Por María comenzó la salvación del mundo, y por María debe consumarse. María apenas se dio a conocer en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres, todavía poco instruidos y enseñados acerca de la Persona de Su Hijo, no se apartasen demasiado y se aficionasen demasiado imperfectamente a Ella, lo que probablemente hubiera sucedido, si María hubiese sido conocida, a causa de los admirables atractivos que Dios había puesto incluso en Su exterior; lo cual es tan cierto que San Dionisio Areopagita nos dejó escrito que cuando la vió, la hubiera tomado por una divinidad, por Sus incomparables atractivos y Su incomparable belleza, si la Fe en que estaba bien confirmado no le hubiera enseñado lo contrario (S. A., 842 Epistola ad Pauleum).
Pero en la Segunda Venida de Jesucristo, María habrá de ser conocida y revelada porel Espíritu Santo, a fin de lograr que por Ella los hombres conozcan, amen y sirvan a Jesucristo, pues entonces las razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a Su Esposa durante Su vida y a no manifestarla sino escasamente, después que se predicó el Evangelio no subsistirán ya.
Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó debajo del polvo por Su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de Sus Apóstoles y de Sus Evangelistas que no la diesen a conocer. Porque siendo Ella la obra más perfecta de Dios, tanto acá abajo por la gracia como en el Cielo por la Gloria, quiere Dios ser en Ella glorificado y ensalzado en la tierra por los hombres.
Como es la aurora que precede y descubre al sol de justicia, Jesucristo, ha de ser conocida y vista, a fin de que lo sea Su Hijo. Como fue el camino por donde Jesucristo vino la primera vez a nosotros, también lo será cuando venga la segunda, aunque no del mismo modo. Siendo María el medio seguro y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente, por Ella le deben encontrar también las almas que han deresplandecer en santidad. El que hallare a María, hallará la vida, (Proverbios, cap. 8, vers. 35) es decir, a Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida (Evangelio de San Juan cap.14, vers. 6).
Mas no es posible hallar a María ni no se la busca; no se la puede buscar si no se la conoce, pues no se busca ni se desea un objeto desconocido; es, pues, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y Gloria de la Santísima Trinidad. En estos Últimos Tiempos, María ha de resplandecer más que nunca en Misericordia, en Poder y en Gracia. En Misericordia, para atraer y acoger a los pobres pecadores y extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia Católica. En Poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e incrédulos obstinados; los cuales se revolverán terriblemente para seducir y derribar, con promesas y amenazas, a todos los que les sean contrarios. Finalmente, ha de resplandecer en gracia, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo que luchen por sus intereses.
Por último, María, principalmente en estos Últimos Tiempos, ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces, como un ejército en orden de batalla; porque sabiendo Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder las almas, redoblará cada día sus esfuerzos y sus acometidas, suscitará en breve nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los siervos fieles y verdaderos Hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los otros.
Ejercicio de esta Función en la Lucha contra Satán: Es principalmente de estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán en aumento de día en día hasta que llegue el reino del Anticristo, que debe principalmente entenderse aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada contra la serpiente en el Paraíso Terrenal, que juzgamos oportuno explicar aquí, para gloria de María Santísima, salvación de sus hijos y confusión del demonio: “Pongo enemistad entre ti y la Mujer, y entre tu linaje y el Suyo: Ella te aplastará la cabeza, y tú le morderás a Ella en el calcañar.” (Génesis, cap. 3, vers. 15)
San Luis María Grignion de Montfort
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