sábado, 8 de febrero de 2020

EL REINO DE MARÍA EN NUESTRAS ALMAS...El mayor amor y la mayor alabanza


               "Parece que el espíritu, dando un paso más, descubre -y la experiencia se lo enseña a algunas almas piadosas- que la vida en María o mariana, unida e injertada en la vida en Dios o divina, se puede decir y es de mayor perfección que el simple estado de unión con Dios, Sumo Bien, que la simple vida en Dios o divina. Pues aunque no se nos oculta que, en nuestro modo ordinario de hablar, Dios es el único y Sumo Bien de la misma, para el cual fue creada y en cuya consecución, contemplación, posesión y goce está radicada toda su felicidad y Bienaventuranza, tanto en esta como en la otra vida.





                En este sentido, el alma no puede ni siquiera intentar ir más allá, ni esforzarse inútilmente en pretender cosa más sublime, sin embargo, en otro sentido, sí que puede intentar subir más alto y de hecho subir, como lo vamos a explicar.

               Los Bienaventurados, en el Cielo, gozan todos de una perfectísima Gloria, Bienaventuranza, gozo y hartura, contemplando, amando y gozando de Dios cara a cara, ya que están como totalmente penetrados por la luz de la Gloria e invadidos y rebasados por el amor beatífico, en los cuales está toda su felicidad y Bienaventuranza.

               Sin embargo, todos sabemos que, aparte de esta Gloria o Bienaventuranza esencial, también tiene y gozan de otras glorias y gozos accidentales, cada uno según las exigencias y medida de sus méritos y la ordenación de Dios, que es el que remunera.

               Así por ejemplo, unos Bienaventurados tienen más gozos accidentales que otros en la contemplación de la Sacratísima Humanidad de Cristo, de Sus Sagradas Llagas, de Su Santa Cruz, causa instrumental de su gloria, o en la contemplación de la Santísima Virgen, Madre de Dios, del Glorioso Patriarca San José y de otros Santos, o tienen más claro conocimiento de algunos Misterios de Dios, etc.

              Pues bien: de una manera muy parecida se conceden, en esta vida, a algunas almas piadosas ciertas gracias, dones o favores accidentales, con los que, en cierto modo, se asemejan a los Bienaventurados y por los cuales se elevan en un grado de unión más perfecto y sublime, consiguiendo así, poco a poco vivir una vida más perfecta en el amor y goce de Dios.

               Bajo este aspecto, la vida mariana, unida a la vida divina, es más perfecta y un grado más alta que la vida contemplantiva o unitiva ordinaria, ya que esta vida mariana es doble, por así decir: divino-mariana en Dios y María, por la simple y sencilla contemplación, amor y gozo de Dios en María y de María en Dios.

               Cuando el alma fervorosa llega a tal perfección que el Espíritu Divino, que mora en lo más íntimo de su ser, es que frecuente y aún constantemente la mueve para que continuamente tenga presentes en la memoria, en cuanto hace u omite, los dos objetos de su amor: Dios y María, y por ellos respire y viva, entonces se puede realmente decir que vive una vida totalmente divino-mariana en Dios y mariano-divina en María, y, por consiguiente, mientras el alma se afana buscando el mayor amor y la mayor alabanza y Gloria de Dios y de María, en todas sus obras, palabras y pensamientos, es evidente que vive, a la vez, por Dios y por María.

               Ahora bien: esta vida divino-mariana es más perfecta que la simplemente divina, porque el espíritu de amor, además de unir al alma con Dios, la une también con María, sin que esto sea ningún obstáculo para la primera unión, y así la tiene ocupada simultáneamente en Dios y en María.

               Por tanto, en este sentido, al menos por extensión, es más perfecta que si solo se ocupase en Dios; lo mismo que decíamos antes de los Santos, que accidentalmente, podían tener más o menos gloria -accidental, por supuesto-, según que su contemplación y gozo se extendieran a más o menos motivos de gozo, estando, por lo demás, en igualdad de circunstancias..."



(Venerable Miguel de San Agustín, Carmelita, "Vida de unión con María")



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