Eran casi mediados del convulso siglo XIX, cuando Jesucristo Nuestro Señor se reveló a una sencilla carmelita descalza, Sor María de San Pedro y de la Sagrada Familia, en la ciudad francesa de Tours, para manifestarle Su deseo de ser reparado y consolado en Su Santa Faz.
A la vez que el Señor instruía a la carmelita en los Misterios de Su Pasión, le animaba para dar a conocer a las almas la necesaria Devoción por la Santa Faz, donde quedaron esculpidos los sufrimientos redentores de Cristo Nuestro Señor.
De los escritos de la mística francesa concluimos que quien venera la Santa Faz de Jesucristo, es devoto de Su Pasión y de Su Cruz Santísima, por tanto, amigo fiel e íntimo de Aquél que dio Su Vida por nosotros, por cada alma. Y porque Nuestro Señor sabe premiar a los que le aman y defienden Su Causa, reveló a la misma Sor María de San Pedro una serie de Promesas, gracias espirituales, a cuantos abrazasen con amor y fidelidad la reparación a Su Santa Faz.
elevan plegarias de reparación y súplica a la Santa Faz;
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