque traspasada de dolor. Todo lo recibe venido de la mano de Dios, pues en todo ve la Providencia de Dios y al mismo Dios y todo lo ofrece a Él. Su amor era Su sabiduría y Su maestro; la enseñaba a convertirlo todo en gozo y en cántico de alabanza a Dios sin sentimientos de envidia hacia nadie ni por su posición, ni por el desahogo de su vida en sus bienes terrenos, ni por cosa alguna de tierra que pueda codiciar el corazón. Era la Esclava de Dios y de los hombres por amor a Dios. 

               Sabemos que Su Corazón estaba radiante de gozo. Nos lo dijo Ella misma en las pocas palabras con que saludó a Su prima Isabel "Mi espíritu salta de gozo en Dios mi Salvador". Llevaba en Sí misma, en Sus benditas entrañas al que es la Alegría infinita. El gozo sobrenatural de María era el cántico que continuamente resonaba en Su Corazón, porque todo era de Dios. 

               La Virgen María, Nuestra Santa Madre, era pobre y sin nada y no se quejaba; pero era rica porque tenía a Dios en Sus brazos y en Su Corazón; en todo miraba a Dios y en todo encontraba a Dios, que vive en Ella en Amor altísimo en Su Corazón y esto le basta mientras permanezca en el destierro de este mundo.

Padre Valentín de San José, carmelita descalzo, eremita
 en el Santo Desierto de San José de las Batuecas




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