jueves, 19 de diciembre de 2019

LA DIVINA EUCARISTÍA: EL CAMINO QUE VA AL SAGRARIO




               “!Ay! abandono del Sagrario, ¡cómo te quedaste pegado a mi alma! ¡Ay! ¡qué claro me hiciste ver todo el mal que de ahí salía y todo el bien que por él dejaba de recibirse!”.

               Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo a cabo. Pero sobre todo encontré... Allí, de rodillas ante aquel montón de harapos y suciedades, mi Fe veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba... Sí, parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me pedía más […] Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de querer y una angustia infinita también, por no encontrar quien quisiera ser querido... Una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio: lo triste del «no había para ellos posada en Belén». Lo triste de aquellas palabras del Maestro: «Y vosotros ¿también queréis dejarme?» ¿Verdad que la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca?”.


               “¡Oh, Dios mío! ¡Los Sagrarios abandonados! ¡Sagrarios de llaves enmohecidas de no servir; de vecinos que no conocen ni las palabras Eucaristía, Comunión, Santísimo Sacramento! Los Sagrarios sin niños que cariñosamente alboroten. Sin doncellas que perfumen con su pureza y su recato. Sin viejecitas que se consuelen. Sin lágrimas de arrepentidos. Sin suspiros de amadores. Sin rodillas de agradecidos. Sin... ¡Dios mío, Dios mío, sin nada que te halague, que te confiese, que te haga sentir! ¡Sin nada!”. 

               “Si fuéramos consecuentes con nuestra Fe en la Presencia Real de Jesucristo en nuestros Sagrarios, ¡cómo deberíamos pensar, querer, sentir y proceder de manera distinta a la forma en que pensamos, queremos, sentimos y procedemos!”.

               “Ya lo sabéis, se nos piden obras, obras de reparación eucarística, de atracción al Sagrario, de, y permitidme la palabra, eucaristización del mundo [...] Eucaristizar: La acción de volver a un pueblo loco de amor por el Corazón Eucarístico de Jesús”. 




               “Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los saciaré de pan; descubriré niños pobres y pobres niños, y me sobrará el dinero y los auxilios para levantarles escuelas y refugios para remediarles sus pobrezas; tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con sordos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo, y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud. Yo no quiero, yo no ansío otra ocupación para mi vida de obispo que la de abrirle muchos atajos a ese camino del Sagrario. Atajos entre ese camino y los talleres, y las fábricas de los obreros, y las escuelas de los niños, y las oficinas de los hombres de negocios, y los museos y centros de los doctores, y los palacios de los ricos, los tugurios de los pobres…"


Obispo Manuel González 
Aunque todos...


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