San Miguel es el Príncipe de los Ángeles fieles al Señor. Su nombre significa: «¿Quién como Dios?». En la Sagrada Escritura, aparece en el Libro del Profeta Daniel y en el Libro del Apocalipsis. Como a San Gabriel y a San Rafael, se le llama "Arcángel".
San Miguel es figura principal entre los que sirven inmediatamente al Trono del Señor y bajan a la tierra para anunciar o hacer cumplir Sus designios. Protector del Pueblo de Dios, de Israel, en la Antigua Ley; de la Iglesia de Cristo en el Nuevo Testamento. En la Sagrada Escritura ha hallado su fundamento la piedad popular de todos los tiempos para erigir a San Miguel en Príncipe de los Ejércitos Celestiales, Guerrero Victorioso en las luchas cósmicas contra el espíritu rebelde, el Dragón de las tinieblas.
Daniel, el Profeta de las revelaciones angélicas, nos da a conocer el nombre de nuestro Arcángel. Miguel, llamado Gran Jefe de los israelitas, que luchan por la liberación del Pueblo de Dios, desterrado y sometido al dominio persa. Allí mismo se habla de los príncipes de Persia y de Grecia, refiriéndose, según el común sentir, a los Ángeles Guardianes de estas naciones.
El Apocalipsis, nos presenta a San Miguel en su misión definitiva, culminante. Ante la Aparición de la Mujer, símbolo de María y de la Iglesia, con Su Hijo, en el Cielo se traba una batalla. Miguel y el Dragón frente a frente, el Arcángel fiel contra el soberbio ángel de la luz. Cada uno manda un ejército de ángeles. Vence Miguel y el Dragón es sepultado en los infiernos. (1)
De esta visión de San Juan, Profeta de Patmos, se derivan las imágenes medievales del guerrero de alas brillantes con labrada armadura, al que no le falta la lanza que destruye al dragón, vencido a sus pies. La Iglesia misma le reconoce el título de defensor de sus huestes, por eso le llama "Ángel del Paraíso", "Príncipe de las Milicias Celestiales", y en las Letanías de los Santos le asigna el primer lugar detrás de la Santísima Virgen. Su protección no nos abandona hasta después de la muerte.
En el momento solemne de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por sus difuntos, la Iglesia le invoca para que presente las almas a la Luz Santa del Juicio Divino. La devoción popular, que ha influido notablemente en estos textos litúrgicos, le considera como "pesador de las almas", y así le vemos en curiosas miniaturas de la Edad Media, con la balanza de la Justicia Divina en las manos, felizmente inclinado un platillo hacia la Gloria del Cielo.
Sus apariciones más famosas son las del Monte Gárgano en Italia, alrededor del año 500, y la del Monte Adriano, donde el año 611 el Papa Adriano IV le construye un oratorio, sobre el que sería más tarde Castillo de Sant' Angelo.
En España alcanzó renombre su aparición en la serranía navarra de Aralar (1) para ayudar al Noble Caballero Don Teodosio de Goñi en lucha contra el dragón infernal.
Hoy día el Arcángel se mantiene fiel a su misión de Custodio de la Iglesia, como lo proclama la oración a él dirigida al fin de la Santa Misa, preceptuada por el Papa León XIII.
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o "de Excelsis"
1) El Santuario de San Miguel de Excelsis, enclavado entre las cumbres de la Sierra de Aralar, en término de Uharte Arakil, a 30 kilómetros de Pamplona; es uno de los centros de espiritualidad más antiguos y enraizados de Navarra.
Cuenta la tradición que, al comienzo de la Reconquista, el Caballero Teodosio de Goñi cometió por error un parricidio a causa de los celos que sentía al pensar que su mujer, Constanza de Brutón, se estaba acostando con un criado. Arrepentido, realizó una peregrinación a Roma para suplicar al Papa la absolución de su pecado. Éste le impuso como penitencia deambular por la sierra de Aralar con unas cadenas atadas a su cintura.
Una noche, en medio de una inmensa tormenta, un terrible dragón intentó devorarle. El penitente invocó al Arcángel Miguel que, en medio de un enorme estruendo, se le apareció y mató al animal mostrando la Cruz, momento en el que el Caballero Teodosio de Goñi quedó libre de las cadenas y fue perdonado. Agradecido, decidió fundar un santuario consagrado al Arcángel Miguel, en donde todavía pueden verse las cadenas que llevó durante su penitencia.
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